La sesión final de FreudCompañía:

Fundación UNIR (Universidad Internacional de La Rioja).

Dirección: Tamzin Townsend. Intervienen: Helio Pedregal y Eleazar Ortiz.

Lugar y fecha: 2 de octubre, Teatro Cervantes

En el Teatro Cervantes tuvo lugar, bajo la dirección de Tamzin Townsend, la representación de La sesión final de Freud. El pequeño rifirrafe entre Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, y C. S. Lewis, intelectual británico conocido por ser el autor de Las Crónicas de Narnia. Ambos con intereses bien diferenciados. Sucede en Inglaterra, el mismo día en que esta nación declara su entrada en la Segunda Guerra Mundial.

La ambientación es pues un motivo más para la urgencia y la desesperanza, pero lo que realmente acontece es una invitación del propio Freud al académico británico con motivo de algunas opiniones vertidas por éste desde su visión cristiana del mundo sobre los dictámenes del psicoanalista.

La enfermedad, el cáncer, el dolor por las sucesivas operaciones del ya anciano Freud también acompañan la puesta en escena, no sólo la de la representación sino la de la del propio anfitrión. Las disquisiciones nos llevan por las opiniones de ambos entre el ateísmo y el cristianismo más viscerales. ¿Por qué Freud invita a su casa a Lewis? Aparentemente no le afectan las declaraciones escritas, sin embargo lo hace llamar. Parece que el viejo profesor tramara una especie de venganza personal para desacreditar, tal vez no ante el mundo pero si ante sí mismo, al catedrático. Lo quiere llevar a dudar y lograr así humillar su duda. La buena educación británica no da pie a un enfrentamiento que vaya más allá del dialéctico. Y puede que ese sea el punto débil de la representación, en la que se echa de menos algo más de visceralidad en algunos momentos.

El texto, magnífico, nos lleva por un juego dialéctico dialogado en el que las acciones pasan a un segundo plano sólo como adorno de lo que ocurre en la escena. Lograr la credibilidad y animar ese libreto es una complicada y acertada labor de dirección. Pero el sustento principal está en el trabajo de los actores que aquí demuestran una hermosa profesionalidad. La caracterización física que logra Helio Pedregal de Freud es magnífica, y la recreación que hace de un tipo socarrón (no le falta humor a la obra), altivo que se las da de humilde pero sin bajarse de cierta prepotencia, con una riqueza de matices impresionante, logra momentos de puro virtuosismo.

Eleazar Ortiz, como Lewis, es el perfecto compañero de elenco, aportando ese amaneramiento compulsivo de un tipo nervioso, aparentemente inseguro pero que no está dispuesto a dejarse achantar. El rifirrafe ya no es Freud-Lewis, es un precioso y encantador duelo Pedregal-Ortiz.