­Desde el verano de 2008, hay un fin de semana al año en el que Ojén se transforma. Durante dos días, deja de ser la calmada villa, el bonito pueblo de las fachadas encaladas, las macetas y las cuestas interminables para acoger a miles de amantes de la música independiente. El pasado viernes, a las 21:30 horas de la noche, la edición 2015 Ojeando Festival dio su pistoletazo de salida con las actuaciones de Dolorosa en el Escenario Plaza, abierto a todo el público y situado la principal plaza del municipio, y The Loud Residents, que inauguraron el mítico Escenario Patio en el que días atrás los niños de Ojén habían celebrado su fin de curso.

Pero el Ojeando comenzó unas horas antes. A partir de las últimas horas de la tarde, cuando el sofocante calor comenzó a dar tregua, los bares del pueblo se llenaron de vecinos, visitantes e incluso de artistas. La magia de esta cita festivalera reside en poder encontrarte en las calles y establecimientos de la villa con los idolatrados cantantes que, un rato antes o después, actuarán sobre las tablas.

Además, las calles se abarrotan con puestos de artesanía medieval, ropa, ilustraciones, comida y el inamovible puesto de los mojitos en la entrada del Escenario Patio, también modernizado con sabores a sandía, fresa o piña. Todo Ojén es indie. De viernes a domingo, la población pasa de los 3000 a 15000 habitantes. Los ojenetos de más edad no serán conscientes, pero en estos días, su municipio ha sido un lugar de culto para los «hípsters». Barbas, camisas tropicales, zapatillas deportivas desgastadas por bailar en otros muchos festivales. El Ojeando hace que se redefina la apariencia clásica y habitual de un pueblo andaluz. En esta reivindicativa edición, de los casi 30 grupos que actuaron, más de 20 fueron andaluces y, concretamente, 17 malagueños. La propuesta estaba clara bajo el lema #OjénPuebloIndie, #BackToBasics o #MadeInMálaga, con los que el ayuntamiento de la villa costasoleña ha remarcado que la cita es la más importante del panorama de música independiente en la provincia, además, haciendo hincapié en que el ADN del festival es malagueño.

Bajo estas premisas, a los fieles a este festival, solo se preocuparon por disfrutar del cartel del festival en sus múltiples escenarios. Tras el santanderino Ángel Stanich, Guadalupe Plata con su blues desde Úbeda o los éxitos de The New Raemon, el viernes también se pudo disfrutar en el Escenario Plaza de las divertidas versiones de grandes clásicos a cargo de Las Ventanas o los temas de Denyse y Los Histéricos.

El sábado, y continuando con la bandera de hacer gala de los grupos malagueños y andaluces, el Ojeando contó con Stone Pillow, Airbag o las grandes cover de Bud Spencer Band. A estos platos, había que sumarle los «cabeza de cartel» del festival. En el patio del colegio, Xoel López, Columpio Asesino o Sr. Chinarro pusieron el broche, o mejor dicho, una chapita moderna, a la octava edición de este festival malagueño.

Aunque la fiesta continuó, como siempre, hasta que salió el sol y los cuerpos aguantaron. No saciados con las sesiones de Carlitos Brigante DJ o We Are Not Djs, que pasaron del Espacio Molino y la Piscina Lounge a cerrar la fiesta en el Escenario Patio, los que no querían que concluyese el festival brincaron hasta las seis de la mañana en el Molino con más música electrónica.

Una edición que quedará para la historia y que concluyó ante los vitorees de «¡Larga vida al Ojeando¡».