­Se anunció en mayo del año pasado, y aunque la espera ha sido larga -nada menos que 8 meses-, el Circo del Sol ya está de nuevo en Málaga. El regreso se titula Varekai, un montaje que desde ayer y hasta el domingo convertirá el Martín Carpena en un mágico bosque habitado por maravillosas criaturas.

Tras 12 horas de montaje, los 330 árboles de metal que dan forma al escenario de este espectáculo dieron anoche la bienvenida al público malagueño, que inició la velada mirando a lo alto del palacio de deportes, ya que la acción de Varekai comienza en el cielo, desde donde se precipita el joven Ícaro. En la oscuridad del frondoso y misterioso bosque, el maltrecho protagonista encuentra un universo caleidoscópico habitado por criaturas fantásticas, donde comienza una extraordinaria aventura de superación.

La palabra Varekai significa «en cualquier lugar» en lengua romaní, la lengua de los gitanos, los eternos nómadas. Esta producción rinde homenaje al espíritu nómada, al alma y al arte de la tradición circense, así como a la infinita pasión de los que buscan la luz. Ese carácter viajero y multicultural de la historia es un vivo reflejo del grupo de 100 personas, entre artistas y técnicos de 19 nacionalidades distintas, que hacen posible Varekai. Entre todos ellos, una única española, la bailarina de Barcelona Jessica Heredia, cuyo padre es malagueño. A sus 33 años, Heredia confiesa que ya ha «tocado el cielo» al pertenecer a la familia del Circo del Sol.

Su pasión y dedicación al break dance la llevó a superar un multitudinario casting a nivel europeo para acabar formando parte de la compañía canadiense. «Creo que es lo más alto a lo que se puede aspirar», comenta orgullosa. Reconoce que «la exigencia es alta» y que la preparación física requiere esfuerzos y sacrificios, aunque confiesa que el maquillaje, para lo que invierte cerca de cuarenta minutos antes de cada función, es «lo que peor» lleva. Además, la joven bailarina, que desde 2013 participa en Varekai, reconoce que «es duro estar tanto tiempo fuera de casa», aunque ella ha encontrado el amor en el trabajo y destaca, entre risas, que «la cosa ha cambiado mucho» desde que se prometió con el técnico de luces del espectáculo.

El francés y el inglés son los idiomas oficiales con los que se comunican los trabajadores del circo, aunque Heredia, que participa en el número Superficie deslizante, puede hablar en castellano con el puertorriqueño Fernando Miró, que encarna a Ícaro, el protagonista de la función. El joven, de 28 años, ya había colaborado como bailarín y acróbata con estrellas internacionales como David Bisbal y Taylor Swift antes de aterrizar en la compañía canadiense, donde dice estar cumpliendo un sueño. «Desde que vi Varekai en un reportaje en televisión, siempre quise hacer este personaje, que aúna todas las disciplinas -acrobacia, baile, interpretación...- que practico». Pese a ello, reconoce que desarrollar el papel central de la historia implica «muchísima responsabilidad». Miró desciende desde los treinta metros de altura que tiene la plataforma superior del escenario para protagonizar El vuelo de Ícaro, el número inicial del montaje.

La importancia del detalle. «Es un espectáculo optimista, del que todo el mundo sale feliz», sostiene el director artístico, Michael Smith, que durante la tarde de ayer chequeaba las luces y proyecciones para que todo estuviese en su sitio antes de abrir las puertas al público. «En esta empresa no se escatima en detalles», sostiene Smith, que al igual que reconoce que los pabellones han acabado con la intimidad y cercanía que ofrecen los espectáculos en carpa, la amplitud de estos espacios les ha proporcionado un nuevo público. «El espectáculo además gana en tamaño, ya que nos tienen que ver hasta los de la última fila». Para el director artístico de Varekai, uno de los secretos del Circo del Sol es que siempre andan buscando provocar «nuevos sentimientos y sensaciones» en el espectador. «Nuestra responsabilidad es tocar las emociones de muchas gente, y eso nos lo tomamos muy en serio», afirma.

Con la llegada de Varekai son cinco las visitas del Circo del Sol a Málaga. El idilio entre la empresa de Guy Laliberté y la capital de la Costa del Sol comenzó en 2006 con la presentación de Dralion. Y dos años más tarde, en 2008, se confirmó con Quidam. En ambos casos, la gigantesca carpa (Grand Chapiteau) de la compañía se instaló en el Cortijo de Torres. Después llegaría Alegría, en 2011, que tuvo por primera vez como escenario el Martín Carpena, y una nueva versión de Quidam, en 2013, también adaptada al palacio de los deportes.