­Literatura, Nueva York, familia, política, periodismo. De todo ello habló ayer Elvira Lindo con este periódico antes de presentar su libro en Málaga, una ciudad en la que vivió su familia, en la que estuvo cuando iniciaba su carrera y de la que guarda muy buenos recuerdos.

En Noches sin dormir (Seix Barral) vuelve a hablar de Nueva York, como ya hizo en Lugares que no quiero compartir con nadie, pero en esta ocasión lo hace en un tono más personal.

El otro estaba muy centrado en cómo era la ciudad, cómo se enfrenta a ella una persona que no es de allí y hablaba de muchos sitios con los que puede encontrarse el visitante. Pero yo creo que aquí la ciudad está de fondo, es un viaje interior más que exterior.

Al ser un diario es una escritura más íntima, a veces incluso descarnada.

Sí, porque aunque en el libro salen muchos personajes el personaje central es el que mira las cosas y a veces esa mirada es hacia el mundo que tiene delante, y otras veces es hacia el interior, y muchas veces es hacia el pasado, como una suerte de fantasmas que aparecieran en la vida de uno.

En el libro habla mucho de su familia, de su padre, de ese momento en el que nos damos cuenta de que inevitablemente vamos a perder a la gente que queremos.

Es ese momento en el que eres tú el que protege, y no te cabe ninguna posibilidad de estar bajo el amparo de alguien mayor que tú. Es un momento que es más traumático de lo que parece, porque por un lado está la perdida de alguien querido, pero por otra parte como que pierdes también parte de tu personalidad, ya no estás cumpliendo el papel de niño o niña en tu familia, estás por encima de los demás y eres tú quien tienes que tener una labor protectora en la vida.

Por mucho tiempo que se pase fuera, ¿se acostumbra uno a estar lejos de la familia?

Yo no me he sentido nunca lejos, realmente siempre he tenido muchísimo contacto. Soy una persona que tiene una familia muy a la española, unida, con mucha relación. No he tenido la sensación de estar desarraigada. Sí es verdad que las personas mayores no entienden la lejanía de la misma manera. No entienden la distancia física y ahora puedo comprenderlo. Ahí se da cuenta uno de que ha estado lejos, más que por lo que tú sientas por lo que sabes que han sentido los demás.

Nueva York está mitificada, pero la ciudad de la que habla es otra.

Todas las ciudades hay un momento en el que se ven de otra manera. Yo cuento una ciudad en la que es fácil sentirse perdido, desarraigado, desamparado, porque es muy grande. Pero si uno escribiera este mismo diario en una ciudad pequeña, podría hablar de la presión social, de la vigilancia a la que está sometido, los cotilleos, irse más hacia la crítica social que hacía Clarín en La Regenta. Probablemente sea más difícil escribir un libro de estas características en una ciudad pequeña que en una ciudad grande. Nueva York es una ciudad en la que se puede respirar una libertad de acción grandísima, también es verdad que esa libertad está condicionada por tener o no dinero. He escrito a lo mejor descarnadamente, un poco sí, sobre los retos diarios que plantea al individuo, que supongo que termina resultando más duro para una persona que viene de países como el nuestro que para los propios americanos, donde el desarraigo es parte de su condición. De Nueva York se puede escribir con total libertad, de la ciudad grande puedes hablar con más libertad que de la pequeña.

¿Cómo se ve España desde el otro lado del océano? Los años que ha estado fuera han coincidido, precisamente, con tiempos difíciles, de crisis.

Yo lo he seguido tan de cerca como cualquier español, porque los españoles estamos muy arraigados. Es un país en el que la vida pública es muy convulsa, somos muy vehementes. Y luego creo que la vida social, la de la calle, es más fácil que en otros sitios. En ese aspecto tenemos muchas ventajas que no sabemos ver.

En el libro habla de la visita de sus amigas malagueñas y en Málaga estuvo trabajando al inicio de su carrera. ¿Cómo ve ahora la ciudad?

