Si hacemos una sencilla magia lingüística y a Battiato le quitamos una a del apellido quedaría en italiano battito, palabra que quiere decir latido en la lengua de Pirandello y que no iría demasiado desencaminada para describir el pulso que sostiene la compleja y multidisciplinaria obra de un artista que compone música desde hace casi medio siglo, prácticamente el mismo tiempo que ha pasado, o eso asegura él en alguna entrevista, desde que se enamoró por última vez de otro ser humano. Eso no impide que el polifacético creador subraye a este diario que «la estación de los amores todavía brilla», parafraseando el título de una de sus celebradas composiciones, quizás en alusión a que se declara amante de «la vida, la meditación, los árboles, las flores...», como apuntó alguna vez. Medio centenar de años de carrera dan para bastante, pero el cantautor italiano, por mucho que asegure en alguna entrevista que ahora lo «único» que le falta es «un buen pasaje, una buena muerte», no se ha jubilado todavía de los escenarios. De hecho, la semana pasada estuvo en nuestro país, en una serie de recitales con los que pretendía condensar su carrera.

A Battiato no le resultó fácil resumir una trayectoria tan fecunda y donde compiten los temas que se caracterizan por llegar al corazón de un público heterogéneo, pero sobre todo a quienes le descubrieron, de la adolescencia en adelante, en 1987. En una de sus últimas actuaciones en España, en marzo de este año, en Barcelona, el músico combinó lo experimental con las canciones consagradas en un español que acabó por derivar al italiano. El show acabó con el público de pie, haciendo coros, y disculpando ciertos lapsus de memoria de un maestro que bromea al referirse a sí mismo en la entrevista como un ser «inmortal». Aunque eso de creer en la reencarnación supuestamente le otorga cierta ventaja en ese terreno. Lo que sí está claro es que, pese a que el siciliano que no responde a los tópicos de las películas inspiradas en Mario Puzo ha cumplido ya los 70 años -el siniestro que interrumpió su gira ocurrió una semana antes-, su genio experimental no conoce la fecha de caducidad. Mientras los actores se quejan de cómo al envejecer cada vez les cuesta más conseguir buenos papeles, la edad no influye entre los acólitos de la musa Euterpe. «En el caso de la música tenemos una ventaja: no actuamos», señala en una entrevista a este diario, realizara a través de un cuestionario, en la que se muestra lacónico para ratificar la fama de quien evita prodigarse en exceso con los medios. Una reticencia comprensible si se tiene en cuenta que Battiato necesita todo el tiempo del que dispone, y más, para dar rienda suelta a todas sus facetas creativas. De hecho, esa supuesta falta de tiempo fue el pero fundamental que le pusieron quienes criticaron su nombramiento como asesor de cultura por parte del presidente de la junta regional de Sicilia. Aunque Battiato ocupó el cargo por amor al arte y a la región (sin remuneración), no fue la carencia de dedicación lo que acabó en cinco meses, en marzo de 2013, con esa carrera de refilón en la política, sino unas polémicas declaraciones en la que aconsejaba a los parlamentarios italianos que «harían mejor abriendo un prostíbulo».

Faceta

Quienes advertían de que estaba demasiado ocupado para el cargo pensaban sobre todo en la música, la faceta más conocida de este poliédrico artista que no se molesta por que otras bandas tomen «prestados» alguna de sus melodías («no tengo ese tipo de problemas», afirma). Esta disciplina, un ámbito en el que nunca deja de experimentar, desde el principio, cuando empezó, hasta el final, como demuestra su colaboración con Antony Hegarty (Antony and the Johnsons) -un «encuentro», afirma, que fue «fulminante para ambos»- o su último trabajo, el trigésimo, titulado con un explícito Joe Patti’s experimental group, es solo la que más sobresale en una lista que abarca también la pintura, un proyecto editorial -que revela su especial predilección por el misticismo de Gurdjieff- o la realización de películas.

Por ello, cuando se le pregunta a este cantautor nacido en tierras no muy alejadas de África, como él mismo suele decir, cuál es el legado que pretende dejar a la humanidad aparte de su música, no menciona el texto de Testamento, una de las canciones incluidas en su disco Ábrete Sésamo (2012). A pesar de que en la letra de ese tema recuerda a la humanidad que «No fuisteis hechos para vivir como bestias / sino para perseguir virtud y conocimiento» (tomando prestadas las palabras de la Divina Comedia, de Dante), considera que la herencia más trascendental que transmite a sus congéneres es Attraversando il bardo (del año pasado).

