De patriotas que se llevan los folios de la oficina, de los que van a recoger las bolsas de la parroquia de comida con el iPhone 6 colgando de las lorzas, de los que tienen sus cuentas allende los Pirineos, los que le dicen al electricista que sin factura, que está la cosa que arde, de los de golpes de pecho en coronaciones virginales y tienen a sus empleados a media jornada y con el látigo en la espalda, de los que dicen que no vengan refugiados ni inmigrantes que aquí ya tenemos bastante con lo que tenemos. Pobre Fernando Trueba, cómo se te ocurrió hacer un chascarrillo para quitarle hierro al tema nacionalista; la escopeta nacional está cargada, caballero, y es de gatillo fácil, como los bocazas cainitas que tienen la sin güeso esperando para tirarle al cuello a los artistas, actores, músicos y toda es gente de mal vivir, progre y con dinero.

El síndrome de la esposa que critica al marido delante de sus amigas, pero en el momento que alguna le da la razón o agrega algo negativo más a la conversación sobre el, la esposa cambia el chip y le dice: «A mi marido no le vayas a faltar». Cuantas veces se le falta a este país, con actitudes cotidianas, cuántas veces se le pita a un jugador de fútbol por antiespañolista y se tiene el contador de luz trucado. Vivimos la Horrible Époque que no se si le quedarán ganas de rodarla a don Fernando. El humor en tiempos de cólera, mal asunto.

Mientras tanto en nuestra querida ciudad, seguimos probando en nuestras carnes el poder del vecino molesto sobre todas las cosas. Las ocho de la tarde, una terraza al completo de buena gente, tranquila, pacífica y con ganas de disfrutar de la música en el supuesto barrio cultural del Soho. Después de los nueve días de feria tocando en el Hotel Bahía Málaga, nos vuelven a contratar para seguir dinamizando su magnifica terraza. Músicos con más galones que Patton, que controlan el sonido, suenan consistentes, sin estridencias ni sobresaltos sonoros. A las nueve de la noche la policía en la puerta del hotel por las denuncias de un vecino que vive tres calles más para atrás, creo que los engranajes de la noria fatal hacen más ruido, o la Fashion Week de la calle Larios, que coincidía con la hora del concierto. El policía no nota nada raro y presencia in situ el «ruido» que hacemos: «Esto es una tontería, pero tenemos que venir». No pasa nada. Seguimos tocando un par de puntos más para abajo y haciendo disfrutar al personal, con el susto en el cuerpo. Coro rociero a lo Juan Imedio, o flamenco apaleao, no pasa nada. Trono con banda de cornetas a las ocho de la mañana, no pasa nada. Cuatro tíos chaciendo rock moderadamente al horario de barrio sésamo, ¡cuidado! Que no deja escuchar el Sálvame Deluxe.

No deberían ser denuncias anónimas; podrían ser de un tipo que está en la otra punta de Málaga y al que no le caemos bien... Y si es un vecino que se ha identificado, personarse en su domicilio con el sonómetro, ver si verdaderamente hay problemas de ruido. Si hasta en el Benalfest se presentó la Policía estando organizado por el propio ayuntamiento, diciendo que habían protestado los bares de alrededor porque no les dejaban escuchar el fútbol. En fin, que hay que legislar para todos, perola urgencia en tapar bocas de la gente de bien es primordial. Pesa mucho lo que decía Casey Stegel: «Todo hombre tiene un momento único en la vida y yo los he tenido a montones». Las cosas de la farándula, señora.