Otoño. Las primeras hojas secas giran sobre los pavimentos. Bajan del autobús los escolares. Suben la rampa a la carrera hasta la cancela abierta. El profesor los recibe: Guten Morgen. Guten Morgen. El profesor los despide al final de la mañana: Heil. Heil. Contestan los escolares: Heil. Heil. Heil.Los escolares lanzan sus navajas contra la tierra húmeda y oscura para marcar sus territorios. Juegan con pequeñas bolas de mármol, vidrio y acero. Saltan unos sobre otros. Fingen ser animales que se atacan y devoran. Ein Löwe, ein Wolf, ein Tiger, ein Fuchs, ein Affe, ein Bär, ein Strauss, ein Adler. Un león, un lobo, un tigre, un zorro, un mono, un oso, un avestruz, un águila.Los altos plátanos orientales del Limonar desnudan sus ramas. Hojas en las aceras. Ahora el placer es hundir las botas en las montañas de hojas amarillas. Escuchar el rítmico frufrú a lo largo del camino.Weihnachten. Navidad. Poch, poch, poch! Wer kommt? Der Weihnachtsmann llega por la mañana con su barba blanca, su gorro rojo y su enorme saco. Canciones y banderas. Campanillas y estrellas doradas. Niños y niñas vestidos de juglares, de aldeanos y aldeanas, de buhoneros, limpiachimeneas, cazadores y guardabosques, cocineras, sastres y zapateros. De mariquitas septempunctatas. Nueces y galletas. Muñecos construidos con alambres y papeles rizados de brillantes colores. Con avellanas, almendras, higos secos y ciruelas pasas. Juguetes para todos al pie del abeto: eine Trommel, eine Puppe, ein Buch. Un tambor, una muñeca, un libro. Los niños cantan: O Tannenbaum, o Tannenbaum, wie grün sind deine Blätter! ¡Oh árbol de Navidad, oh árbol de Navidad, que verdes son tus hojas¡El colegio alemán está al final de la calle Goethe. Es una casa grande con torrecilla rodeada de jardines. Cada mañana llega el autobús por un camino que bordean altos árboles. Bajan niños y niñas con sus carteras. El colegio es el más moderno de la ciudad. Es el único centro de enseñanza que admite niños y jóvenes de ambos sexos. Tiene sala de cine, biblioteca, aparatos de gimnasia, y una enfermería con cámara de rayos X. Una gran bandera roja con la cruz gamada en el centro, la del Tercer Reich, ondea sobre el balcón principal de la villa. Herr Müller, el viejo portero con su piel curtida en las colonias africanas, y vuelta a quemar por el sol mediterráneo malagueño, deja todas las mañanas una mandarina sobre el pupitre de cada alumno. Fuera de la temporada de invierno, lo que entrega el portero es una pastilla blanca de vitamina C que extrae de un grueso tarro de cristal. Pasó la navidad del cuarenta y cuatro. Pasaron los días en los que cada victoria del Tercer Imperio se celebraba con gritos infantiles en todas las aulas. Hace ya algunas semanas que tampoco se da fin a las últimas clases del día con las invocaciones impuestas: ¡Heil Hitler! ¡Viva Franco! Las salidas son ahora silenciosas desde que se conoce la dureza del cerco del ejército ruso sobre Berlín. No se proyectan las películas de Sigfrido y Brunilda, o de Hänsel und Gretel.En la mañana del ocho de mayo de 1945 es todavía mayor la seriedad en los rostros de los profesores. A las doce del mediodía tres hombres se acercan lentamente a la puerta del colegio. Policías uniformados españoles les acompañan. Se identifican y acceden. Son los cónsules de Francia, Inglaterra y los Estados Unidos que exhiben una orden de cierre y confiscación del colegio con el sello y la firma del gobierno de España. Poco a poco, tristes hileras de alumnos y profesores van saliendo del centro. Llevan algunos libros o cuadernos en sus manos. Herr Träumer, Herr Mann, Tante Gisella, niños y niñas no pueden evitar el llanto. A un lado de la gran puerta de hierro, permanecen estáticos los cónsules.Se cierra finalmente la cancela. Se precinta la entrada. Un escueto cartel así lo indica: Inmueble incautado por los gobiernos de los Países Aliados.