En este trabajo, que incluye un libro y un DVD y cuyo título alude a una de las obras de cabecera de Battiato, en consonancia con su fascinación por la filosofía oriental, El libro tibetano de los muertos, Battiato hace de guía a través de sentencias de monjes tibetanos, teólogos, filósofos, investigadores, astrólogos o físicos cuánticos. Además de su propio testimonio, como estas palabras, que bien podrían formar par te de la letra de una de sus canciones: «Todos somos prisioneros de nuestros hábitos, miedos, ilusiones. El sufrimiento nos debería llevar a abandonar el ego que cierra el camino de regreso a nuestra naturaleza divina (...) El sentido de nuestra existencia terrenal es crecer, convertirnos en seres completos y volver a la unidad». Ese mensaje subyace detrás de muchos de las expresiones de su obra cantada. Desde siempre, el creador nacido en Jonia, ahora Riposto, ha estado influido por el pensamiento que viene de Oriente, desde el sufismo hasta el budismo. De hecho, la afición de Battiato por la cultura árabe, el Islam y el sufismo le llevó a estudiar en su juventud durante tres años en el IsMEO (Istituto Italiano per il Medio ed Estremo Oriente) de Milán, una institución creada para promover las relaciones culturales, pero también sociales y económicas, con los países asiáticos. Y sus lazos con esa cultura no se acaban ahí: también publicó varios libros sobre sufismo, sin olvidar que «de vez en cuando», sostiene, «nos divertimos tocando con un grupo árabe». En esa línea, el «sedentario nómada» Battiato lleva una vida retirada y casi monacal (se ha vuelto abstemio, dejó el tabaco hace quince años, es un paladín del vegetarianismo desde hace tres décadas y, de hacer caso al pie de la letra de sus palabras, también abandonó el sexo hace más de un año) y asegura públicamente que cree en la reencarnación (aunque confía en que no le toque volver a experimentar el mundo en la forma de alguien semejante a Berlusconi). Pero no se limita a empaparse de esas influencias, aunque estas sean sus predilectas en los últimos tiempos e incluso inspiren a alguna universidad para impartir un seminario de doctorado específico sobre ese enfoque de su obra, algo que Battiato ignoraba, pero que considera un gesto que muestra «la bondad de los españoles» y que agradece «mucho». El artista suele contar que ha estudiado «todas las religiones», también el cristianismo, el judaísmo o el hinduismo, y que «bebe» de todas ellas, intentando quedarse con «lo mejor». Ese eclecticismo con inclinación a lo que se aparta de lo mundano, como los místicos a quienes admira, ha quedado retratado en su periplo por la música y el arte. «En mi carrera en general he frecuentado varios géneros y estoy contento sobre todo por las canciones espirituales», explica. Aunque al mismo tiempo es consciente de que estos no son precisamente los mejores para esas apuestas en las que «se quiere otra vida». A pesar de que en muchas de sus canciones hay un llamamiento a liberarse de las posesiones materiales y a buscar el ser por encima del tener, concede que la sociedad se ha vuelto cada vez más materialista. «Sí, hemos perdido la espiritualidad», responde de forma taxativa a la cuestión.

Por otra parte, Battiato no cierra los ojos a la realidad y observa los cambios que tienen lugar en una Europa azotada por la crisis y sus consecuencias y en donde ciertos movimientos populares en todo el sur del continente reclaman más cuotas de poder o una forma diferente de ejercerlo. Ciudadanos que corearían con entusiasmo algunas de sus letras, como aquella que reza «Mi pobre patria, aplastada por abusos del poder / de gente infame que no conoce el pudor, / se creen los dueños todopoderosos / y piensan que les pertenece todo». Al respecto, Battiato asegura: «Estamos todos en crisis, desde España hasta Grecia». «La primavera tarda en llegar», remacha, recurriendo al verso que cierra esa canción.

Aunque el responsable de las letras de ese disco (Ábrete Sésamo, de cuya versión en español fueron cómplices necesarios J, de Los Planetas, y Manu Ferrón, de Grupo de Expertos Solynieve) no fue Battiato, sino el filósofo Manlio Sgalambro, la fructífera alianza que se inició entre ambos en 1993, cuando se conocieron casualmente en la presentación de un libro de poesía de un amigo común, demuestra la sintonía del equipo que formaban. Hasta el punto de que para Battiato la colaboración con Manlio Sgalambro, que falleció en marzo del año pasado y dejó en el corazón del siciliano un «dolor muy fuerte», fue «divertida y profunda... inolvidable». Pese a esos textos que reflejan el espíritu de su/nuestro tiempo, Battiato no se muestra del todo pesimista. Preguntado sobre si es posible «descubrir el alba dentro de las sombras», responde: «Alguno lo ha logrado».