Dieciséis años después de su anterior candidatura, el compositor y productor vuelve a la ceremonia del cine español sabiendo ya lo que «realmente significa ser nominado». Antonio Meliveo está viviendo todo con mucha mayor intensidad que cuando aspiraba al 'cabezón' por 'Solas', la película que le descubrió para la gran pantalla, o 'Plenilunio'.

La tercera candidatura a los Goya. ¿Sensaciones?

Matemáticamente no tengo ninguna posibilidad. Las matemáticas dicen que son 1.200 aproximadamente los que votan y yo calculo que mi canción la habrán escuchado 100-150 de los que votan [El país del miedo aún no ha tenido un estreno comercial]. Hay dos películas rivales que tienen, sobre todo una -Palmeras en la nieve, de Pablo Alborán para el filme homónimo-, un aparato de marketing tremebundo y eso es lo que cuenta. Las matemáticas me dicen eso. Pero la Academia a veces da sorpresas y ocurren cosas que no se esperan. Así que voy a los Goya con mi mejor cara de póquer.

Tras dos noes de la Academia, ¿la actitud es derrotista o de ilusión?

Vivo esta candidatura con más ilusión, muchísima más... Las dos primeras nominaciones llegaron muy al principio de mi carrera cinematográfica; en realidad, entonces no era realmente consciente de lo que era la Academia, el cine español ni de la competencia, no tenía ni puñetera idea de nada... Aquello me vino de pronto y me dije: «Uy, qué fácil, qué rápido». Después ya fui dándome cuenta de cómo es la industria por dentro, de qué significan los premios y cómo se conceden y por qué, de qué películas tienen más posibilidades porque tienen más académicos dentro... Quizás por eso yo no me esperaba ni mucho menos esta nominación. Y lo que más me gustaría es que la gala de los Goya fuera el 6 de diciembre, para estar todo un año nominado.

Compite, entre otros, con Pablo Alborán...

El otro día me envió un whatsapp... [Pausa y recuerda] Soy amigo del padre de Pablo [el arquitecto Salvador Moreno Peralta] y hace, yo creo, unos doce años, me dijo: «Antonio, mis dos hijos están componiendo y tocando canciones y me gustaría que fueran a tu estudio y les escucharas, quizás para grabarles algo, echarles una mano...». Y vinieron Pablo y su hermano y me tocaron unos temas, que recuerdo que me sonaron a Estopa o a música así. Y les di el consejo que suelo dar: «Ahora que los medios para hacer música son mucho más asequibles, grabaos vosotros mismos, buscad lo que queréis decir con vuestros medios. Y luego, si queréis, volved aquí al estudio».

Y hoy, unos doce años después de aquello, y convertido él en una estrella internacional, se enfrentarán en los Goya. Por cierto, si no es indiscreción, ¿qué le escribió en ese whatsapp del otro día?

Me dijo que era un honor estar conmigo en la misma categoría de los Goya.

Hablemos de su canción, So far and yet so close...

Es la prueba de que muchos creadores trabajamos mejor bajo presión.

Cuente...

En un primer momento, íbamos a usar una versión de Somewhere over the rainbow; habíamos llegado a un preacuerdo con Sony, les había encantado nuestra versión... Pero, al final, dijeron que no. Estas cosas, al final, siempre se negocian con dinero más que con talento, y nosotros no teníamos ni un duro. La posproducción estaba ya lista, pendiente casi sólo de eso, de la canción. Así que literalmente compuse y grabamos la canción, la primera mía en inglés, en tres días.

Es una canción rara, más de texturas, susurrada...

El otro día le quité la voz de Lara Chaves [la vocalista de la canción] para unas mezclas y me di cuenta de que debajo de la melodía casi no había nada [risas]. Recuerdo cuando compuse la canción... Normalmente, siempre pongo, pongo y pongo cosas para luego ir quitando, quitando... En esta ocasión llegó un momento en que me pregunté: «¿Y si lo quito todo?» [ríe]. En realidad, todos los creadores buscamos eso: lo máximo con lo mínimo.

Tiene mucho que agradecerle a Lara Chaves entonces...

Cualquier música, sea de Mozart, Mark Isham o Antonio Meliveo, mal interpretada es una mierda. Pero en este caso no puedo dejar de agradecerle especialmente a Lara la sensibilidad, talento, entrega y la paciencia que tuvo conmigo.

«Normalmente, una canción es un elemento contrario a la narrativa del cine, porque al ser el resumen de un sentimiento o de un estado de ánimo suspende la acción». Me lo dijo usted hace unos años. Y ahora le nominan a los Goya por una canción...

Es que yo sigo pensando eso. Para este caso cogí uno de los temas incidentales de la película y lo convertí en canción. Por eso el tema flota y verdaderamente se integra en la narrativa musical de la película, porque va sonando a lo largo del filme... Pero es verdad que yo no soy muy de las canciones en el cine... Y eso que la primera que ganó el Goya a Mejor Canción Original la produje yo [se refiere a Fugitivas, del filme homónimo, cuya banda sonora fue compuesta por Meliveo; la canción, por Manuel Malou, Natboccara y J. J. Chaleco].

