Filarmónica de Málaga

Director: Daniel Klajner.

Programa Sinfonía nº 1 en fa menor, op. 10 de Dmitri Shostakovich y Petrushka (versión de 1947), de Igor Stravinsky.

Nuevamente la escuela rusa, en el arranque del veinte y con las habituales diferencias del auditorio, su reflejo más cristalino se aprecia en las ausencias y ruidos de fondo, protagonizaba el último programa de abono de la OFM, firmando uno de los mejores conciertos de la temporada. No es extraño pensar que en algún momento la hostilidad del público cederá ante la monumentalidad de la obra sinfónica de Shostakovich, cuya única exigencia hacia el oyente se resume en una escucha atenta y desnuda de convencionalismos infundados. Así, el compositor ruso sigue siendo en la actualidad un músico que despierta en uno u otro sentido las pasiones más encendidas.

Dos obras temáticamente separadas, la sinfonía y el ballet; enlazadas en su génesis vital, la presencia del piano como un elemento más dentro del conjunto; y herederas de una tradición, a la sombra de Tchaikovsky, justifican la naturaleza e importancia de la páginas en la batuta invitada del director suizo Daniel Klajner. Músico alejado de excesos coreográficos en el podio, insistentemente preciso y consciente de la importancia de los contrastes dentro del conjunto sinfónico; el resultado es una propuesta convincente tal y como se apreció en la lectura ofrecida por la Filarmónica.

Finalizada en 1925 su estreno en Leningrado se producía en el mes de mayo de hace ahora una centuria, con algunos retoques sugeridos por A. Glazunov. A pesar de ser un ejercicio de grado, la primera de las sinfonías de Shostakovich avanza buena parte de las características formales del músico soviético. Internamente, la sinfonía se desenvuelve en torno a cuatro tiempos clásicos en los que el autor bascula entre la tonalidad y el atractivo de la atonalidad. En el corsé del modelo sonata del Allegretto inicial el compositor sugiere evocaciones camerísticas en los diálogos entre los primeros atriles sobre un hilo perfectamente tejido por la cuerda de la OFM que destacó a base de empaste y un sólido sentido de conjunto. Un Scherzo definen el segundo tiempo, donde la presencia del piano Marian García tomaba cuerpo integrándose plenamente en el discurso propuesto por el maestro Klajner. El lento desarrollaba materiales más cantabile que evocan, en momentos, al Sigfrido wagneriano, dando paso al movimiento conclusivo violento y enérgico en los que maderas y bronces asumían el protagonismo.

Las propuestas armónicas desplegadas por Stravinsky en su Petrushka también sirvieron de inspiración en la Primera de Shostakovich, razón que justificaba cerrar el abono con las desventuras del pelele de paja. Un solo acto, organizado sobre cuatro escenas describe el ballet que entrevió Diáguilev y que se antepuso a la redacción de La consagración de la primavera. Nuevamente, el maestro Klajner hizo una versión centrada en la precisión y el contraste entre las secciones. Al igual que la sinfonía anterior, el piano se incorpora al conjunto sinfónico proponiendo cierta nostalgia concertante.

Programa, por tanto, dotado de excepcionalidad y que supone un respiro a la vocación romántico-nacionalista que ha dominado la actual temporada. No obstante, aún nos quedan varios acercamientos a la encendida centuria pasada con la Sinfonía nº 12 de Shostakovich, entre otras sugerencias.