­A sus casi 26 años ya cuenta con más de una decena de premios y es uno de los pianistas más prometedores de Málaga. Juan Miguel Moreno Camacho lleva en la música desde los siete años, y aunque ahora continúa su formación en Holanda, donde también se ha iniciado en la composición, la mayor parte de sus estudios los ha hecho en su ciudad. El último premio que ha obtenido, hace unos días, es el Frechilla-Zuloaga, pero confiesa que el reconocimiento más bonito es el del público: «Gustarle a la gente y hacer disfrutar a un auditorio lleno es lo más bonito que tiene la música».

Siete horas diarias al piano han sido la rutina del malagueño durante los dos meses previos al concurso. «Hace falta mucha dedicación y pasión, pero hay que ser inteligente y saber parar. Es mejor estudiar bien que estudiar mucho», explica Moreno Camacho, que confiesa dedicarle unas cuatro o cinco horas diarias al piano cuando no tiene en mente ninguna cita especial. Y es que no es fácil dedicarse a la música: «Vivimos en una época en la que hay un auge de los estudios de música y hay más competencia», apunta.

Brillante y humilde. A pesar de todos los éxitos cosechados, la humildad es una de las virtudes que caracterizan al malagueño, que confiesa no pensar mucho en los halagos ni en los premios: «Creo que no es sano pensar en uno mismo de esa manera. Para mí lo importante es seguir trabajando y disfrutando de lo que hago», explica.

La música la lleva en la sangre, y desde muy pequeño supo que le apasionaba el piano. Su padre, profesor de música en un colegio de Primaria, les metió el gusanillo del piano a él y a su hermano, y con el paso del tiempo y mucha formación ha conseguido hacer lo que le gusta, aunque confiesa no pensar demasiado en lo que vendrá: «Prefiero pensar en el día a día y construir mi futuro eslabón a eslabón, porque así puedo llegar a sorprenderme a mí mismo con los giros que pueda dar. A veces es bueno dejar que el camino tenga sus curvas», comenta el pianista.

El malagueño confiesa que le gustaría que se diese una mayor visibilidad a la música clásica porque «hay mucha gente válida que se está perdiendo», y no le gustaría que la gente se perdiese «algo tan bonito como es la música».