En un intento por retener la ligereza de la atmósfera, Eugène Boudin creó efectos poéticos en sus representaciones de los cielos de Normandía. Pionero en la pintura de escenas de playa con personajes, la preocupación de Boudin se dividió en mostrar los efectos cambiantes del aire y la actitud de la sociedad en la playa. El pintor se emocionaba al recrear esos aspectos del paisaje inasibles al ser humano y que son los verdaderos protagonistas de sus obras.

En la obra de la Colección Carmen Thyssen Figuras en la playa de Trouville, 1969, que puede verse en la exposición Días de verano: de Sorolla a Hopper, aparece un grupo en una playa frente a la puesta de sol. Bajo un cielo turbio con reflejos de la última luz, hallamos a quienes ocuparon las arenas doradas de las poblaciones costeras del norte a mediados del siglo XIX.

El grupo comparte el espacio compositivo asignado a la tierra y al mar, que representa sólo un tercio de la superficie del cuadro. Hombres y mujeres, de pie, conversando, o sentados en sillas de enea. Con sus trajes elegantes de polisón y sus pequeños y sofisticados sombreros, estas damas elegantes constituían una presencia novedosa y singular. Nunca antes la playa había sido utilizada así. Fue un lugar inhóspito y solitario, ocasional espacio para pescadores, que se convertía ahora en un sitio extrañado y distinto por la presencia de grupos aristocráticos y burgueses. El cambio social se produjo a partir de las investigaciones higienistas, y hacia la mitad del siglo XIX comenzaron a disfrutar de los baños de mar. Empleaban su tiempo libre en el descanso, pero también se beneficiaron de las relaciones para los negocios o establecieron pactos de familia a través de matrimonios consensuados en tertulias de sobremesas o en las largas tardes del estío. En un principio fue privilegio de unos pocos, espacios de disfrute exclusivo, pero después, y muy a su pesar, influyeron en la aceptación de una nueva forma de ocio, y en la creación de una industria, que acabó necesitando de la participación y el consumo de sectores más populares.

Nacido en Honfleur, Boudin estuvo estrechamente vinculado al mar a lo largo de su vida. Hijo de un marino, a los diez años trabajó en un barco de vapor. Vivió el desarrollo de los pueblos de la costa normanda, lugares que padecieron una gran transformación. El poderoso duque de Morny, hermanastro del emperador, influyó en el impulso de Deauville como ciudad de veraneo. En poco tiempo duplicó su población y se convirtió en tierra prometida de una sociedad elegante que buscaba descanso y diversión. Situación similar vivieron otras poblaciones normandas, la cercana Trouville fue visitada por pintores y escritores, igual ocurrió con la prestigiosa Biarritz, más al sur, lugar de veraneo de los emperadores y su corte.

La vibración de la atmósfera, el temblor del aire y los cambios del celaje, con el caminar de las nubes, le valieron a Boudin el sobrenombre de rey de los cielos, cumplido que le regaló el pintor Camille Corot. Con sus obras, la mayoría de pequeño formato, obtuvo éxito económico y reconocimiento, pero también alguna crítica por realizar pinturas con la burguesía como protagonista; para Boudin los burgueses también necesitaban un maestro que les pintara.

En sus obras introdujo la brevedad del instante. El sentido del tiempo comenzaba a aparecer en los cuadros. Era la concepción temporal de Bergson y de Proust, la conciencia del instante que justo ya se ha ido y no volverá jamás. Este pensamiento, innovador en la pintura, era el principio de una preocupación que se convertiría en protagonista de algunos movimientos de vanguardia, como el cubismo, años después.

Baudelaire sentía una especial predilección por la obra de Boudin y elogió sus escenas marinas y los amplios celajes preñados de nubes ejecutados por su mano. La visión suspicaz del poeta fue proverbial para construir, a través de sus críticas, una arquitectura de la modernidad. Contribuyó con sus reflexiones a proyectar la importancia del pintor normando y su extraordinaria sensibilidad sirvió de apoyo para otros creadores. Según Baudelaire, fue pintor de la modernidad, porque sus escenas apenas tenían narración.

La influencia de Boudin sobre Monet fue crucial. Precursor del impresionismo, le mostró el camino de la representación del instante fugaz, y después Monet lo aplicó con determinación en sus series.

En el ocaso de su vida, Claude Monet recordaba a su biógrafo, Gustave Geffroy, la experiencia con Boudin, a quien consideraba su maestro. Llegué a sentirme fascinado con sus bocetos, hijos de lo que yo llamo instantaneidad. Porque fue Boudin quien alentó a Monet a dejar el estudio y salir a pintar al aire libre. Y por eso, años más tarde, sin dudarlo, Monet diría: «Debo todo lo que soy a Boudin, y le estoy muy agradecido por mi éxito».

*Lourdes Moreno es directora del Museo Carmen Thyssen