Filarmónica de Málaga

Teatro Cervantes

Con un cambio en el programa, una obra del ruso Schnittke por Mendelssohn, el séptimo abono de la OFM ahondaba en la libertad creativa de los autores protagonistas: Mendelssohn, desde la pictórica de la gruta del Fingal; Mozart, en la independencia artística que le proveería Viena y, finalmente, Sibelius, quien mantuvo su propio discurso a pesar del rechazo académico. Tres ideas, tres propuestas en el atril del maestro salzburgués Georg Mark que resumen o exponen la personalidad artística de esta batuta, tradición y renovación se fusionándose tiñendo su visión de equilibrio y rigor.

Hasta en tres ocasiones Mendelssohn volvería sobre la obertura del concierto Las Hébridas desde su escritura, en 1829. El compositor inaugura aquí un género romántico por excelencia. Nos reencontramos con su magistral tratamiento de la orquesta, de la que extrae un sonido oscilante para transmitir esas sensaciones provocadas por la naturaleza, concretamente el mar, en estado puro, su fuerza vital y arrolladora. Georg Mark apoyó su lectura de este breve poema sinfónico en la idea de una continuidad dinámica sobre los dos temas que la estructuran que se suceden ligados, sin rupturas.

Correcta fue la versión de la Sinfonía Haffner de Mozart. A lo largo de los cuatro movimientos que la conforman apenas apreciamos color alguno más allá de la emisión indicada. Nuevamente quedan expuestas las dificultades de empaste de las cuerdas, en concreto de los violines, a los que el genio austríaco niega su luz. La sección apetecía fría, cortante e injustamente seca, algo que sorprende si lo enfrentamos al Mahler pasado o al Sibelius que cerraría este concierto. Paradojas, en resumen, que de alguna forma siguen retando a los profesores.

Hablar de Sibelius es en ocasiones chocar de frente con un cúmulo de tópicos que van desde ciertas resistencias por la difusión misma de su propia obra a la falsa idea de un autor inaccesible tan sólo iluminado por ciertas páginas sobre las que siempre se incide en su programación. La OFM tiene por delante el desafío de asumir la integral sinfónica del músico finlandés; una idea que no resulta tan peregrina puesto que al repasar las notas de interpretaciones anteriores llegamos a concluir que la Filarmónica muestra esa sensibilidad de música pura tan concreta y definitoria del mundo interior del compositor, donde la naturaleza ocupa un espacio principal, como si el músico quisiera ser el vehículo de su lenguaje.

Este poso cultivado por la OFM quedó acentuado por la propia batuta invitada de Georg Mark. Mark resaltó de la segunda sinfonía sibeliana sus colores románticos pero, sobre todo, las dinámicas que fluyen en los cuatro movimientos de la obra, y que junto a los hallazgos en las combinaciones instrumentales ponen de relieve la personalidad del compositor. Tras el allegretto inicial le continuaron dos motivos contrastados con el movimiento final que poco a poco va adquiriendo un carácter coral que recuerda en su planteamientos el último tiempo de su quinta sinfonía.