­Lo bueno de la profesión periodística es tener acceso a gente a la que admiras, ya sean políticos, estrellas de cine, pilotos de carreras o cantantes de ópera. Lo malo es que, en la mayoría de los casos, sus representantes sólo te conceden 20 minutos para chalar con ellos. Así que por una parte está muy bien tener la oportunidad de departir, por ejemplo, con Woody Allen -mucha gente daría un brazo únicamente por cruzar un «hola» con él- pero por otra la charla, por breve, suele dejar un sabor bastante extraño. Sin duda, lo más nefasto de estos encuentros profesionales es descubrir que esa persona a la que tienes en un pedestal resulta ser, en la distancia corta, vulgar, grosera o maleducada. O las tres cosas al mismo tiempo.

Estas ideas sobrevuelan las páginas de 'Más que famosos. Auge y caída de la fascinación por el pop' (Fundación José Manuel Lara), el nuevo libro de Silvia Grijalba en el que la escritora narra su periplo como periodista musical. «En mi caso no se me han caído muchos ídolos a lo largo de mi carrera periodística, aunque sí he entrevistado a gente bastante estúpida», destaca.

Con poco más de veinte años, Grijalba entrevistó a las grandes figuras de la música internacional, desde David Bowie, John Cage, Brian Ferry, David Gahan o Leonard Cohen. Y en el terreno nacional, salió de gira con Loquillo y Héroes del Silencio. En este volumen recupera aquellas experiencias en camerinos y furgonetas, ofreciendo al lector una estampa de la trastienda del rock. «Cuando uno ve las bambalinas y los entresijos, pues todo cambia. Y lo que tienes de fan cuando los conoces al principio, se convierte en otra cosa», relata.

Sobre cuánto hay de pose en Bunbury y Loquillo, Grijalba reconoce que son artistas controvertidos precisamente por eso: «por la pretensión y la chulería que muestran». «En el caso de Bunbury sí que hay más un personaje cuando se sube al escenario. Después, en el trato personal, no es tanto así. Sin embargo, Loquillo es como le conocemos. Tiene ese carácter y es lo que vemos. No hay diferencias».

La escritora, actual coordinadora de la Casa Gerald Brenan y directora de la Fundación Pérez Estrada, valora «la actitud sobre el escenario» de los músicos, razón por la que se muestra muy crítica con la escena indie, la de los años noventa y la actual. «Para mí el rock debe tener un punto de desafío y de peligro, ya sea ficticio o no. Ahora todo se ha dulcificado. No hay esas actitudes de antes. No hay rebeldía. Y los caminos que ha tomado la industria también tiene mucho que ver en esto».