­Con permiso de los talibanes del brit-pop, creado por la prensa inglesa para contrarrestar la ola que llegaba de EEUU, el grunge fue el género musical por excelencia de los noventa. El impacto global de Nirvana a principios de la década cambió por completo el negocio discográfico, y propició un fenómeno que también convertiría en estrellas mundiales a Pearl Jam, Soundgarden o Alice in Chains. Los discos (incluso los de sellos indies) se vendieron por millones, la atención mediática se disparó y hasta Hollywood lanzó la caña al río revuelto de Seattle (Reality bites, dirigida por Ben Stiller en 1994), aunque fue el documental Hype! (Dog Pray, 1996) el que retrató de manera más certera lo que sucedió.

En 2008, el periodista Mark Yarm viajó por primera vez en su vida a Seattle para escribir un artículo en forma de historia oral para la revista Blender sobre el sello Sub Pop, responsable en gran medida de la eclosión grunge, al editar material de Soundgarden, Mudhoney, Nirvana y muchos otros. «El tipo que actualmente es mi agente lo leyó y me contactó para proponerme ampliarlo y convertirlo en un libro», comenta para explicar el origen de Todo el mundo adora nuestra ciudad, que finalmente apareció en 2011 en inglés y ahora ha sido traducido al castellano por Espop Ediciones, con el subtítulo de Una historia oral del grunge. Como siempre que se utiliza el formato, el modelo a seguir es el de Por favor, mátame, de Legs McNeil y Gillian McCain. «Toda historia oral publicada sobre una escena musical tiene una gran deuda con ese libro. Es un clásico. Pero yo también estuve muy influenciado por el libro que les influyó a ellos: Edie, la historia oral sobre la superstar de la Factory de Andy Warhol que escribieron Jean Stein y George Plimpton (existe edición española en Circe) y que me parece una obra maestra», añade Yarm.

La bibliografía rock española se sigue completando gracias a un documentado volumen de más de quinientas páginas, elaborado a partir de doscientas cincuenta entrevistas, que de algún modo podría leerse como continuación del también básico Nuestra banda podría ser tu vida (Michael Azerrad), publicado hace un par de años por Contra Editorial. «Creo que el contenido de ambos encaja de manera bastante lógica. Azerrad le dedicaba un capítulo a Mudhoney, una banda que mi libro aborda con amplitud, ya que me parece el grupo grunge prototípico».

Coro de voces

Estructurar el material obtenido a lo largo de las conversaciones con músicos, productores, managers, disqueros, roadies y periodistas ha sido el trabajo más duro para Yarm, que tenía como objetivo «no incluir mi voz en el libro, excepto en la introducción, por lo que debía confiar enteramente en las entrevistas para que la historia pudiera avanzar», explica. «Algunas veces he tenido que volver atrás para recuperar declaraciones de alguien, o buscar nuevos entrevistados para rellenar los huecos y facilitar la fluidez del relato. Ensamblarlo todo ha sido un trabajo muy duro, a base de manejar montones de textos cruzados, pero probablemente también ha sido la parte más satisfactoria de todo este proceso».

Eso sí, como suele ocurrir en todas las historias orales (entre las más recientes, Pequeño circo, la que ha escrito Nando Cruz sobre el indie español de los noventa), no todos los personajes susceptibles de ser entrevistados se pusieron ante la grabadora del periodista. «Hubo quien declinó participar, claro», admite Yarm, que hace referencia a una ausencia particularmente importante. «Por ejemplo, no conseguí tener un encuentro con Pearl Jam, porque en el mismo momento en que estaba escribiendo mi libro, ellos preparaban una película dirigida por Cameron Crowe (Pearl Jam Twenty) que iba acompa.ada de su propio libro. Así que tuve que echar mano de material de archivo. Me las arreglé para hablar con su actual batería, Matt Cameron, gracias a que también toca con Soundgarden y el manager de la banda me arregló una cita con él. De hecho, hablé con todos los baterías anteriores de Pearl Jam. Ninguno de ellos, por cierto, fue entrevistado en la película».

Una de las grandes virtudes de Yarm es su capacidad como entrevistador, patente en la sinceridad con que se expresan la mayor.a de participantes en el libro, incluso a la hora de entrar en temas espinosos. «Ayuda mucho que hayan pasado veinte años, la gente ha madurado y ha tenido mucho tiempo para reflexionar y procesar los hechos. Aun así, a veces puede resultar incómodo preguntar a la gente sobre viejas rencillas o sus problemas con las drogas. Courtney Love me dijo al principio que no quer.a decir ni una palabra sobre Kurt, pero una vez empezamos a charlar, fue incapaz de aguantarse».

El grunge vive

Todo el mundo adora nuestra ciudad es el retrato complejo de una escena local que adquirió éxito mundial, pero también de su mercantilización y su muerte. O no. Mark Yarm considera que su espíritu sigue vivo. «Hay muchos artistas contemporáneos influidos por las bandas del grunge, particularmente Nirvana: Lana Del Rey, Cage the Elephant, Wavves o DIIV, por nombrar solo unos pocos. Creo que existe un problema con esa percepción de que el grunge ha muerto. Quiero decir que tres de las cuatro grandes bandas del grunge (Pearl Jam, Soundgarden y Alice in Chains) continúan en activo. Nirvana se reunieron (o estuvieron lo más cerca posible de reunirse, dadas las circunstancias) en una reciente ceremonia del Rock and Roll Hall of Fame. Mudhoney y los Melvins se mantienen en forma... Obviamente, el género perdió fuelle en la segunda mitad de los noventa, cuando la mayoría de grandes compañías discográficas despidieron a los grupos que habían fichado en el momento de mayor auge del grunge y comenzaron a ir en busca de novedades como la electrónica, el brit-pop, el punk-pop o el nu metal. Pero siempre habrá cosas nuevas que aprender sobre la época, como demuestra el abundante material inédito que contiene el documental Montage of Heck».

Probablemente, la prueba defitiva de que el grunge no esté muerto es, precisamente, la existencia de un libro como Todo el mundo adora nuestra ciudad, ya que pone de manifiesto el interés que todavía hoy despierta una escena que nació, creció, se desarrolló y se diluyó con su mercantilización, como muchas otras antes en la historia de la música rock, marcada por los movimientos cíclicos. Con sus héroes, sus villanos, sus mitos, sus mártires y, lo más importante, un puñado de discos que alcanzaron categoría de leyenda.