Eran dos tipos requetefinos, ambos procedentes de la alta burguesía catalana; dos medio chiflados por el arte que, debido a su origen, no necesitaban vender sus obras para vivir. Desde que se conocieron en 1882, Ramón Casas y Santiago Rusiñol formaron una pareja artística singular que propició la llegada a España de las nuevas ideas que bullían en el París finisecular. Bajo la influencia de esta amistad, el Museo Carmen Thyssen inauguró ayer la muestra Casas-Rusiñol. Dos visiones modernistas, una selección de más de cuarenta obras procedentes de casi una veintena de colecciones e instituciones, entre las que destacan el Centro de Arte Reina Sofía, el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Museu del Cau Ferrat de Sitges o el Museo de Monserrat.

«Queríamos contar una historia, la de dos pintores que dieron nombre al modernismo a través de su obra», explicó la directora artística del Thyssen, Lourdes Moreno. En vida, Casas y Rusiñol expusieron conjuntamente en una docena de ocasiones, la última en 1931. Y aunque se han organizado exposiciones monográficas de uno y otro artista, sus lienzos no habían vuelto a coincidir hasta ahora, nada menos que 83 años después.

Óleos como Grand Bal, La morfina y El patio azul, de Rusiñol, o Retrato de Montserrat Casas, Interior del Moulin de la Galette y Mujer de blanco, de Casas, destacan en esta muestra dividida en cinco capítulos que articulan esta amistad basada en la mismas inquietudes artísticas de sus protagonistas -aunque el primero destacó por sus retratos y el segundo por sus paisajes- aunque al final «sus caminos fueran divergentes», según explicó Moreno. También llama la atención un lienzo pintado a cuatro manos por ambos artistas, en el que aparecen sentados uno frente al otro y retratándose mutuamente.

Junto al conjunto de pinturas que reflejan lo mejor de la producción de ambos, la Sala Noble de la pinacoteca muestra como exposición de continuidad una selección de carteles de ambos artistas: ocho de Casas, que dio imagen a productos tan populares como el Anís del Mono o el cava Cordorniú, y tres de Rusiñol, centrados en presentar su obra literaria.

Francisco de la Torre recordó que Casas y Rusiñol fueron los impulsores de Els Quatre Gats, establecimiento que se convirtió en uno de los lugares de referencia del modernismo catalán y donde se realizaron las primeras exposiciones individuales de Pablo Picasso, en 1900. Por su parte, la baronesa Carmen Thyssen destacó que «la colaboración con museos internacionales es vital para hacer grandes exposiciones temporales como ésta». Tita, además, destacó que la pinacoteca malagueña es «ya un museo reconocido en el mundo».