O también llamada programática en un sentido extenso, dada las dos obras que abrían el concierto pasado de la OFM y concreto, al concebir Liszt y destilar Strauss la figura del poema sinfónico. Poco público en la cita del sábado para el penúltimo de los abonos de la Filarmónica bajo la batuta de su titular Manuel Hernández Silva. Ni tan si quiera la presencia en la escena del cello de Asier Polo pudo remediar la desbandada que notamos entre las butacas. Hay cosas que apetecen inmutables y el esférico tira por tierra hasta el más intencionado de los programas.

Nuevo abono con el nacionalismo alemán del diecinueve como eje para cuatro estilos y acentos propios entorno a tres formas asentadas del repertorio: la obertura, el concierto y el poema sinfónico. En ellas descubrimos un elemento desencadenante que tiene en la literatura un origen motor. Su resultado no es otro que la propia interpretación de las impresiones y emociones volcadas en las palabras, reelaboradas desde el tamiz del pentagrama con la misma frescura y originalidad. No estamos ante páginas subordinadas, sino toda una concepción estética escrita en música, plena de sentido y fuerza.

Mito y psicología, como señala Thomas Mann, están presentes en la obra de Ricardo Wagner. Un elemento vertebrador que se aprecia también en la brillante y festiva obertura de Los Maestros Cantores. La figura del leitmotiv aparece ya claramente expuesto, al punto de sintetizar en la obertura los elementos esenciales del argumento de la ópera: dos fuerzas contrapuestas representadas por los maestros frente al sentido heroico que representan Eva y Walter. Tras una apertura precisa, muy coloreada por los metales poco a poco la interpretación de la OFM fue degradando hasta llegar a la sección final descuadrada y ahogada en un timbre hueco realmente deslucido. Fue, sin duda, el punto anecdótico de todo el concierto.

El Ruggeri de Asier Polo cerraba la primera parte del concierto con una de las páginas de repertorio para cello, el Concierto para violonchelo y orquesta en la menor, de R. Schumann. Schumann la escribió en apenas dos semanas y es justamente anterior a su Sinfonia Renana. Los tres movimientos que la articulan se suceden sin interrupción, por lo que el discurso redactado por el músico gana en proyección. La lectura del solista vasco estuvo dominada por ese tono estilizado y flexible que imprime en sus interpretaciones, extrayendo así toda la fuerza dramática de la obra. Destacar la intensidad del motivo central donde sobresale el sentido cantábile que le impone su propia forma de lied. Idea que la batuta de Hernández Silva supo capturar de los profesores de la OFM.

Tras el descanso llego el turno al poema sinfónico más célebre de Liszt inspirado en un poema de Lamartine, Los Preludios. A diferencia de la lectura wagneriana, la OFM propuso una exposición mucho más cuidada en sus dinámicas, bien contrastada, ofreciendo una versión equilibrada entre las secciones. Sin duda, la extensión de estas premisas encontró en el Don Juan de Strauss su más claro reflejo. El Strauss de la Filarmónica es siempre una experiencia. Debemos anotar la madurez del conjunto subrayando la propia pulsión del protagonista donde no falta ese sentido trágico romántico, a la vez impulsivo y enérgico, nota que también define esta última propuesta de la OFM.