Al igual que con su primer filme, «Azuloscurocasinegro», con el que logró el Goya, el debut de Sánchez Arévalo en la novela adulta, «La isla de Alice», ha logrado ser finalista del Premio Planeta. El autor madrileño, acompañado por Alicia Giménez Bartlett, acude este jueves a la Fnac de Málaga para presentar esta historia ambientada en Estados Unidos y protagonizada por una mujer cuya vida cambia por completo tras la repentina muerte de su marido.

¿No teme que le consideren el típico niño repelente que todo lo que hace lo hace bien?

Jolines, pues no lo había pensado así... ¿Por qué no en vez del niño repelente, el niño aplicado? Me siento muy afortunado y muy privilegiado. Llevo 23 años ganándome la vida como escritor. Y antes de mi primera película había hecho 15 cortos y llevaba más de 10 años trabajando en televisión. Siempre he creído en las carreras a largo plazo y en ir poco a poco, con pasos firmes pero pequeñitos.

¿Necesitaba que esta historia rompiese con el universo al que nos tiene acostumbrados en sus películas?

Sí y no. Necesitaba una especie de ruptura. Salirme un poquito de mí mismo y de las propias limitaciones de un arte como es el cine. Escribir una novela ha sido una manera de liberarme, de no preocuparme por cuánto constaría cada escena. He volado al otro lado del océano y me he metido en la piel de una mujer, pero también te digo que cuanto más he querido huir de mí, esta historia es la que más me ha salido de dentro de mis entrañas. Y a nivel de personajes, paisajes y tramas, no deja ser común a todas mis historias. Al final es la historia de una mujer cuya isla que tenía construida bajo sus pies desaparece y tiene que volver a construirla. Y al final, todos mis personajes son personas que buscan su sitio en el mundo y ser felices.

¿Pero en un primer momento era un proyecto para Hollywood?

Originalmente, pensaba que iba a ser mi primera película en Estados Unidos. La historia que me iba a ayudar a dar el salto, un salto de ida y vuelta, porque no tengo necesidad de irme. Pero cuando me enfrenté a todo este material me di cuenta de que no me cabía en dos horas de una película. Y ahí fue cuando pensé en transformar todo este material que había estado mimando y regando y dar el salto a la novela.

¿Ha desaparecido entonces la intención de llevarla al cine?

Al revés, se ha fortalecido. Por un lado estoy muy satisfecho con la novela, y podría vivir sin que hubiera una película de La isla de Alice. Pero, a la vez, sobre todo por las reacciones que estoy recibiendo por parte de los lectores, todo el mundo me pide a gritos una película. Es más, te diría que una miniserie de seis u ocho capítulos, que estaría más cerca de las seis horas de ficción. Pero continúa siendo mi sueño convertirla en película, con una producción a la altura de lo que exige la novela. Sería un proyecto que no se podría levantar únicamente en España. Habría que llamar en las puertas de Hollywood y buscar allí tanto la financiación como el talento.

¿Hollywood es una meta?

No. Para nada. No lo ha sido nunca. No quiero ir a Hollywood por ir a Hollywood. Quiero ir cuando tenga una historia que contar. Pero no es un destino final para mí. He podido intentarlo antes y no he querido. Sé lo difícil, complejo y frustrante que es. Cuando suceda, que lo haga de una manera natural.

Afirma que la sociedad norteamericana es muy superficial.

Siempre me ha llamado la atención la obsesión, sobre todo de las clases altas, por las apariencias. Por la foto perfecta de familia. En un picnic o una barbacoa están más preocupados de que los niños se comporten educadamente y que ellos parezcan la pareja más bien avenida del mundo que pasárselo bien. Son muy correctos, muy cercanos, muy amables..., pero solo en la superficie. Es muy difícil rascar y ver qué ocurre de puertas adentro.

¿Y qué opina de sus políticos? ¿De Donald Trump?

Lo de Trump y su populismo cercano a la extrema derecha es terrorífico. Es algo que en EEUU se fomenta mucho, y que también está presente en la novela, es la cultura del miedo. Una cultura conspiranoica que les hace pensar que todo el mundo es peligroso, incluso tu vecino.

¿No cree, a tenor de los resultados electorales, que el miedo también funciona en la sociedad española?

Absolutamente. Estos últimos años se palpaba esa necesidad de cambio, pero al final, a la hora de votar, es la cultura del miedo la que te dice que tampoco estamos tan mal. Eso es algo que me sorprende mucho.

Pero es más que seguro que si Rajoy hubiera sido presidente de Estados Unidos hubiera salido por la puerta Nixon...

Si algo como el escándalo de Bárcenas te salpica en EEUU, el presidente está fuera. Tiene que dimitir. Si el «Luis, sé fuerte» hubiera aparecido en la portada del New York Times o el Washington Post, el presidente se hubiera tenido que ir con las orejas gachas, como Nixon.