¿Qué diferencias encuentra entre componer una banda sonora y una canción?

Eso me lo preguntó un amigo el otro día... Componer una banda sonora es algo mucho más técnico, hay una estructura enorme que tienes que respetar, con la que estar en sintonía... Que la música al final sea bonita me importa un carajo; tiene que servir para la que escena diga lo que debe decir.

¿Y la canción?

La canción es pura intuición: si no te sale del corazón, no te sale. Es tirarte al vacío...

Cuentan que usted ha escrito muchísimas...

Sí, antes escribía muchísimas canciones. Tengo unas 200, de toda índole: pop, rock, hasta un bolero [Tus labios son el cielo] que escogió Diana Navarro para un disco suyo... Y un grupo de Málaga, Biscuters [donde militó Rafa, antes de formar Los Caracoles], llevó una de mis canciones al top 9 de Los 40 Principales...

Pues parece que le ha vuelto el gusanillo...

Ahora he resucitado canciones mías antiguas, algunas de las muchas que tengo archivadas, se las he dado a escuchar a gente y me dicen: «Macho, esto es una mina, esta canción es preciosa, por qué no la grabamos». Claro que me ha vuelto el gusanillo, pero yo casi siempre compongo por encargo; en realidad, yo me dedico a la música aplicada.

Hace ya dieciséis años de su segunda nominación, por Plenilunio (1999). Esta nueva candidatura refrenda su regreso al cine después de una etapa más dedicada al teatro, a levantar proyectos en plena crisis...

El 2015 fue mi regreso al cine de una cierta producción, porque yo todos los años he hecho, como mínimo, una película. El año pasado preparé la banda sonora para Imanol [Uribe], hice El país del miedo... Todo esto coincide con el hecho de que el cine español, después de tocar fondo, está volviendo a empujar. Yo siempre digo: «Aquí, o subimos todos o no sube nadie». Hay quien para sortear la crisis decide marcharse, intentarlo fuera; yo no, yo vivo muy bien aquí, en la ciudad del paraíso. Pero, vamos, que yo he trabajado con el Teatro Nacional de Shanghai, y con Skype no he necesitado pisar Shanghai en mi vida.

Inevitable preguntarle por su abortada música para Lejos del mar, la que iba a suponer su nueva colaboración con Uribe tras Plenilunio.

Me fastidió muchísimo. Ya tenía la película en su estructura, la tenía totalmente dominada y había hecho seis o siete escenas con diferentes versiones musicales... Pero al final me dijo que no y decidió prescindir de la música. Pero Imanol es uno de esos tíos, y por eso me cuesta menos asumir esta negativa, que tiran de asesores, que reflexiona en equipo, toma las decisiones en conjunto... Yo ya viví algo así en una escena importante cuando preparamos Plenilunio, cuando se decidió en grupo prescindir de la música en esa escena no porque no gustara sino porque parecía contraproducente.

En estos años ha intensificado su labor como productor cinematográfico.

En realidad, yo he sido productor siempre, pero de teatro. Más tarde me convertí a producir cine, sin dejar el teatro.

Estamos en las oficinas de Green Moon, el sello cinematográfico de Antonio Banderas, su amigo de toda la vida y socio. ¿Qué se cuece por aquí?

Los proyectos de esta casa son más difíciles de sacar adelante...

¿Les pasa como al Real Madrid, que cuando muestra su interés por un jugador rápidamente les suben el precio del jugador?

Por supuesto que sí.

¿Es lo que ha ocurrido con 33 días, la película sobre la creación del Guernica en la que Banderas encarnaría a Picasso bajo la dirección de Carlos Saura?

Hay un problema de derechos sobre el guión... [se detiene]. Le reuní a Antonio yo creo que todas las películas donde aparece el personaje de Picasso, para que se metiera a fondo. Antonio, que es así, siempre va a por todas, llegó a pintar a tamaño real el Guernica entero [hace otra pausa] En estos momentos estamos pendientes de una historia... Pero es lo que hablábamos antes: te suben el precio, te ponen mil trabas... Es muy complicado.

Y como músico, ¿qué tiene sobre el tapete?

Estoy trabajando con MLK, con José Antonio Hergueta, en La fabulosa Casablanca, un documental de Manu Horrillo y con Pedro Casablanch. Y tengo ilusión por una película que va a dirigir Ignacio Nacho, El intercambio. Con él llevo ya un montón... De hecho, de mi armario de premios, muchos de ellos, la mayoría son por obras de Ignacio Nacho. Es una película que va a producir Dylan Moreno, un tipo que me ha sorprendido por su fuerza, su honestidad, su energía...

Terminemos volviendo a mañana, sábado, el día de los Goya. ¿Qué espera?

Que al menos con esta nominación algún distribuidor apueste por El país del miedo y pueda tener una vida. Porque la verdad es que la película afronta un asunto [el acoso escolar] que cada vez preocupa más... Creo que la película se merece un poco más de suerte delante del público.