La anterior legislatura del alcalde, Francisco de la Torre, fue la de la efervescencia cultural materializada en la apertura de dos museos, el Pompidou y el Museo Ruso. Bastante va a cambiar en el mandato recién comenzado: en su discurso de investidura el propio primer edil no hizo ni una sola referencia a la cultura -recordemos, bandera de su reelección-, y sus decisiones futuras en este sentido pasan por fusionar las sociedades municipales del Teatro Cervantes y el Festival de Málaga y eliminar una institución, el Instituto Municipal del Libro. Tras el vino y las rosas, la resaca y los adioses.

Por partes. La desaparición -o, en los términos precisos, «futura extinción»- del Instituto Municipal del Libro no pilla por sorpresa a casi nadie. En los momentos más duros de la crisis económica, muchos se preguntaron por la idoneidad de una institución que no había podido trascender lo residual en la vida cultural malagueña. A lo largo de sus algo más de diez años de vida, el IML no ha dispuesto de demasiados recursos para desarrollar un programa ambicioso, desde luego -apenas 67.000 euros en sus últimos ejercicios, de los cuales más del 60% se iba en la nómina de su director, Alfredo Taján-, pero tampoco jamás se ha percibido gran imaginación en su escaleta de actividades: demasiada repetición de nombres -Luis Alberto de Cuenca, un fijo en las actividades- y excesiva dependencia de los formatos habituales -presentaciones de novedades, charlas-conferencia, etc- en este tipo de gestión cultural. Habrá que ver si con la extinción del Instituto desaparecen también los premios que promueve, como los Málaga de Novela, Ensayo y Literatura Infantil.

Otra despedida anunciada es la de Charo Ema, directora-gerente del Teatro Cervantes y que con la fusión de la sociedad municipal del templo y la del Festival de Málaga parece tener la pajita más corta. Es más que probable que el director del certamen cinematográfico, Juan Antonio Vigar, asuma el timón de ambas instituciones, al menos desde el punto de vista administrativo, societario: hombre querido y respetado en la ciudad, ha conseguido salvar los importantes obstáculos que afrontaba el Festival cuando empezó su gestión; aval notable para protagonizar una operación similar a la de José María Luna hace unos meses, la que le convirtió en responsable del nacimiento y desarrollo de los nuevos museos bajo un nuevo paraguas, la Agencia Pública para la Gestión de la Casa Natal de Picasso y otros equipamientos.

Ema llegó a la calle Ramos Marín en 2008 con una papeleta difícil de solventar: su antecesor, Salomón Castiel, se había apuntado importantes éxitos con una programación intachable -recordemos: único concierto de Lou Reed en su temporada- y la crisis acechaba por la esquina de La Mesonera para traducirse en un recorte del 23% del presupuesto para dos teatros -el Cervantes y su hermano menor, el Echegaray, abierto durante la gestión de Ema-. Entonces, la directora-gerente diseñó y ejecutó lo que ella misma denominó «una huida hacia delante»: «Hay que dar más paletadas para conseguir el mismo kilo de arroz. Y eso es lo que explica que se amplíe el número de espectáculos y de funciones», contó en 2013 al preguntársele por la estrategia. Y no le fue mal: consiguió esa temporada récord de espectadores. Aunque en la cultura los balances numéricos deben ser puestos en salmuera: ni rastro queda de ese teatro que programó a Wilco, Animal Collective o Piccola Orchestra Avion Travel y que se anunciaba en publicación de prestigio como Rockdelux en busca de crear una marca registrada. La mano derecha de Charo Ema en la puesta en mercha de esta estrategia, el director de producción Miguel Gallego, tiene todas las papeletas para ser el futuro líder del Cervantes, bajo la atenta mirada de Vigar.

Y todo supervisado por Gemma del Corral, que revalida su puesto en la Concejalía de Cultura: después del huracán Damián Caneda su gestión en un discreto segundo plano ha sido más del gusto de De la Torre. Todo indica que le tocará pilotar cuatros años de amortización de los esfuerzos realizados en los cuatro anteriores y lograr que el perfil bajo al que me temo se va a limitar la cultura desde lo institucional no se note mucho.