­Poco a poco, Málaga va haciéndose parada indispensable para los DJs superestrella, aquellos que vuelan por todo el mundo llevando la fiesta y la música electrónica más popular, menos elitista -que no sólo de Sónar vive el homo electronicus-. Después de que el 4 de agosto el megapinchadiscos David Guetta levante los cuerpos y haga gastar las suelas de los marbellíes en el Estadio Municipal de San Pedro de Alcántara, el gran contendiente del francés en el ranking de selectors más solicitados, Steve Aoki, anuncia que montará un sarao importante en el Auditorio Municipal de la capital el 19 de septiembre. Será, sin duda, la otra gran fiesta de un verano que se prevé movido.

Aoki no tiene un gusto irreprochable sino más bien intuitivo -en sus álbumes como productor hay featurings de Rivers Cuomo, Afrojack, Will.I.Am., Fall Out Boy, Luke Steele... Hasta del director de cine J.J. Abrams-, su talento para mezclar es dudoso y su ambición como compositor y productor es algo escasa. Eso sí, a la hora de organizar un pitote en los megaestadios es único. También controvertido: el DJ, aficionado a tirar tartas al público «como gesto de amor» también suele saltar del escenario para surfear sobre el público en una barca hinchable y hace unas semanas le terminó rompiendo el cuello a una fan durante la rutina -con la consiguiente demanda de la víctima-; por supuesto, en España jamás se olvidará el nombre de Steve Aoki: él fue el gran reclamo de aquella aciaga fiesta de Halloween en el Madrid Arena que terminó con la muerte de cinco jóvenes.

Mejor pagado. Aoki, hijo del exluchador olímpico y magnate de la hostelería Rocky Aoki -propietario de Benihana- y hermanastro de la actriz y modelo Devon Aoki, es el quinto DJ mejor pagado del mundo, según la revista Forbes, que calculado que en doce meses el de Miami se embolsa unos 23 millones de euros. Y todo gracias a su efectista versión del EDM (Electronic Dance Music) de Skrillex y similares, al que Aoki añade una mirada desprejuiciada -de hecho, antes de la electrónica militó en varias bandas punk- y una tremenda visión empresarial. «Voy donde mi pasión me lleva», suele comentar este hombre orquesta, que tiene a su nombre una línea de ropa, un restaurante de barbacoa coreana y un modelo particular de auriculares. Y también algún que otro récord Guinness: consiguió mantener gritando continuamente al público de una de sus sesiones durante más de dos minutos y medio. Como habrán podido adivinar, su fiesta malagueña será de todo menos ortodoxa.