Filarmónica de MálagaSolista:

Amaury Coeytaux.

Director: Manuel Hernández Silva

Programa: Concierto para violín y orquesta en re mayor, op. 61 de L. van Beethoven; Marcha eslava, op. 31 y Francesca da Rimini, op. 32 de P. I. Tchaikovsky

Con su Concierto para violín, de la mano del concertino de la ONRF Amaury Coeytaux y el titular de la OFM en el podio del Cervantes. Los arranques y clausuras de temporada se visten de un carácter cuidado con obras de especial interés tanto para los abonados como ese otro público que, de alguna manera, el conjunto sinfónico intenta seducir. En el caso de este fin de semana, dos autores, del gran repertorio, ocuparon los atriles ofreciendonos un programa que al término del mismo apetecia controvertido. Tanto es así, que disfrutamos de dos conciertos en uno, o al menos esa era nuestra impresión al contrastar una obra concertante en la primera parte, con dos páginas una circunstancial, y otra de transformación estética para la segunda.

Los estrenos del diecinueve disfrutaban de la misma incomodidad e incomprensión que los actuales. Cuando el músico de Bonn estrena su Concierto para violín la recepción del público de entonces fue fría, tanto que durmió plácidamente casi dos décadas hasta que Mendelssohn vuelve sobre la misma con J. Joachim como solista. Tenía razón Beethoven cuando afirmó que su obra no era para su tiempo sino para futuras generaciones, es hoy una obra indiscutible. Este concierto lejos de los excesos y pronunciada jovialidad modela el equilibrio técnico y formal entre orquesta e intérprete.

Decidida e incierta condensan la lectura de Coetaux y la OFM. A la larga introducción del primer tiempo, chirriante y falto de sustancia en las cuerdas le sucede la entrada del solista que puso la nota de contraste. El maestro francés desplegó saber y paciencia hasta conseguir la solvencia necesaria para avocar el resto del allegro, al que continuó un largo de pinceladas y, enfilar el rondó conclusivo con más sentido. En cuanto a la orquesta, señalar su distancia al comienzo; tibio favor hacia el solista al optar por el acompañamiento mecánico y frio. Las elegantes cadencias del Guadagnini de Coeytaux dibujarán lo único destacable de este Beethoven.

El nacionalismo ruso alcanza pleno sentido en la obra de Tchaikovsky, su carácter occidental de inspiración germana marcó la línea internacional de los compositores posteriores. Su música está impregnada de la trayectoria vital y finalmente trágica que le acompañó siempre. Tocó todos los géneros y como artista de referencia no le faltaron obras de encargo que debían complacer a un auditorio concreto. Tal es el caso de la famosa Marcha eslava, partitura que al igual que la Obertura 1812 apela a la emoción y reafirmación nacional. La orquestación, su fuerte carácter vibrante, sigue en la actualidad seduciendo al auditorio. Debemos reconocer el ejercicio de precisión y efecto que Hernández Silva revistió a la OFM brindando una lectura llena de color y contraste, nota distintiva de la segunda parte.

Dante y el personaje de Francesca da Rimini centran el drama del poema sinfónico del mismo nombre; obra impregnada de un marcado tinte wagneriano no sólo en el color, sino también la propia dinámica impuesta por Tchaikovsky. Sin duda, uno de los momentos destacados de este primer programa inaugural para una temporada muy especial.