Emociones a flor de piel en el mano a mano que protagonizaban ayer en la madrileña plaza de Vistalegre los matadores de toros David Mora y Saúl Jiménez Fortes. Muchas veces se habla de la dureza de esta profesión, pero pocos como ellos pueden hablar en primera persona del alto precio que se exige para hacer realidad los sueños.

En las corridas de toros, el triunfo se simboliza a su finalización con la salida a hombros del torero, aunque en este caso el simple hecho de hacer el paseíllo ya suponía el triunfo del hombre sobre la muerte. Ambos la vieron cerca, y milagrosamente se reencontraban aptos para su ejercicio tras un largo proceso de recuperación.

Era el momento de alejar fantasmas del pasado y retomar la vida heroica de todo aquel que se viste de luces. Las amargas tardes de mayo del 2014 en Las Ventas y agosto de 2015 en Vitigudino eran agua pasada, y al revés que haría cualquier otro mortal, Mora y Fortes se apretaban los machos para volver a enfrentarse a su destino con una corrida de la ganadería de Parladé en medio de una espectacular la ovación. Era el reconocimiento a la épica de dos toreros que se disponían a volver al lugar de donde un día un toro les apartó.

Una vez abierta la puerta de chiqueros, comenzaba la verdad del toreo, y en primer lugar saltaba al ruedo un astado de nombre Insuperable, que suponía el reencuentro de David Mora con el público. Quisieron las circunstancias ponerse de su parte, con un animal de gran calidad, sobre todo por el pitón izquierdo, con el que se mostró tremendamente sereno el matador. Despejado de mente, recogió el fruto de su esfuerzo y tenacidad después de lograr una buena estocada y pasear las dos orejas.

Tras dos años en el dique seco, David Mora ha vuelto más maduro. Con el poso de la experiencia y una claridad de mente asombrosa para quien hace sólo unos meses estaba sentenciado a no volver a torear. Su segundo no tuvo la docilidad del primero, ni la faena la misma rotundidad, pero vino a confirmar que lo visto anteriormente no fue casualidad.

La confirmación del inicio de una nueva época para David Mora llegó en su tercero, un toro con emoción al que muleteó con gran inspiración y torería. Tras ser volteado sin consecuencias, volvió enrabietado por manoletinas antes de marrar con la espada y no redondear la tarde como hubiera merecido.

Sin facilidades

No tan de cara se puso la tarde de inicio para el malagueño Fortes, que en primer lugar tuvo que ver cómo el animal que le correspondía regresaba a los corrales tras dejarse repetidamente las patas atrás. Corrían turno y salía otro del mismo hierro con buen fondo de nobleza y al que recetó un quite por chicuelitas con el ajuste de siempre y una revolera muy templadita. Tras brindar la público, plantó las zapatillas en el tercio en un por inicio por alto en el que se confirmaba que el retorno era pleno, sin medias tintas. Después llegaron muletazos muy largos y rematados atrás; mostrándose muy templado y torero, firme incluso en los momentos en los que el toro dudaba y le miraba. Teníamos ante nosotros al Fortes de siempre, el de las grandes emociones y pleno de confianza. Cuando el burel se fue quedando cada vez más corto, el diestro le supo tragar y consentirle en las cercanías. Por si alguien lo dudaba, Saúl no ha perdido ni un ápice de valor. Lástima que precisara de media estocada y tres descabellos y, tras un aviso, el previsible triunfo se quedara en una ovación.

Brindó la faena de su segundo a su padre, Gaspar Jiménez, plantándole la muleta para corregir las dificultades que había mostrado de inicio. Le quiso quitar la brusquedad con templanza, pero la falta de casta llegó a convertirse en una dificultad insalvable. No obstante, resultaron tremendas las manoletinas finales, sin espacio entre los pitones y la taleguilla del torero. De las que quitan la respiración.

Y quedaba un cartucho con el sexto, Barrabás con el hierro de Juan Pedro Domecq. Parecía confirmarse que no había tenido suerte en el lote, pese a lo que no desistió e incluso quitó por gaoneras. Quiso Fortes mostrarle su admiración a Mora brindándole el toro, y se fue a los medios para dejárselo de venir en un inicio de faena en el que el toro no puso nada de su parte. Fue el torero el que tuvo que embestir, demostrando que se encuentra plenamente recuperado física y mentalmente de todo lo padecido.

Pisando terrenos que pocos se atreven a pisar, cerró con bernardinas antes de volver a perder con los aceros la posibilidad de tocar pelo. Nos quedamos con las magníficas sensaciones, y la certeza de que tenemos Fortes para rato.

@danielherrerach