Muy cambiada para mejor, supongo que los que vivís aquí veréis muchos matices que yo desconozco. Yo como persona que llega, que ha vivido aquí, veo la ciudad mucho más habitable.

¿Qué recuerdos tiene de sus tiempos en Málaga?

Yo tengo varios recuerdos de Málaga. Unos heredados de mis padres, que vivieron aquí, donde nació uno de mis hermanos. Vivieron en El Palo y sentían adoración por Málaga. Tengo otros de infancia, porque mi abuela vivía en Ciudad Jardín. Y luego los recuerdos de cuando estuve trabajando aquí y esos tal vez sean los de una época mucho más problemática, porque era una madre muy joven, con un niño muy pequeño, viviendo sola. Lo que pasa es que hice amigos y me sentí muy bien tratada por la ciudad. Aquí encontré una especie de familia y siempre me he sentido muy agradecida, me siento muy en casa aquí.

En su libro, en sus artículos, habla de su familia, de su pareja [el escritor Antonio Muñoz Molina], ¿cree que eso ha hecho en alguna ocasión que la gente se tome la libertad de opinar de su vida?

No siento vulnerada mi intimidad por eso. Creo que hay tantas cosas que uno vive y luego no cuenta. Cuento muchas cosas personales en el libro, pero sé perfectamente qué puedo contar y aquello que no. En el fondo todos nos movemos así. En general, siento que la gente nos mira con respeto y con cariño, cuando hay algo que es desagradable lo adviertes enseguida. No tengo nada que ocultar, esta es mi pareja, da la casualidad de que somos escritores y creo que somos una buena pareja. La vida tiene muchas cosas que son tristes, desagradables y tener un buen compañero es algo maravilloso, que te ayuda a salir a la intemperie con mucha seguridad.

La mujer ha avanzado mucho en las últimas décadas, pero ¿no es difícil todavía quitarse la etiqueta de ‘pareja de’, ‘hija de’?

Yo creo que el hombre o la mujer que me pueda ver solamente como la mujer de un gran escritor tiene un problema. A estas alturas yo sé que soy una persona con entidad propia, no soy un personaje secundario de nadie. Sí que me he encontrado gente que te habla como si fueras la secretaria de tu marido, yo contesto siempre con mucha claridad a eso. A lo mejor es normal porque ha habido mujeres que han adoptado posiciones en la vida muy subordinadas y eso se ha dado mucho en el mundo de la cultura. Es verdad que hay muchas cosas que mejorar, pero hay otras cosas en las que somos nosotras mismas las que nos tenemos que defender.

¿Cómo ve que el Gobierno retire la pensión a escritores que cobren derechos de autor?

Es lamentable, me parece que de alguna manera el PP sí que ha sido hostil a la cultura y esa hostilidad se le ha notado mucho, probablemente porque ha sentido que los artistas no eran cercanos políticamente. Pero ahí debería estar la grandeza de la clase política, en gobernar para todos. Creo que ha habido en estos años una campaña muy solapada pero sin pausa para desprestigiar al mundo de la cultura, que está compuesto por muchos oficios. Ese desprestigio ha venido de la derecha, muy derecha pero también ese discurso ha sido tomado por una izquierda radical muy populista, que encuentra que los autores deben volver a esa precariedad. Lo de la pensión de los escritores jubilados me parece la puntilla.

La crisis se ha dejado notar en el periodismo también.

Para mí es fundamental este oficio para el funcionamiento de una democracia saludable. Muchas veces lo que ves es un compadreo de la clase periodística con la política en la que tendría que haber una separación mayor. Los medios tienen que ser más independientes.

¿Se atrevería a hacer una quiniela de lo que va a pasar con el Gobierno?

Yo creo que va a haber nuevas elecciones, habrá que irse al verano. Los viejos partidos ya no son los que mandan en España y tienen que aprender a tener humildad y reconocer los errores, porque parte de lo que pasa viene de esos errores.