Me llama la atención que haya sido un hispanista británico, Gerald Brenan, quien le iniciara en el camino de Jerónimo Gracián y su relación con Teresa de Jesús ¿Saben los hispanistas más de nosotros que nosotros mismos?

Eso es lo que pasa con Teresa de Jesús, que yo decía que le perjudicaba ser santa porque aquí la sociedad la hizo patrona de la sección femenina de Falange y la gente tiende a asociar eso con ella y se olvida de su figura como escritora extraordinaria. Desde fuera probablemente se ve de otra manera. Es una pionera y en toda Europa, en muchas universidades se estarán haciendo congresos y debates sobre su figura literaria. Aquí nos quedamos, con toda legitimidad también, con la otra versión. Creo que somos muy dados a prejuicios. No me extrañaría que alguien me tomara por un debito de Santa Teresa.

Otra curiosidad es ver cómo la iglesia reconoce este amor, no consumado, pero como usted dice muy apasionado.

Es porque la historia es una historia muy limpia, desarrollada por sus palabras y sus actuaciones, sus relaciones a través de sus cartas. No hay invención. No se puede negar lo que ella misma afirma. Cuando ella dice que entra en trance y que Dios le pide que coja la mano de Gracián y que estén unidos... Con su sentido del humor llama a Dios casamentero. De todas formas es un amor no consumado, pero no platónico porque hay un amor conseguido. Y en su mundo de luchas de poder y de calumnias llegaron a decir las cosas más atroces de ellos.

¿Cree que ha conseguido ofrecer una visión nueva de Teresa de Jesús al unir ese puzzle?

Es verdad que es como un puzzle. Se han hecho muchas novelas sobre Santa Teresa, porque es ella la que nos cuenta su vida, y después tiene biografías, alguna muy buena como la de Olvido García. Pero aquí se trata de un aspecto que arranca del encuentro de ellos en Vegas de Segura, donde ella pone los ojos en él y de ahí hasta su muerte. La segunda parte es ya muerta Teresa y los efectos de esa mirada sobre él, que le llevaron a ser perseguido. En buena parte, porque era la mirada de una mujer y eso producía en la Iglesia una gran desconfianza, además de una reformadora, de una activista, es una mujer excepcional de su tiempo. Es una de las primeras feministas sin saberlo.

El germen de esta novela fue hace 30 años. ¿Cómo ha sido el proceso de documentación?

Escuche la invitación de Brenan pero lo que me dedique más es a leer la obra de Teresa y la obra de él, que me resultó mas difícil de conseguir.

Se ha convertido en un experto en Teresa de Jesús. De hecho volverá a Alicante el día 27 para participar en el ciclo Cada Cual del Instituto Juan Gil-Albert, acompañado de Espido Freire, que también ha escrito sobre esta religiosa.

Yo no le quise decir a los organizadores que casualmente tenía una novela sobre Santa Teresa... La verdad es que ha coincidido así.

Azorín, Gil-Albert y Gabriel Miró son dos nombres que mencionó tras recibir este premio. ¿Cree que son figuras cuya trascendencia es proporcional a la calidad de sus textos?

Lo creo desde luego. Con Azorín hemos tenido muchos prejuicios por su ideología, pero eso no tiene nada que ver con la prosa personalísima, extraordinaria, con esa economía verbal, brillante, que es admirable. Uno de los grandes prosistas de la lengua española. Junto a eso, encuentras un barroco como Gabriel Miró. Y resulta que a mí me gusta también. Y Gil-Albert no es ni una cosa ni la otra. Yo tuve con él amistad personal y nos quisimos muchísimo. Y me faltó nombrar a Miguel Hernández, pero me refería a la prosa con esos tres ejemplos tan distintos, con un nexo común que yo creo que es la luz que traspasa su textos.

Eslava Galán dijo el día del premio que había mucho escritor de novela histórica que usaba un lenguaje de «sonajero». ¿Está de acuerdo?

Tengo una gran admiración por El hereje, de Miguel Delibes, o El nombre de la rosa, de Umberto Eco. Eso es buena literatura utilizando materiales históricos. Pero luego la «facilonería» de que el argumento te lo dé la historia y que lo que se haga sea refritar, pues no lo es. Yo prefiero leer un libro de historia si me interesa algo. Para un mal escritor prefiero un historiador, porque el historiador no tiene intención de hacer literatura. El falso escritor lo que hace es deteriorar la historia.

Abandonó los medios hace años para dedicarse a la literatura, ¿dónde queda su faceta de periodista?

Cuando me piden algo lo hago. Ahora estoy contento de no estar en el periodismo en esta etapa tan convulsa, pero por otro lado atraído por la singularidad del momento. Más que ver los toros desde la barrera me gustaría ser más activista respecto al tiempo nuevo, porque lo que no consigo nunca es ser indiferente. No he sido político, pero sí soy un ser político y tengo un compromiso con los demás. Estoy más a gusto con los personajes del tiempo de Teresa que con los de ahora, aunque se parecen, tanto los reformados como los por reformar. Al final son luchas de poder.

¿Qué le da el periodismo que no le da la literatura?

He tenido la ventaja de haber hecho el periodismo que me gustaba y eso se lo tengo que agradecer a la vida. Nadie me ha impuesto nunca nada, he podido trabajar con libertad. No sé si he sido un buen periodista porque es un trabajo de enorme personalidad, pero sí he puesto mi empeño en ser honesto, tratando de respetar las miradas de los otros. A veces, gente no ha respetado la mía, pero eso forma parte de la condición humana. Ahora me gustaría que hubiera un cambio en el sentido de que el espacio público y político fuera un espacio de diálogo, de encuentro y de respeto muto, algo que se ha perdido. Hubo un período en que eso empezó a crisparse, el momento de Aznar, y hay que recuperar la serenidad.

Ahora que ve los informativos de TVE desde el sofá, en vez de contarlos desde la tele, ¿hay mucha diferencia?

Hombre tiene otros medios, pero creo que todos hemos tenido nuestras perversiones. Lo que veo malo me gusta compararlo con lo que hacíamos nosotros porque también haríamos cosas mal. Pero a mí me dieron el privilegio de hacer información cultural a mi manera y esa libertad fue muy gratificante. Seguramente a la hora de la información política había errores parecidos a los que se puedan producir ahora, solo que eran otros tiempos y yo creo que a veces ahora pueden ser más burdos esos errores.

¿Qué término asociaría a estas marcas: PP, PSOE, IU, Ciudadanos y Podemos?

PP: La derecha que no nos merecemos. PSOE: El proyecto político en el que creo, no siempre bien gestionado por la perversión de los partidos. Soy un cristiano sin iglesia y un socialista sin partido. IU: Es una pena, un espacio político necesario que ahora se ve muy difuminado. Podemos: Yo no sé lo que es porque es posible que la semana que viene sea otra cosa distinta a lo que fue la semana pasada. De todas formas, el narcisismo no me parece muy recomendable para los nuevos políticos y lo que me parece peor de los nuevos políticos es que se parezcan ya tanto a los viejos. Ciudadanos: Quizá sea la derecha que necesitamos, moderna que cuenta su proyecto.

En todo este maremágnum, ¿hay lugar para la cultura?

Yo creo que sí, que hay espacio para la cultura y además para que la cultura se implique en la vida social y política de este país No puede estar marginada por los políticos y las instituciones, tiene que entrar en la política y en las instituciones. La expresión artística es vigorosa, hay creadores, gente con voluntad de hacer cosas, tenemos muy buena gente en el cine, en el teatro, en el arte y hay vocaciones que surgen que deben tener auge. Y no todo es cuestión de dinero.