Su tesis doctoral versó sobre el humor en el teatro barroco español. Filólogo, profesor, ensayista, comediógrafo, experto en el mundo hindú, autor de media centenar de libros.... Al extenso currículum de Enrique Gallud Jardiel (Valencia, 1958) hay que sumar el nada circunstancial dato de ser nieto de Enrique Jardiel Poncela. Aunque cree que si pasa a la posteridad él como nieto será «el Jardiel malo», reivindica la figura y obra de su abuelo, al que ha estudiado y biografiado y defiende el humor en la Literatura.

¿Cuándo se cansa de escribir ensayos sesudos y decide encaminarse a la literatura de humor?

(Risas) Eso queda muy bonito decirlo pero no es verdad. Siempre he escrito temas de humor, lo que pasa es que lamentablemente me ha sido más fácil publicar ensayos serios sobre distintos temas (Literatura, Filosofía o incluso Religiones) que escribir libros de humor. ¿Por qué no los publiqué antes?, hay que preguntárselo a los editores que rechazaron los libros. Ahora afortunadamente estoy publicando libros muy bien publicados con distintas editoriales y confió en seguir haciéndolo. Ese es mi objetivo al escribir: no ganar fama ni dinero -no voy a ganar demasiado- sino obtener la seguridad de que lo que yo escriba alguien lo va a aceptar y hacer llegar al lector.

Al escribir literatura de humor, ¿la meta es disfrutar?

Ese es el fin egoísta del que me nutro porque no existe ninguna traba. Tú puedes poner exactamente lo que se te ocurre, que puede tener gracia o no pero no tienes ninguna limitación, mientras que durante muchos años de escribir ensayos, que también he disfrutado haciéndolos, siempre tienes el constreñimiento de la rigurosidad, del dato, del nivel de lengua, la precisión. En el humor, por contra, puedes hacer lo que quieras y sólo eres tú el que te impones unas normas como no utilizar un recurso humorístico porque me parece bajo o inadecuado pero si se me ocurre un tercero lo utilizaré.

Ponga un ejemplo.

Escribí una poema, una especie de versión apócrifa de Romeo y Julieta que empezaba diciendo: «Romeo y Julieta, dos amantes de Verona, famosa por sus...» ahí me quedé atascado, no sabía por qué era famosa Verona y puse «famosa por sus paellas» y continué. El humor te da esa libertad, tendrá gracia o no la tendrá pero te ha permitido continuar con tu flujo de ideas. Si escribiera un libro serio diría «famosa por sus iglesias», seguro que lo es y no me comprometería a nada.

En este mundo en el que manda tanta gente seria, ¿el humor puede mejorarlo?

No sé si el mundo en general, sí puede mejorar a las personas a nivel individual. Creo que la persona que vive instalada en el humor desarrolla tolerancia hacia los defectos propios y de los semejantes, una visión más amplia, es incapaz de exacerbarse, de matar, de herir, de hacer sufrir por una idea que a él le parece muy, muy seria. En definitiva, no creo que ninguna idea política, religiosa, racial, geográfica... sea tan seria como para que te lleve a matar a seres humanos. Sin embargo en la Historia hemos visto a muchísima gente matando en nombre de una bandera, de un credo... eso una persona instalada en el humor no lo hace. Eso lo hace una persona esencialmente seria que se toma demasiado en serio la vida y a sí mismo. En ese sentido ver la vida con humor es bueno para el alma, te hace pecar menos.

¿Jardiel Poncela ha sido para usted una carga o todo lo contrario?

Ambas cosas. Jardiel Poncela para mí es un orgullo, un maestro en el sentido de muchas técnicas de escritura. Si me preguntas si Jardiel me ha abierto alguna puerta te diré que ninguna y pienso que ahora que estoy escribiendo, aunque pueda parecer lo contrario, será una rémora porque siempre se establecerá una comparación, siempre se dirá que este señor es el nieto y es un imitador, con lo que mi futuro literario será o la desaparición o si consigo que alguien me recuerde hablarán del Jardiel bueno y el Jardiel malo.

Usted no lo conoció pero ha estado muy presente en su vida y ha sido su biógrafo, además de analista de su teatro.

He vivido muchos años con mi madre y me ha transmitido un montón de datos que ni el público ni los críticos podían conocer. El libro El Teatro de Jardiel Poncela lo escribí porque nadie lo había escrito y consideraba que debía existir. He intentado subsanar un olvido que Jardiel ha sufrido sobre todo a partir de los años 70 por motivos imagino que políticos o de otro tipo y precisamente el año que viene aparecerá un ensayo mío en Azimut sobre el cine de Jardiel Poncela y su contribución al séptimo arte, que pasó desapercibido para los críticos e historiadores de la Literatura.

