Con el recuerdo vivo y emocionado hacia quien fue mi maestro, quiero dedicar hoy estas líneas a la memoria del catedrático y pianista Horacio Socías. Todavía apenados y nostálgicos por la reciente pérdida de este prestigioso profesor (Málaga, 11 de agosto de 2015), siempre añoraremos a este madrileño de origen que supo instalar en nuestro Conservatorio malagueño las bases de una Escuela de Piano, sostenida por la dedicación constante de su magisterio, ejercido con rigor y calidad. Su honestidad en el aula y su vocación le convirtieron pronto en un referente de la pedagogía musical en esta ciudad, desempeñando esta tarea docente con convicción hasta el momento de su jubilación en septiembre de 1997.

Pianista nacido en Madrid el 12 de octubre de 1931, desde muy temprana edad se traslada con su familia a Málaga, donde será alumno del Conservatorio Superior de esta ciudad, recibiendo las primeras lecciones de profesoras tan reputadas como Mª Luisa Soriano y Julia Torras. Esta última dejará una profunda huella en la etapa de perfeccionamiento del joven Socías. Fue alumno destacado de Antonio Iglesias, Amparo Iturbi, Federico Mompou, Lazare Levi, Alicia de Larrocha, y sobre todo del ilustre maestro de maestros, José Cubiles, en el Conservatorio madrileño, donde convivió con otros grandes pianistas como el malagueño Manuel Carra. Al poco tiempo se producirá su estancia en París de la mano del pianista Alexis Weissenberg, siendo estos dos últimos años especialmente influyentes en su carrera artística.

Como fruto de una amplia formación, jalonada por numerosos premios y galardones, destacando su Diploma de Honor Fin de Carrera en Música de Cámara y en Perfeccionamiento, Primer Premio de Virtuosismo, el Segundo Premio en el Concurso Internacional de Jaén, o la Mención de Honor en el Primer Curso Internacional de Piano Música en Compostela entre otros. Su trayectoria se fue consolidando a través de una etapa brillante como concertista en recitales y como solista con orquesta.

Entre su variado repertorio, en el grupo preferido de obras no faltaban sus imprescindibles Tres B (Bach, Beethoven y Brahms), en interpretaciones presididas por un magnífico sonido, equilibrado fraseo y bella dicción musical. El buen gusto y la elegancia de sus gestos ante el instrumento acompañaban la imagen de un pianista de raza, que hacía gala de la excelente escuela que había heredado.

En 1959 obtuvo por unanimidad la Cátedra de Piano que había dejado ya vacante Julia Torras, convirtiéndose así en el catedrático más joven de España. Desde entonces Horacio Socías ejerció la docencia ininterrumpida en el Conservatorio Superior de nuestra ciudad dando fe de sus incuestionables dotes pedagógicas, sus exigencias en la preparación del repertorio, y su responsabilidad para guiar la comprensión musical de cada pieza. Concedía importancia a la fidelidad del texto, al dominio de la técnica al servicio de una interpretación correcta y fiel a la partitura.

Aún tengo presente el recuerdo de sus rigurosas clases, en las que el profesor Socías se mostraba cómplice de nuestros avances, cuidaba atentamente los primeros pasos en la lectura de las obras, así como de la puesta final en escena del repertorio. Probablemente la veteranía, sus conocimientos y la intuición personal guiaron el sendero profesional de este reconocido catedrático. Con el paso de los años, orgullosos ambos del trabajo bien realizado, desde mi prisma como profesora y pianista seguí admirándole y apreciándole, continuaban los encuentros, las charlas donde siempre permanecía la buena música, los progresos que mi carrera iba dando, mis pasos, mis logros, que compartidos con mi maestro eran aún más grandes, más hermosos.

Siempre emocionado por mi visita en Navidad, o por mis llamadas el 12 de octubre de cada año -su cumpleaños-, no podía evitar esa sonrisa agradecida que brotaba espontáneamente de su corazón. Atrás quedan intensos recuerdos, numerosas vivencias en torno a la música y a la vida, la ilusión conjunta de aquel profesor y esta alumna, que siempre le recordará con la misma intensidad y con el cariño intacto. ¡Gracias, maestro, por todo y por tanto! Descanse en paz.