­El amor por la palabra, por los libros, por las historias y por el conocimiento reunió en la librería Proteo a un nutrido grupo de escritores que representan a parte de la narrativa emergente de Málaga. En sólo 2 minutos, cada autor debía presentar el resumen de su propia vida dedicada a las letras, hasta que una alarma señalaba el toque de queda a unos intervinientes para los que el plazo siempre era exiguo; o sea, una especie de adaptación literaria del pechakucha, encuentros de emprendedores japoneses para presentar sus proyectos y poner en común ideas.

En Proteo se citaron escritores que ejercen profesiones muy diversas, pero que aprovechan el escaso tiempo del que disponen para su empeño por hacerse un hueco en el intrincado y enrevesado mundo de la literatura.

Acto seguido de las sucesivas intervenciones, los escritores se enfrascaron en un potente debate acerca de la actualidad del mundo libro. Y es que si la elaboración de un buen relato ya resulta de una dificultad pasmosa, no conviene imaginar las complejidades con las que hay que lidiar a la hora de publicar o comercializar el producto. Sin embargo, un haz de luz se divisa en el horizonte gracias a las pequeñas editoriales, se pudo concluir ayer: «El mundo de la edición en España está en manos de unos editores muy fuertes, que colapsan la salida de obras y tienen amordazadas a personas que no pueden decir lo que piensan, mientras que los medios tecnológicos y las pequeñas ediciones hacen que a nivel local estas personas puedan escribir lo que quieran siempre desde el respeto», señaló Jesús Otaola, presidente de Ediciones del Genal.

La piratería, cómo no, y sus efectos también ocuparon buena parte del debate. Augusto López, autor de Las Aventuras del Doctor P.Dante, quiso poner la nota discordante: «El problema principal no reside en la piratería, sino en la industria editorial que se debe adaptar a los nuevos tiempos. Muchas veces pensamos en quien se baja una película o un libro pero ellos son el eslabón más débil de la cadena».

Los escritores también analizaron los distintos factores que perjudican al consumo de ejemplares en nuestro país. El precio «delictivo» de muchas de las obras es un síntoma inequívoco de la mala salud del papel: «El precio de los libros es desorbitado. Que te cueste un libro 17 ó 18 euros es vergonzoso», sentenció Jonatan Santos, autor de Las Mujeres que fui.

La sociedad en la que nos hayamos inmersos, basada en la imagen y que ha descuidado un tanto el valor de la palabra, fomenta una educación precaria a la hora de motivar al estudiante para que se inmiscuya en el apasionante mundo de las letras. Isabel Anaya, que además de escritora ejerce de profesora, ha tratado el tema de primera mano y nos instruyó en el caso: «Las nuevas generaciones están construidas con la imagen. No puedes competir con una imagen. La atención sostenida es la primera que se ve afectada y hay mucha gente incapaz de mantener su concentración en un libro, porque implica un trabajo del cerebro mucho más amplio».

Por último, se envió un mensaje de esperanza a todos aquellos que dan sus primeros pasos en la literatura pero que tienen miedo de afrontar el tortuoso camino. Para crear un libro, hay que leer mil, hay que cerciorarse de que el trabajo es bueno, apoyándose en talleres de letura cuya formación depende mucho del profesor que los imparta. Pero lo más importante es no rendirse ante la dificultad porque, como dijo Prévost, «el hallazgo afortunado de un buen libro puede cambiar el destino de un alma».