César Lucas fue el fotógrafo del momento. Pocos pueden presumir, entre los años 70 y 80, de haber puesto delante de su objetivo a una lista tan variada como casi interminable de famosas. Fue capaz de desnudar a todas las celebrities del momento sin tener que convertirse en un francotiradador con cámara, escondido en balcones de hoteles y armado hasta los dientes con teleobjetivos de largo alcanze. Tenía el privilegio de entrar y salir a los domicilios de la jet set española sin tener que armarse de fantasía para pedir que le abrieran la puerta, porque al contrario que con otros, a él lo esperaban con los brazos abiertos. Si Marisol era algo así como Ava Gardner, reconocida por unanimidad como «el animal más bello» que ha dado hasta ahora la humanidad, uno se puede hacer la idea de la envidia que podría suscitar Lucas entre el hombre medio español de la época, que soñaba con ser directivo de algo, pero que se tenía que conformar con el griterío de los niños en casa, tras un agurroso jornal de diez horas a cambio de pocas pesetas.

«Yo tenía contacto con muchos medios en ese momento y Marisol era uno de los personajes que más se publicaban en España. Nos entendíamos muy bien y ella se sentía cómoda conmigo», explica quien fuera el proveedor más ilustre de las revistas de alto brillo como Interviú, Hola! o Lecturas.

Hoy, desde su refugio en Marbella donde contempla el suave oleaje que brindan estos días en la Costa del Sol, antes de dirigirse a Málaga para dar su visto bueno al montaje de la exposición, echa la mirada atrás y todavía se sorprende de la fascinación que genera la figura de Marisol muchas décadas después de su adiós voluntario. «Toda la repercusión que está teniendo esta exposición se debe a la figura de Marisol», afirma. Sobre las fotografías, señala que será una selección de imágenes «tomadas entre mediados de los años 70 y 80».