El domingo se te quebró el corazón, sin lugar a dudas de tanto usarlo, querido Javier; el uso y el abuso de la maquinaria en tantas Marietas, versos y besos, amigos y hermanos de camino, te dio plantón de madrugada dejándonos a todos con cara de «gilipollas». Eras un lujo que este país no merecía, como decía tu compadre Joaquín, claro ejemplo de que la meritocracia en esta España ni está ni se le espera, aunque he de confesar que egoístamente lo prefería así, para disfrutarte en la cercanía, en todo el esplendor de tu persona en un escenario ínfimo y con tus músicos de siempre. Nos das donde más duele los que amamos y cuidados el lenguaje en las canciones, pasamos de los cuatro a los tres gatos por los que merece la pena sacar el libreto del CD y leérselo de arriba a abajo; seguiremos publicando nuestras zozobras completas, buscando esa frase que te levante de la silla, y haciendo lo que nos dé la gana con lo que más nos gusta. Tu muerte no me llena de tristeza; las flores que saldrán por tu cabeza algo darán de aroma. Hasta dentro de un rato, maestro Javier Krahe.

«Habrán premiado su labor artística, porque sus letras no las entienden ni los que hablan inglés». Decía con mucha retranca Krahe cuando le dieron el Principe de Asturias al tito Bob Dylan, que ha estado esta semana pasada por estos lares, dando buena cuenta de su buena forma y su entrega inusitada desde que soltó la guitarra y se centró en el cante. Ha tenido teloneros de alto postín como Calamaro, Los Lobos o Pájaro... Los amigos Evangelistas se quejaban del maltrato sufrido por los secuaces de Bob, que no les dejaron sonar bien. Qué casualidad que los que están metidos con calzador son los que se quejan. Menos humos y más humildad, los amigos indie-genas suelen pasarse por el forro el respeto a un tipo que ha influido en Hendrix, Los Beatles, Rolling Stones... En fin, hablamos antes de meritocracia patria, pues tomen nota.

Mérito y mucho tiene el prócer Candy Caramelo, que nos hizo saltar la tapa de los sesos en la Sala Sol el pasado jueves, presentando su disco El Hombre Orquesta, rodeado de una banda increíble, y un Diego García El Twanguero que se salió del traje como artista invitado. Un público entregado desde el primer acorde y muchos conocidos, como Julian Maeso o José Niño Bruno entre el público, sudó, cantó y bailó gracias una actitud sobre el escenario de las que deberían hacer un vídeo y ponérselo en bucle a todo el que se quiere dedicar a esto. Gran repertorio, gran sonido y pañuelos blancos unánimes al terminar el recital. Juntar la estética, la ética y las buenas canciones, decir que haces rock y ver un concierto de rock de verdad, hoy en día es complicado; el gato por liebre de los pitillos te lo dan con facilidad, autenticidad y verdad, segundo round de meritocracia musical, festivales estivales, todos son iguales, entre col y col, una lechuga por dios, a ver si se pega algo. Después. celebración por todo lo alto, risas y a salir corriendo a Málaga a seguir con los compromisos musicales de un servidor, que sólo me hace falta aprovechar el viaje en AVE para hacer un acústico en la cafetería.

Hablando de compromisos musicales, este sábado tengo uno que me hace especial ilusión -aparte de la cita que celebra el gran Pepe Salas en La Cochera por su cumpleaños-: la invitación por parte de mis amigos Los Parramboleros, murcianos y enamorados de los boleros y la música romántica a acompañarles en su presentación en el Teatro Cervantes de Málaga, con un tango abolerado. Todo un lujo sentirse acompañado por semejante grupo con más de veinte músicos en el escenario. Éstos son los regalos que te alegran la existencia y te dan la razón cuando dudas de tirar tanto de corazón; sólo hay que saber enfocar bien esa energía en gente que merece la pena. Prefiero caminar con una duda, que con un mal axioma, el ínclito y maravilloso, el de los dedos vertiginosos, el rock duro de Javier Krahe.