­­Su personaje en esta obra es el de un hombre de cincuenta años que se queda en el paro y que recurre a su madre para salir del bache.

El problema que tiene es que, con cincuenta años y habiendo construido toda su vida en torno a aspectos materiales, dando prioridad en la vida a lo material frente a lo emocional, se encuentra en el paro y con muy pocas posibilidades de encontrar trabajo. Por lo que se le desmoronan todos sus esquemas. La única forma que tiene de salvar el pellejo es convencer a su madre de que venda la casa donde ella vive y se vaya a vivir con él, su mujer, los hijos, el perro... Y la madre dice que no, que no quiere vender su casa porque es su espacio vital. Así surge el conflicto y del conflito surge la comedia y el romanticismo.

Las madres no sólo están ahí en los primeros años de nuestras vidas, lo están siempre...

Es como dar una vuelta a la órbita de la Tierra. Cuando nacemos, venimos de la madre. Y a medida que vamos construyendo esa circunferencia nos vamos apartando de ella porque creemos que somos autónomos. Pero a medida que vamos ganando en edad y dando vueltas nos damos cuenta de que estamos en un camino de vuelta. Eso se produce con los padres y las madres, pero muy especialmente con las madres.

Es de suponer que la maternidad tiene mucho que ver en este especial sentimiento.

Creo que tiene mucho que ver. Venimos de ahí y el discurso de la vida va desde la salida al retorno al útero materno.

Esta obra cumple con una de las funciones esenciales del teatro: remover al espectador.

El teatro que no te mueve algo no es teatro. Así de claro. El primer formato de teatro, que seguramente es anterior al de la antigua Grecia, es el de alguien que utiliza la representación para que otra persona identifique un problema. No tiene por ello que ser un drama de concienciación social. Pero aunque sea la comedia más rabiosa, si no se consigue conmover al espectador y hacerlo reflexionar no estamos hablando de teatro.

­­La situación de la que parte este montaje recuerda un poco al drama de Carmen, la anciana de Vallecas desahuciada por avalar a su hijo.

Sí. Evidentemente. Aunque si hubiéramos querido afrontar esa realidad, o la de tanta otra gente que está sufriendo los zarpazos de la crisis, hubiéramos tirado por otro lado. En lo que sí creo que acierta Conversaciones con mamá, y donde da en el clavo de la reflexión, es en la importancia que tienen los ancianos en la sociedad en la que vivimos. En lo que le hemos cargado y en lo que seguimos queriendo cargarles; cuando se supone que tendrían que tener la casilla segura del parchís: gente que ha estado trabajando durante toda la vida y que ahora se encuentra tirando del carro de familias enteras.

¿Cree que la sociedad española decidirá por un cambio en las próximas elecciones?

Estoy muy interesado en ver qué ocurre en los próximos meses en mi país. De alguna manera, deseo que esto cambie. Pero no nos olvidemos de una cosa: la derecha siempre vota en bloque; de una forma unitaria. La izquierda, no. La izquierda lo hace de forma fragmentada. Entonces no sé hasta qué punto vamos a vivir una situación de bipartidismo o vamos a cambiar al protagonista del cartel. O a los protagonistas. Aunque tengo la sensación de que, de una manera u otra, quien gobierne este país no lo hará, afortunadamente, con mayoría absoluta. Creo que será muy difícil que se repita una mayoría absoluta en España, al menos en quince años. Espero que de una vez por todas empecemos a entender que esto es un juego de entendimientos. No podemos seguir jugando al tremendo y tétrico juego de las dos Españas, algo que pertenece al pasado. Tenemos que empezar a evolucionar hacia una modernidad en la que el entendimiento sea la base de la construcción de esta nueva sociedad.

¿Qué le pasa con el cine? ¿Lo ha abandonado por completo?

Llevo diez años grabando Cuéntame, y cuando grabas una serie de televisión y ocupas el resto de tu tiempo en el teatro, es casi imposible. Volveré a hacer películas cuando deje de hacer la serie.

Bueno, mientras sea por una decisión propia...

Soy consciente de que llevo treinta y seis años trabajando, y además no me gusta esperar a que me llamen para trabajar. Me gusta poner en marcha proyectos. Y eso me lo permite el teatro.