­A mediados del siglo XIX, la población de varios países de Europa comenzó a dejar la ciudad y viajar hasta la costa, que hasta ese momento solo había sido vista como un lugar de trabajo, no de ocio.

Estos desplazamientos se explican por el aumento de tratados sobre los beneficios de la vida en la playa, en especial de los baños marinos, que hace que muchos europeos viajen en busca de esos beneficios para la salud.

Los pintores de la época, como es lógico, no quedaron al margen de este fenómeno y por eso durante esos años muchos artistas retraten en sus obras a personas disfrutando de un día de playa. Muchos de estos trabajos están ahora recogidos en la exposición Días de verano. De Sorolla a Hopper que desde hoy y hasta el 6 de septiembre alberga el Museo Thyssen.

La muestra está formada por 61 obras, entre las que destacan Al agua (1908), un óleo de Joaquín Sorolla donde unos niños se mueven en un entorno dominado por el sol y el suave batir de las olas; Los pichones (1957), de Picasso, perteneciente a una colección que muestra la bahía de Cannes desde el taller del pintor; La cabaña en Trouville, marea baja (1881), de Claude Monet, en el que destaca el vacío central que ocupa el mar, y El «Martha Mckeen» de Weelfleet (1944), de Hopper, imagen de un velero elegida como seña de identidad de la exposición. Según Lourdes Moreno, comisaria de la muerta y directora artística del Palacio Villalón, esta obras realizan «un retazo del cambio social» que arrancó cuando la burguesía decidió cambiar su lugar de vacaciones.

La exposición temporal da cobijo a una treintena de autores diferentes, como Regoyos, Cecilio Pla, Mariano Fortuny o Eugène Boudin. Pero no todo es lienzo en Días de verano. Junto a los cuadros se exponen una serie de fotografías que sirven para contextualizar el verano de fin de siglo y en la que se observan playas de en Francia, Bélgica, Santander, Biarritz, Cádiz y Málaga. También cuenta el recorrido con varios ejemplares de la indumentaria utilizada a principios del siglo XX por aquellas personas que acudía a la playa. El público podrá disfrutar así de vestidos de verano y trajes de baño de la época, algunos hechos a mano, que dan muestra de las costumbres vacacionales de aquellos años.

Para esta exposición el Thyssen ha contado con la ayuda de otros centros, como el Museo Sorolla, los museos de Bellas Artes de Santander, Bilbao y Álava, el Prado o el Museo de Monserrat.

La baronesa Thyssen se mostró muy contenta con la exposición y afirmó que, ya desde el nombre, «es bonita». También dedicó unos minutos a la inauguración del Pompidou y el Museo Ruso, que se inauguran en la misma semana que Días de verano. En relación a estos nuevas aperturas, declaró que «Málaga se ha convertido en la capital de los museos» y consideró una suerte que la ciudad pueda disfrutar de pinacotecas como el Museo Picasso.