¿Cuál es su conexión con Carlos Cano, es exclusivamente musical o algo más allá?

Hay un momento en mi carrera, un punto de inflexión donde empiezo a pedir mi propia música, tanto a autores noveles como consagrados. Y la figura de Carlos Cano es muy importante para mí en ese proceso. Porque yo no quería perder la raíz clásica, ese poso de la copla de los cuarenta y los cincuenta, pero sí quería hacer mis propias canciones. En este sentido, no quería perder de vista lo que hizo Carlos Cano, esa música comprometida, casi canción de autor, pero tan popular al mismo tiempo, tan enraizada en la copla... Lorca, Falla, la música francesa... En fin, quizá ese faro que ha sido para mí Carlos Cano ha permitido que yo haya hecho mi carrera, junto con la música de cantautor, como la de Serrat, que también ha sido muy importante. Pero Carlos Cano me iluminó muchísimo, porque con él entendí que se podía hacer copla actual, comprometida con el tiempo que nos ha tocado vivir, pero, por supuesto, sin menospreciar lo clásico, sin perder ese talante de música popular que sigo teniendo.

¿Está hablando de una toma de posición política a través de su música?

Sí. Social, sin duda. Todo es político, todo es social. No hablo de decantarse por lo partidario, pero sí por el ser humano. En definitiva, se trata de no hablar sólo del amor, de la amistad, de los celos..., sino también de otros temas. Eso sí, siempre desde una visión positiva, que es otra herencia de Carlos Cano. Él hablaba de la problemática social desde la esperanza, desde la perspectiva del cambio posible, no desde la melancolía o desde sentimientos negativos.

Muchas veces, historias serias, incluso tristes, cantadas con ritmos alegres...

Depende de cada canción en concreto... Pero cuando uno canta, su mal espanta, ¿no? Cuando uno canta el dolor que lleva dentro, se está curando al mismo tiempo. Al menos, yo, cuando canto, me curo mucho. Y bueno, también está la burla, que forma parte de ese Carlos Cano del carnaval y de Cádiz, tan presente en sus canciones y en Andalucía.

¿Han pasado definitivamente los malos momentos que atravesó la copla durante la Transición?

Sí, pasó por malos momentos porque, equivocadamente, quedó vinculada al franquismo y había mucha gente a la que eso le resultaba complicado. Pero bueno, afortunadamente, eso cambió, porque yo creo que Franco era coplero, pero la copla no era franquista. ¿Se nos ve un poquito el plumero, eh? En fin, ahí queda... No, en serio, la copla nace del sentimiento, de la necesidad del pueblo de contar lo que le pasa, de la tierra...

Aquello pasó. ¿Y en qué momento está ahora Pasión Vega?

Siempre digo que me gustaría seguir siendo una niña, me encanta ser infantil. Pero la verdad es que estoy en una etapa de madre, de madre leona, porque tengo una niña pequeñita que me trae loca. Aunque, por otro lado, sí me ha devuelto a la infancia, porque juego mucho con ella.

Incluso ahí hay un lado oscuro...

Sí, es verdad. El sufrimiento por lo que pueda pasar, el sacrificio... Pero es muy bonito amar de esa manera, es precioso.

­Si pudiera dejarle un poco más arregladito el mundo a su hija, ¿qué haría?

Bueno, habría que cambiar más de dos o tres cosas, porque lo estamos complicando un poco... Pero fíjate, aunque quizá sea una idea demasiado utópica, me gustaría que amáramos de verdad la naturaleza y nos hiciéramos parte de ella. Ese sentirnos como un eslabón de una gran cadena muy grande nos iría muy bien, iría en contra del individualismo y el egoísmo. Sí, la verdad es que me gustaría mucho dejarle a mi hija un mundo más bonito, pero va a ser complicado... Yo haré lo que pueda.

En usted no todo es cantar, sino también interpretar las canciones, actuar.

Son las propias canciones las que te ayudan a rebuscar en ti misma y a expresar un sentimiento que es completamente honesto porque sale de tu interior. Evidentemente, cuando te subes a un escenario te conviertes en una intérprete. Ocurre como con las actrices, hay días que tienes que echar mano de los recursos que tienes a tu alcance para poder interpretar esas canciones, porque muchas veces se te hace un nudo en la garganta...

¿Entonces cambian mucho las canciones y, consecuentemente, los espectáculos de un día para otro?

Sí, sí, sí... La verdad es que yo soy una mujer muy sensible en ese sentido y siempre tengo que estar muy concentrada para conseguir ese equilibrio entre la interpretación, lo que tú quieres contarle al público, y la garganta. Porque tampoco hay que caer en el exceso, tiene que haber un porqué.

Pero si un día tuviera que elegir entre cantar bien y cantar de verdad...

Cantar de verdad. Siempre. Eso es lo único que te permite transmitir, comunicarte con el público. Ni siquiera hace falta tener una gran voz para ser cantante.

Quizá no una gran voz, pero sí alguna otra cosa. ¿Por qué es usted cantante?

Pues no lo sé. He sido siempre una persona tan tímida...

¿Y qué es el público?

Como la continuidad de mi propio corazón. Cuando estoy cantando y noto que el público siente lo mismo que yo, es como si todo se multiplicara en el corazón, esa expresión, el alma hacia los demás. Independientemente, claro, de que el público es también el que un día pude darte un sí tremendo y olvidarte al día siguiente. Desgraciadamente, en este país cuesta todo mucho: hay artistas con un enorme talento y que, como tienen 60 años, nos hemos olvidado de ellos.