Hablando de ese olvido, desde los años 70 parece que le pesan los sambenitos de misógino y escritor franquista.

Han pesado, lo que pasa que hay que ver las cosas en su justa perspectiva. En cuanto al tema de la misoginia, Jardiel utiliza malas mujeres en sus obras porque son un tema literario interesante. Las mujeres buenas, las honestas no tienen historia y no dan para mucho, lo que no quiere decir que fuera misógino. Él dice una frase radicalmente clara para el que lo quiera entender: «Lo peor que hay en el mundo son las mujeres si se exceptúa a los hombres». Se mete con toda la Humanidad. Y en cuanto a su figura política era una persona que tendría que haber sido todo lo contrario: su padre fue uno de los fundadores del Partido Socialista, su educación fue muy progresista -estudió en la Institución libre de Enseñanza- ... lo que sucede es que durante la Guerra Civil, por motivos profesionales gente que le envidiaba le denuncia acusándole de esconder en casa a un falangista -cosa que era mentira- y la guardia de asalto le detuvo, le llevó a una checa, estuvieron a punto de matarlo y se asustó y desarrolló una aversión, no hacia una ideología sino hacia aquellos señores que le habían sacado de su casa arrastrándolo por un pie.

¿Cómo le fue a Jardiel durante el Franquismo?

Hay que estudiar la Historia para saber que durante la época de Franco Jardiel fue un paria, un rojo, un señor al que le censuraron sus obras y que cuando murió no le querían enterrar en sagrado. Pero pesó el sambenito y la crítica de los años 70 y 80 tildó a Jardiel de lo que no era.

En el siglo XXI parece que comienza a ser reivindicado y recuperado incluso en jóvenes editoriales.

Afortunadamente ahora ya estamos por encima de estas cosas. Se están haciendo ediciones de algunas de sus obras, han aparecido biografías, no sólo la mía, como ¡Haz reir, haz reir! de Victor Olmos que es magnífica y entiendo que Jardiel es un autor que como parte de esa otra generación del 27 (Mihura, Ramón, López Rubio, Tono, Neville...) va a perdurar. Como generación además creo que terminaremos pasando de prejuicios y se les dará el lugar que merecen en la Literatura Española.

¿Por qué cree que el humor está tan desprestigiado?

No lo sé, lo ha estado siempre en todas partes. No sé si tiene la culpa Aristóteles que limita el humor a la burla de los inferiores y a la idea de que si te resbalas con una piel de plátano me río porque eres tonto ya que yo no me habría caído. Pero es un hecho cierto, la gente va a ver una comedia cómica cuyo único objetivo es hacerte reír, ríe durante dos horas y después sale diciendo: «Qué gansada». No, perdone, gansada no, si el objetivo era hacerle reír es una obra plenamente satisfactoria. El drama prima sobre la comedia, incluso sobre la tragedia, en contra de lo que creían los griegos, que colocaban la tragedia y la comedia al mismo nivel.

¿Qué caracteriza su nuevo libro Majarones Ilustres?

Son pequeñas biografías o semblanzas de distintas personas. Sí hay una diferencia de grado en el tratamiento del humor: algunos escritos son más serios y más sarcásticos y otros totalmente infantiles y naíf. Como dijo Gracián, la palabra mágica del arte es variedad, que no nos aburra, que no sepamos lo que viene a continuación. Es lo que he intentado. Además es un libro del que tú puedes leer una sección, dejarlo en la mesita de noche seis meses y retomarlo sin necesidad de recordar nada. Una obra de muy fácil lectura, en estilo muy variado, con lo que no te vas a aburrir y he tratado de que haya distintos niveles de humor para todas las personas que se acercan a la obra: si conoces muy bien la vida de la persona de la que se ha hecho la semblanza aprecias la parodia y si no la conoces, simplemente te están contando la historia divertida de un majadero.

Con tanto majadero suelto, ¿ha sido complicada la selección?

Qué duda cabe de que estamos rodeados por ellos. Estos son personas que han destacado en el terreno político, literario, artístico, filosófico...y que creo que tienen su interés pero hay muchísimos más así que no descarto hacer más volúmenes.

Si tuviera que escoger el ejemplo supremo de majadero...

No sabría decir, es muy difícil porque a algunas de estas personas les he forzado un poco la tuerca -Mozart es una persona a la que admiro muchísimo-. Pero por ejemplo, José interpretando los sueños del faraón, Luis XVI trabajando en sus cerraduras o Hitler tratando de hacer valer sus derechos de autor y que le paguen en EEUU... por alguna razón no fue y se quedó sin cobrar.