Nuevamente, el dramaturgo, actor y director Rafael Álvarez El Brujo deleita al público del Teatro Cervantes con su particular estilo y humor, esta vez para contarnos su obra Teresa o el Sol por dentro. En un lenguaje coloquial y directo con el espectador nos evoca la existencia de la Santa de Ávila, recitando sus poemas o recreándola en sus escenas cotidianas, con su familia o en el monasterio. Partiendo desde el espíritu místico e icónico de esta mujer, que es un importante pilar de la cristiandad, El Brujo nos sumerge en la historia de España, desde la complejidad del barroco hasta nuestros días con los actuales acontecimientos políticos, marcando graciosos paralelismos y situaciones complejas. Porque todo se mueve en dualidad, entre interior y exterior, entre la mundana cotidianidad y la elevación espiritual, entre la eternidad y la futilidad, la vida eterna o la muerte eterna. Y en ese gran cóctel de emociones y sensaciones,se desarrolla el pensamiento filosófico, la cosmogonía, la vida interior, la realidad, la apariencia, la disciplina estética y ascética y hasta la historia del arte. Así, se menciona a numerosos personajes que han hecho sus grandes aportaciones al mundo, desde Copérnico a Picasso, los papas, los reyes y emperadores, y hasta Merkel, con su dominante austeridad. El versátil comediante se mueve como un juglar contándonos esto y aquello, la frágil niña Teresa imbuida por el espíritu santo frente a su beata madre, o la monja en lucha de pasiones con un cura confesor para mantenerse a salvo del diablo y sus pecados. Apelando siempre a lo contemporáneo, a nuestros valores y tradiciones actuales, buscando raíces, conexiones o paralelismos, en un ámbito mundial, sin límites entre religiones, creencias o disciplinas culturales. Juega con las palabras y la comicidad que desata estruendosas carcajadas, pero también nos empuja a la reflexión en un profundo ejercicio didáctico. El espacio escénico es tan amplio y versátil como su juego, con unos pocos elementos de mobiliario basado fundamentalmente en sillas, que, dispuestas de una u otra manera, le ayudan como apoyo para relatar distintas cosas. Unos cuantos focos con alguna iluminación concreta y un pequeño pasaje musical cerca del final de la representación, son los pocos recursos de una puesta en escena limpia y efectiva. Porque El Brujo, solo con su presencia y destreza en las tablas interpretando un elaborado monólogo, es capaz de brillar con ese sol interior para ofrecernos su magia.