Habrá vivido de todo con escritores en 43 años de editor…

Mi condición de no escritor me ha dado cierta ventaja, porque no estaba en competición con nadie. No he tolerado nunca que me metieran en tribu alguna. Por fortuna, vivimos un momento literario muy rico y poliédrico en este país y el editor ha de ser una criatura de su época: manteniéndose al margen de las modas, que son efímeras por naturaleza, ha de tratar de elegir lo mejor dentro de esas tribus estéticas.

¿Por qué continúan surgiendo tantas editoriales?

El editor ha pasado de tener la imagen social de un sacamantecas -los que abusábamos del mundo de los creadores y les explotábamos- a ser una figura de prestigio. Ni lo uno ni lo otro. Se ha de juzgar por su trabajo.

¿Sobran editoriales entonces?

Desde un punto de vista mercantil quizá sí, porque somos muchas a repartirnos un pastel muy pequeño, pero desde el punto intelectual y ético, no. Los que sobran son los malos editores.

¿Y qué es un mal editor?

Aquel que no cree realmente en lo que hace. Y el que prima una cuenta de resultados frente al papel cultural que ha de desarrollar. No quiero decir que no tenga que contemplar un horizonte mercantil, pero si el único objetivo es económico, erraríamos en la vocación.

¿Hay una dicotomía entre una elite intelectual y una mayoría que ni lee ni le interesa?

No sé si dicotomía, pero sí hay una divisoria bastante evidente.

¿En qué medida la situación de corrupción y especulación es resultado de ese bajo nivel cultural?

La corrupción es hija de la incultura y la falta de educación. Para mí, un mal educado es un inculto. No cuento los que no han tenido acceso por una censura económica, sino los que tienen a gala ser incultos.

Muchos jóvenes ahora, ¿no? Esa generación que dicen ni-ni.

Sí, pero a esos jóvenes también les están animando desde las instituciones. Les están diciendo: para qué la filosofía, la historia de las religiones, la literatura, el arte... Cuando se ven obligados a emigrar se lamentan de no saber idiomas y de que no pueden contemporizar con sus iguales porque solo pueden hablar de fútbol o de nenas.

Si un país poco culto está enfermo, ¿cuál sería el estado clínico de España?

A mi juicio, adolece de una falta de cultura endémica, pero que se ha agudizado, y no con la crisis económica. Venía de antes, pero no nos queríamos dar cuenta. Vivíamos en un nuevorriquismo y teníamos problemas estructurales: el más grave es el fracaso de la enseñanza. Aquí la hemos concebido más punitiva que seductora.

¿Y adoctrinadora?

También. La enseñanza es seducción o no es nada. Seducir es crear perplejidad en los otros para transferirles conocimiento.

¿Sirven de algo los planes de fomento de la lectura?

Tal como se han planteado son una verdadera chorrada. Se trata de vender, sí, pero de vender para que se lea, no de vender como nos han acostumbrado los grandes editores.

¿Marca distancias entre editor literario y comercial?

Los dos cumplimos un papel complementario. No participo cuando se me pone como ariete contra Planeta: tengo un gran respeto por los Lara, por la industria creada y porque hicieron que los libros entraran en casas donde nunca los había habido. Eso dio la oportunidad a jóvenes de leer.

¿La cultura es de izquierdas?

Yo creo que no. Eso ha sido un malentendido. La cultura no mira hacia un lado u otro. Es equidistante. Lo que es verdad es que este país salía de una anomalía institucional de 50 años y cualquiera era de izquierdas, hasta un demócrata-cristiano. Esto capitalizaba lo cultural en la izquierda. Hasta el punto de que se apoderaron con cierto fundamento de este tesoro colectivo, pero identificar la cultura con la izquierda me parece un error garrafal.

¿Pero los gobiernos de derechas no han tenido muchos prejuicios hacia la cultura?

Eso es así porque piensan que la gente de la cultura siempre va a estar en oposición a ellos. Luego están los gobernantes de izquierdas que no son tan cultos como dicen ser y se comportan con un gran complejo con sus propios conmilitones. Pienso en un presidente de izquierdas que prefería rodearse de gente mediocre.

La cultura tampoco es esencial para la felicidad, ni para vivir...

Ser culto es un plus, nada imprescindible, pero hoy creo que no hay justificación para la incultura. Quien no accede a la cultura es porque no le da la gana. Que no me digan que un libro es caro, porque también soy bebedor de güisqui, de vez en cuando, y sé lo que cuestan un güisqui y un libro en la calle. ¡Chorradas! Lo que pasa es que aquí preferimos la gastronomía a la cultura.

Que también se ha convertido en gran cultura...

Claro, pero ahí los medios habéis tenido vuestra responsabilidad. Primero eran secciones de cultura, luego pasaron a ser de cultura y espectáculos, y ahora solo existe el mundo del espectáculo, con el argumento de que era lo que a la gente le interesaba. Creo que no es verdad. Vivimos una época perversa en que la sociología precede a la verdad, en la que unos señores dicen que la gente quiere esto y hay que creerlo.

¿A qué se refiere en concreto?

A ver: que haya tantas editoriales jóvenes con vocación literaria quiere decir algo, pero los gestores culturales y comerciales parece que no se han enterado y siguen sota, caballo y rey hasta el haraquiri.

¿Llegamos al final a la banalización de la cultura?

Estamos nadando en la mayor banalización. Cualquier chorrada que se publique merece más espacio que cualquier libro importante publicado. Y no hablo de Pre-textos, que está muy bien tratada.

Le he leído criticar la cantidad de traducciones de obras menores extranjeras y la poca correspondencia con la literatura en español en el extranjero. ¿Es así?

España en eso es muy provinciana. Publicamos todo, al mejor poeta macedonio, que está bien, pero la mayoría de nuestros clásicos, autores de la altura de un Galdós, no están traducidos al inglés. Me lamento de que Europa siga tan ciega respecto a lo que sucede en literatura en español. En las dos orillas se está escribiendo muy buena literatura, mejor que la que se hace en países vecinos.