Avalado por Sánchez Dragó y Roser Amills, entre otros, el malagueño Joaquín Campos ha publicado su segunda novela en un año, "Doble ictus" (Espuela de la Plata), en la que, ha dicho a Efe, hace la "autopsia de un noviazgo" partiendo de su relación en Camboya con una americana defensora de jemeres rojos.

Chef además de escritor, Joaquín Campos dejará su restaurante en Camboya la última semana de septiembre para presentar en media docena de ciudades españolas y en Berlín su nueva obra, con la que podría aspirar, en caso de que ese galardón existiera, a escritor más políticamente incorrecto en lengua española.

De ese título ya pudo hacerse acreedor con su novela anterior, "Faltan moscas para tanta mierda", aunque él, ha confesado a Efe, se hubiera conformado con crear un conflicto diplomático con China, ya que en ese libro recogió su experiencia como empresario en el gigante asiático, continente en el que vive desde hace nueve años, los tres últimos en Camboya.

El retrato que Campos hace de los jóvenes funcionarios internacionales en los lejanos países asiáticos, donde según su relato se abandona con facilidad al alcohol, las drogas y la prostitución, entre otros excesos, no es muy piadoso, como tampoco lo es el retrato de su protagonista, alter-ego suyo.

Por ejemplo, a la pregunta de si es el autor que más fácilmente admite requerir servicios de prostitutas, contesta: "Solamente soy el más sincero, que no el más promiscuo; a las señoras hay que advertirles que no sólo sus maridos y hermanos, sino sus padres y abuelos, además de sus jefes, amigos y vecinos, se fueron, alguna vez, o algunas veces, de putas: Esto es como los Reyes Magos, que son los padres, aunque pongas cara de tonto al enterarte cuando ya lo sabías".

Relaciones mercenarias aparte, "Doble ictus" cuenta una historia de amor apasionado, tan apasionado que el hombre y la mujer que la protagonizan llegan a ser expulsados de un hotel por hacer el amor en la piscina, actividad a la que se entregan sin medida ni contención y que acaban haciendo, con o sin publico, casi en cualquier sitio.

"El otro día me preguntaba una chica qué necesidad tenía de narrar en un libro los orgasmos de mi ex, ¿y sabes lo que dije? ¿que por qué no le había molestado que cuente sus ronquidos, duchas, visitas al baño, jornadas laborales, medidas físicas, sabor de su aliento, defectos, virtudes, manías, estudios?".

Y él mismo se contesta: "España, porque la muchacha era española, es un pozo sin fondo de progresía e inutilidad".

España es un país al que no tiene previsto volver para quedarse: "Aquí en treinta años no habrá jubilación; para agonizar en España prefiero hacerlo en cualquier país donde no me conozca ni me entienda nadie"; y añade: "curiosamente, sólo crece el feminismo en estos tiempos de cólera... Para mí el feminismo es una variación de los Ultra Sur: exaltados que defienden una idea hasta el límite de la cordura".

Sobre sus colegas de profesión, los chefs, tampoco tiene muy buenas ideas:

"No soy un chef de esos gordos que aparentan ser sucios, por mucho que se uniformen con el último grito en chaquetillas, que además les encanta salir en las teles dando detalles de sus recetas y sus vidas privadas, sino de los jefes de cocina que van al mercado a diario sin querer llamar la atención, leen libros a destajo, pasean a solas y nunca se apuntan a ninguna asociación de chefs, gente a la que detesto por aparentar mucho más de los que son".

Sobre cómo una relación amorosa propia ha inspirado su libro ha señalado que "tener una novia y no contarlo al detalle es como que te toque la primitiva y guardarte el secreto".

"'Doble Ictus' quiere confirmar que no todas las parejas rotas acaban de forma sanguinolenta o en un juzgado; que la literatura es una salida mucho más honrosa que la venganza", ha concluido.