Decíamos que iban a ser los Goya más malaguitas de la historia y, desde luego, no nos equivocábamos. Aunque Antonio de la Torre y Mercedes León no convirtieron sus nominaciones -a Mejor Actor y Actriz de Reparto- en estatuillas, dos paisanos sí que se subieron al escenario de la gala de los premios del cine español para hacer patria: Dani Rovira, por partida doble, en su condición de presentador de la ceremonia y ganador del Premio al Actor Revelación por Ocho apellidos vascos, y Antonio Banderas, el Goya de Honor de este año -sobre éste, más información en la página 56-. Dos de los protagonistas de la gala, copada por el sevillano Alberto Rodríguez: su película La isla mínima, un thriller contenido y riguroso ambientado en Doñana, barrió en la velada, alzándose con diez galardones, un espaldarazo al cine andaluz.

Fue la gran noche de Dani Rovira, mejor como presentador que como guionista -la gala fue plúmbea por momentos, con momentos incomprensibles como el insensato baile de claqué y algo de humor obvio; la realización, deslavazada y poco atenta, no ayudó a un conjunto que parecía poco ensayado y que terminó, atención, casi a las dos de la madrugada-. Pero su momento auténtico lo vivió cuando subió al escenario para recoger el Goya a Mejor Actor Revelación por Ocho apellidos vascos: los emocionadísimos padres del malagueño asistieron a un espontáneo discurso de agradecimiento del cómico, que zanjó con una alusión directa a Clara Lago, «la mejor compañera de película y de vida», a la que había besado prolongadamente cuando supo que él era el galardonado: «Yo me quedo con la peana de la estatuilla y tú con el cabezón... ¡Va por ti, Clara!». Sin duda, el momento más cuore de toda la velada, la confirmación oficial, por si hacía falta a los que les interesen estos asuntos, que la pareja protagonista de la cinta más taquillera en la historia del cine español también lo es en la vida real.

La isla mínima cumplió las expectativas y barrió a sus rivales en las quinielas, aunque dejando en el aire una pregunta: ¿por qué tantos premios ahora y no fue nombrada en su momento como la película que representaría a España en los Oscar? -lo hizo Vivir es fácil con los ojos cerrados, la ganadora de los anteriores Goya y que quedó apeada de la carrera hollywoodiense a primeras de cambio-. La decena de galardones con las que se hizo ayer -aspiraba a 17- demuestran aque el cine andaluz vive un momento creativo interesante. De hecho, Rodríguez, en su discurso por el Goya al Mejor Director, aseguró: «Estoy recogiendo este premio en nombre de mucha gente de Andalucía que intentaba hacer cine».

Rodada en las marismas del Guadalquivir, La isla mínima es un thriller rural y atmosférico que narra la investigación de la desaparición de unas chicas adolescentes por parte de dos policías desplazados desde Madrid a principios de la década de los ochenta, dos agentes que, de alguna forma, también representan las dos Españas que se confrontaban en aquella época bisagra, la más oscura y vinculada al franquismo y la progresista de los nuevos tiempos.

Otras de las películas que más ruido habían hecho en las quinielas, El Niño y Magical girl, tuvieron que conformarse con un botín considerablemente menor. El thriller de Daniel Monzón pescó estatuillas en las categorías técnicas y la inclasificable cinta de Carlos Vermut, más adecuada para circuitos de culto que en saraos de este tipo, se lleva para casa el galardón para Bárbara Lennie, que no es poca cosa.