Directo, sencillo e inspirado, Saint Malo también muestra más humor que ninguna de sus obras anteriores, y es un intento consciente de alejarse de esas metáforas (bíblicas muchas veces) que apuntalaban sus textos. Trece canciones con el sello inconfundible del ex Surfin’ Bichos, uno de los creadores pop españoles más talentosos de los últimos 30 años, desmintiendo los tópicos que le ligan a lo tortuoso.

Saint Malo es un disco que considera «optimista y de buen rollo». ¿Qué le pedía el cuerpo?

Fue y es un momento de mucha lucidez, muy nítido. Lleno de reflexiones sobre el tiempo, la muerte, las emociones y las relaciones humanas. Y lleno también de viajes y de amor.

Algunos de sus mejores discos (Tejido de felicidad) son atribuibles a periodos especialmente jubilosos de su vida. ¿Es este el caso de Saint Malo?

Sí, podría decirse que comparten un momento de cierta serenidad y felicidad. Tienen sus ángulos de sombra, claro; todos los tenemos. Pero tampoco desdeño discos que responden a momentos personales más oscuros, como Fotógrafo del cielo, 78 o Carnevisión.

¿De dónde salió el título de Saint Malo?

Siempre me gustó ese nombre que, como es sabido, es el de una ciudad de la Bretaña francesa, una ciudad medieval y costera, muy al norte. En este disco todo se pone patas arriba y el norte es el sur y viceversa, y el tiempo no pasa. También me gusta cómo suena en castellano: San Malo.

¿Qué enfoque quería darle al disco en términos de sonido?

Todas las canciones que estaba haciendo mostraban en los textos un lenguaje sencillo para expresar situaciones y emociones complejas. En la música, también busqué esa depuración de estilo, simplificando estructuras y bases armónicas, que luego se iban complicando de forma natural. Y retorcida, por qué no. El tratamiento del sonido y la instrumentación van exactamente en esta dirección también.

¿En qué medida ha influido la producción de Darío Vuelta?

Hablamos mucho antes de grabar el disco. Muchísimo. Darío es argentino y yo cuando me pongo hablo por los codos. Y partíamos de la base de lo que mencionaba antes: nada de utilizar veinte instrumentos extra. Todo lo basaríamos en batería, bajo, dos guitarras, teclado y voz. Nunca más de esto a la vez. Eran las canciones las que, cada una, ya sonaban muy distintas. A partir de ahí, tuvimos el acierto y la suerte de contar con una nómina de guitarristas flipantes, cada uno en su estilo, que enriquecen y retuercen las canciones y los corazones. El trabajo de teclados de Eduardo Martínez es espectacular y sobrio a la vez. Así que no necesitábamos ornamentos, ya las propias canciones lo estaban diciendo todo. Como curiosidad, no hay ni siquiera un sonido de piano ni de pandereta en todo el disco.

Saint-Malo también muestra más humor que ninguna de sus obras precedentes. ¿Qué relevancia tienen las letras en estas nuevas composiciones?

Tanta relevancia como las músicas. O sea: toda. Siempre ha sido así en los catorce o quince discos que he compuesto y grabado. Y el humor siempre estuvo ahí, aunque no siempre se ha visto. Ahora quizá es un humor más juguetón, además del humor más o menos negro, así que parece que se nota más.

¿Hay un intento, no sé si consciente, por alejarse de esas metáforas (bíblicas, muchas veces) que apuntalaban sus textos?

En cada disco me planteo un lenguaje. De la misma forma que planteo unas formas en cuanto a la música, la instrumentación o la producción, y también una estética. Entonces las canciones van como brotando dentro de una idea, y cada una termina haciendo su papel. Para contar todo lo que cuento en este disco supongo que encontré otro tipo de metáforas.

No parece que haya estado ocioso, entre multitud de colaboraciones (Alfacrepus, Fundación Robo, conciertos conjuntos con Remate y David Rodríguez -Veo Monstruos-) y la reunión de Chucho. ¿En qué momento decidió que era buena hora de volver a trabajar en solitario?

Saint-Malo es la continuación lógica de mi carrera, después de La vida es extraña y rara, y con el puente que supone el EP de Extintor de infiernos. Este EP lo grabé con mi banda, la misma que grabó Saint-Malo, y en parte mi anterior álbum. En mitad de los planes para grabar Saint-Malo se planteó la reunión de Chucho. Cuando acabó esa gira, empezamos a grabarlo. Una vez terminado y encauzado, con los dos video-clips de Velero y Saariselkä Stroll, y con la gira (de la que aún nos quedan muchas fechas), el siguiente paso en esa continuación lógica ha sido la grabación en diciembre de 2015 de un nuevo álbum de Chucho, para el que he compuesto otras trece canciones. 13, igual que Saint-Malo. Alfacrepus, por su parte, es un proyecto paralelo muy querido por mí, junto a mi amigo Joe Crepúsculo. Para Fundación Robo colaboré en La soga, una canción que luego aparecería en el EP de Extintor de infiernos. Y Veo Monstruos fue una mini-gira, solamente en directo, que pudimos disfrutar en 2013.

Ya adelantó parte de este repertorio en una gira con guitarra acústica, en la que repasaba su primer disco con Surfin' Bichos. ¿Ahora lo hace acompañado? ¿Quiénes componen la banda?

Lo bueno de estas canciones (de mis canciones en general) es que ya funcionan bien solo con voz y guitarra acústica. Pero claro, suenan mejor y más completas con banda. En ocasiones tocamos como quinteto, pero la mayoría de esta gira la hacemos en formato trío, Trío De Poder. Me acompañan Darío Vuelta al bajo y Xavi Molero a la batería. Es decir: top.

Ya que prácticamente todas estaban escritas antes de la reunión de Chucho, ¿no se le pasó por la cabeza trabajarlas con el grupo y que fueran finalmente parte de un nuevo álbum?

Como decía, ya teníamos hablado y planeado todo con mi banda de Barcelona para grabar Saint Malo. Lo de Chucho surgió después. Son dos bandas increíbles, puedo tenerlo todo.

«Siempre me estoy suicidando», canta en Arrancando las vías. ¿Es alguna alegoría a su carrera?

Es una paradoja, o más bien un oxímoron, que refleja la renuncia diaria que asumimos para tener metas mayores, mayores viajes.

¿Cuál es la historia de su velero?

Esto sí que es una metáfora marinera, y no lo de Artur Mas. Pero hay que escuchar (o leer) la letra, creo que no debo explicarla...

Tempus fugit (¡qué gran verdad esa!). ¿Una declaración de intenciones?

«El tiempo vuela». Es lo que ponía en el reloj de péndulo de casa de mis padres. Luego vi que lo pone en la mayoría. Cuando descubrí qué significa esto, hice esta canción para negarlo, de una forma ensoñadora.

¿Qué repertorio está moviendo en estos conciertos?

El tronco del repertorio es evidentemente Saint Malo, pero también tocamos hits de toda mi trayectoria. Mitad y mitad, más o menos.

¿Qué se presenta en su horizonte personal? ¿Hay a la vista una posible vuelta de Surfin’ Bichos?

Aparte de continuar con la gira de Saint-Malo, lo que acabo de revelar antes: en breve habrá nuevo álbum de Chucho, grabado en El Puerto de Santa María con Paco Loco (nunca había trabajado con él y tenía muchas, muchas ganas).