­Ha venido varias veces a Málaga y ahora la mexicana Lila Downs regresa a la ciudad. Lo hará el 30 de julio dentro del Terral, el festival veraniego del Teatro Cervantes, y para presentar Balas y chocolate, que considera una continuación del anterior Pecados y milagros y vuelve a jugar con términos contrapuestos. «Buscaba expresar esa melancolía tan presente en el ritual del día de los muertos, pero también la felicidad y el sentido de celebración que tiene para nosotros esa especial convivencia de opuestos», comenta la cantante en conversación telefónica.

El proceso de grabación, sin embargo, ha sido diferente al de sus anteriores trabajos. «Participamos en unos talleres destinados a componer canciones para teatro musical y decidimos invitar a los músicos de mi banda, La Misteriosa, a venir a Oaxaca para grabar. Les proponía ideas, entre todos probamos diferentes cosas, y de ahí surgió el disco. Es la primera vez que, aparte de mi marido, Paul Cohen, la banda comparte el crédito de los arreglos, porque sentí que todo fluía de una manera distinta. Me ha gustado mucho esta manera de trabajar, creo que repetiremos en lugar de volver a la anterior».

Como es habitual en los discos de Lila Downs, Balas y chocolate contiene una variedad de ritmos inabarcable, que puede ir de la cumbia o el reggaetón al rap, el pop, el klezmer o el mariachi. Con ella, la etiqueta de world music se queda muy pequeña. «Ahora somos regional mexicano [risas]. Incluso en Estados Unidos está cambiando el concepto. Nos conviene de las dos formas. Es maravilloso ver que el público crece y le atrae lo que hacemos, aunque nademos contra la corriente».

Así ha sido en España, donde ha pasado de ser una artista de culto a congregar cantidades cada vez mayores de gente, que se identifica con su combinación de tradición y modernidad, nuevamente hilo conductor de su actual gira. «Empezamos a tocar por Estados Unidos con el material del nuevo disco y nos dimos cuenta de que hay mucha muerte en las canciones, así que lo vamos a combinar con el repertorio de Pecados y milagros y hits anteriores», explica, aunque la presencia de la muerte resulte de crucial importancia en su cultura. «El de los muertos es el día más importante para las reuniones familiares. Mi madre siempre quiere que participe en la hechura del mole que se le hace a mi abuela y a mi padre. Se pone el chocolate desde bien temprano, se muele el cacao, se tuesta, es un ritual, así que voy a tratar de hablar un poco de eso, para que la gente lo conozca».

Si hay una canción que destaca en el disco es La patria madrina, escogida como primer single. «Es un tema que empecé a componer hace más o menos un año, una canción narrativa, que me imaginé como un mural de Diego Rivera, y que va narrando cómo pones la televisión o enciendes el ordenador y lo primero que ves son noticias sobre decapitaciones y mujeres desaparecidas, pero sigues con tu día. Esa es nuestra realidad ahora. Trataba de darme ánimos a mí misma, de pensar en un estribillo que me levantara, que sirviera para comunicar que sigo queriendo a mi país a pesar de que muchos políticos le hacen daño. Y lo seguiré pensando, como un mantra: Todo amaneció mejor».

En la canción colabora Juanes. «Quise estar acompañada de un hermano, colombiano en este caso. Hace tiempo que le admiro por sus canciones relacionadas con la unión de los latinoamericanos, y por su talento para cantar y para componer. En el disco también está Juan Gabriel, que canta en La farsante. Le tengo mucho respeto, y al principio no me atrevía a invitarlo. De hecho, en las compañías de discos me decían que no sería posible, pero lo intenté y lo conseguí. Le hablé lindo, el me habló lindo también, todo por medio de internet, grabó su parte y ya».