Málaga funciona a un ritmo diferente al resto de ciudades. La investidura de Francisco de la Torre como alcalde tras las elecciones municipales del pasado mes de mayo dejó como mera anécdota una de las condiciones impuestas por el líder de Ciudadanos, Juan Cassá: la defunción del Instituto Municipal del Libro (IML). El alcalde firmó y tomó posesión del cargo. Y el silencio y el verano impusieron su ley.

Hoy, casi cinco meses después de aquel pacto, se abre el melón y el debate sobre la continuidad de la institución que dirige Alfredo Taján salta a la mesa. La semana pasada, en una entrevista con La Opinión, la máxima responsable del Área de Cultura, Gemma del Corral, sostenía que el sepelio por el IML era inevitable, pero matizaba: «Su actividad debe tener continuidad, aunque no lo hagamos a través de una institución independiente que se llame así. Hay que dar con otra fórmula de trabajo en la que seguir. Málaga no debe estar dispuesta a renunciar al fomento de la escritura y la lectura». Veinticuatro horas después de estas declaraciones, era el propio Francisco de la Torre quien expresaba su voluntad de que el IML «siga existiendo». Cassá no tardó en criticar con rotundidad la «total deslealtad» del alcalde. El baile lo completó la portavoz socialista, María Gámez, que se mostró dispuesta a apoyar a De la Torre en la «continuidad» de la institución si se le dotase de un modelo de funcionamiento distinto al actual.

El fuego cruzado político ha monopolizado el análisis sobre la idoneidad o no de la existencia del Instituto Municipal del Libro, un asunto en el que escritores y gestores de instituciones literarias consultados por este periódico coinciden en bloque: «No es una buena noticia». Y mucho menos para una ciudad que, además, abandera la cultura como eje central para su desarrollo.

«Su desaparición sería una agresión», sostiene rotundo Manuel Alcántara, que espera que las partes implicadas lleguen a un acuerdo para que «finalmente se arregle el asunto». En la misma línea se expresa el escritor y director del Centro Andaluz de las Letras (CAL), Juan José Téllez. «Las letras son otra de las marcas culturales de Málaga y la ciudad debería reflexionar» sobre la desaparición de este organismo. Por su parte, el director del Centro Cultural de la Generación del 27, José Antonio Mesa Toré, considera «lamentable» que se eche el cerrojo a «una institución que ha cumplido más de una década y cuya aportación a la cultura en Málaga ha sido tan importante». «La cultura queda muy desvalida sin que esté apoyada por la palabra, el pensamiento y la crítica», matiza.

El poeta Álvaro García no ve con buenos ojos que se acabe con este «apoyo a la lectura y a la literatura». «Ojalá hubieran muchos apoyos a la lectura y a los libros, y ojalá éstos no dependieran de intercambios de cromos políticos», asegura. El escritor y periodista Guillermo Busutil cree que acabar con el IML sería «como destituir el buen momento de la literatura malagueña y su punto de encuentro con la literatura nacional e internacional».

Nadie, ni siquiera el propio Cassá, está conforme con acabar con el apoyo municipal a la lectura y la escritura. ¿Qué ha pasado entonces para que se pida el cierre del IML? Todas las respuestas apuntan a una mala gestión de sus recursos, que no son otros que un presupuesto municipal de 237.612 euros.

El presidente de la Asociación de la Feria del Libro de Málaga, Miguel Ángel Díaz, cree que ahora toca escuchar las propuestas sobre el destino final del IML. «No me rasgo las vestiduras, de momento. Si sólo habláramos de su desaparición, sería algo inconcebible, pero si lo que se va a hacer es reconvertir ese presupuesto en actividades dirigidas a la lectura y la literatura, estoy por la labor de escuchar las propuestas de Ciudadanos», dice.

«Otra cuestión es el debate sobre la optimización de sus recursos o sobre el cambio de modelo de gestión. Pero me parece que su desaparición es un paso atrás», asevera Juan José Téllez. «Se puede reformar para que las cosas funcionen mejor, pero eliminar un centro que ya posee un prestigio y una historia me parece una barbaridad», concluye Mesa Toré.

Creado en 2004, el Instituto Municipal del Libro ha realizado numerosas actividades a lo largo de estos años, por las que han pasado más de doscientos autores, entre ellos Mario Vargas Llosa, Juan Goytisolo o Antonio Gala, entre un amplio abanico de escritores. Desde 2005 convoca el Premio Málaga de Novela, dotado con 18.000 euros, en cuya pasada edición se presentaron más de 600 originales procedentes de distintos puntos de España, así como de países como Argentina, Chile, Cuba, Venezuela, Estados Unidos, Francia o Suecia. En 2007 se creó el Premio Málaga de Ensayo, dotado con 6.000 euros.

Al tiempo que consideraba el fin del IML «inevitable», Gemma del Corral sostienía que «bajo ningún concepto» se debería «renunciar a los premios de Novela y de Ensayo que se dan en Málaga», aunque no son pocos los que opinan que mantener estos galardones y cerrar la institución que los otorga sería tan lógico como ofrecer Biznagas de Oro a las mejores películas españolas tras dar muerte al Festival de Cine.