El de ayer fue un concierto muy especial para la Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM), ya que el recital ofrecido en el Teatro Cervantes -y que hoy volverá a repetirse (20.00 horas)- tenía como leitmotiv la celebración del vigésimo quinto aniversario de la formación musical.

Bajo la dirección de Manuel Hernández Silva, el conjunto inició la velada con el Concierto en Mi bemol mayor para trompeta y orquesta de Johann Baptist. El repertorio de la primera parte continuó con las piezas Huapango, obra del mexicano José Pablo Moncayo, y Mestizo, para trompeta y orquesta, de Efraín Oscher, con Pacho Flores como solista. La segunda parte estuvo protagonizado por las Danzas Sinfónicas, Op. 45, una de las últimas obras del compositor ruso Sergei Rachmaninov.

Aunque el acuerdo para la creación de la Orquesta Sinfónica Ciudad de Málaga, como así se llamó la OFM en sus orígenes, se firmó el 23 de marzo de 1990, no fue hasta el 14 de febrero de 1991 cuando la orquesta interpretó sus primeras notas ante el público del Cervantes. La batuta del maestro Octavio Calleya marcó los primeros compases de una orquesta impulsada por el alcalde Pedro Aparicio, que ayer estuvo presente en el recuerdo de todos, tantos los músicos como los asistentes.

«Pedro vivió emocionado y entusiasmado con este proyecto», explicaba el exconcejal de Cultura Curro Flores, uno de los encargado de reclutar en su día a los músicos que se presentaron a las maratonianas audiciones realizadas en Bratislava y Moscú para entrar a formar parte de la nueva orquesta malagueña, que desde sus inicios se convirtió en el buque insignia del impulso cultural de la ciudad.