No sabe la edad que tiene, pero sí que lleva sesenta años pegando taconazos por el mundo, «que son muchos zapatazos». José Losada Santiago Carrete es un mito del baile flamenco, aunque él no haga ningún caso a los piropos. No quiere vivir de rentas pasadas y prefiere seguir bailando, como hacía «de niño en las calles de Málaga». «Tendría unos 5 años cuando empecé. Después, en el tablao El Refugio, ya comencé a despuntar junto a La Repompa, La Quica, La Cañeta, Pepito Vargas, Chiquito de la Calzada? Allí estábamos todos». Para celebrar estas seis décadas dedicadas al arte jondo, Carrete reúne mañana en el Teatro Echegaray (21.00 horas) a un nutrido grupo de compañeros para ofrecer lo mejor de sí mismo. La Repompa y Chelo Soto al cante; Antonio Soto, Joaquín Losada y Luis Santiago a las guitarras; Luisa Chicano, Ana Fernández y Laura Triviño, al baile y Antonio Heredia Yaya a las palmas y la percusión, forman el elenco artístico de este espectáculo cuyo guión y dirección firma Paco Roji.

El montaje, que inaugura el ciclo Alrededor del Flamenco del Festival Terral, recorre su trayectoria artística desde los comienzos. Martinete-seguiriya para recordar su niñez; la Zambra es el camino del amor; en el Solo de guitarra recordará sus mejores momentos y en las Alegrías Carrete hará un guiño a la sala de la bahía. Tras un descanso las Bulerías harán presente el ritmo; en el Taranto hace un guiño a su madre, Carmen, en su peculiar baile sentado, y en la Colombiana-rumba, finalmente, invocará al espíritu de la fiesta flamenca.

«Siempre he querido parecerme a mí mismo. Tener mi estilo. Pero cuando empecé a bailar me gustaba mucho Antonio El Bailarín, Farruco y Fred Astaire, que me volvía loco. Recuerdo que Astaire me metió algo en el cuerpo que no podía explicar. Lo descubrí en el cine Rialto. Y lo que sacaba de bailar en la calle me lo gastaba en batatas para comer y en la entrada del cine para verlo». Y tanto le metió el actor norteamericano que a Carrete lo conocen también como el Fred Astaire gitano, «aunque no llegué a conocerlo», se lamenta. Su vida ha sido una auténtica aventura. Al llegar a Torremolinos comenzó a trabajar en el tablao El Jaleo, por el que pasaban todas las celebridades que visitaban la Costa del Sol. Sean Connery, Anthony Quinn, Brigitte Bardot o el mismísimo rey Don Juan Carlos fueron testigos de su fuerza escénica. Se casó en Santa Mónica con una norteamericana, se enamoró de una danesa y se marchó a Copenhague, y cuando volvía a su tierra salía de fiesta con Camarón, al que admiraba muchísimo.

Sin intención ninguna de jubilarse, el bailaor acaba de impulsar la Asociación Cultural Rincón Flamenco Amigos de Carrete, un pequeño local en pleno centro de Torremolinos con el que quiere impulsar el arte jondo en la localidad y ofrecer la oportunidad «a los jóvenes a desarrollar su arte».

A sus setenta y pocos -nada se sabe de su partida de nacimiento, pero intuye que nacería sobre el año 1940-, Carrete mantiene la vitalidad de un chaval. Y por eso se emociona y entusiasma cuando habla de las nuevas generaciones de bailaores, a los que siempre ofrece su consejo y ayuda, que no es poco, ya que sus experiencias sobre los escenarios son dignas de una enciclopedia flamenca.