Fran Perea es un animal de escenario. El malagueño y su compañía han logrado dar con la fórmula del éxito gracias a un teatro comprometido con su tiempo y a la vez fresco y divertido. Con Feelgood, primer montaje de la compañía que Perea creó junto a Manuela Velasco, Ainhoa Santamaría y el también malagueño Javier Márquez, recorrieron 35 ciudades y lograron convocar a más de 60.000 espectadores. El segundo título de Feelgood Teatro es La estupidez, obra que el jueves y el viernes próximos llega al Teatro Cervantes (20.00 horas).

¿Cómo surge el proyecto de La estupidez?

Al autor de esta obra, el argentino Rafael Spregelburd, le quitaron un proyecto de la cartelera en Buenos Aires. Y entonces pensó que si lo lógico no le funcionaba probaría con lo ilógico. Y escribió una heptalogía sobre los pecados capitales. En este caso inspirada en la Mesa de los Pecados Capitales de El Bosco. La estupidez habla de la codicia, que es el pecado sobre el que trata esta obra. Y a nosotros se nos ocurre montar esta función tras leer la obra. Pensamos que viene muy bien en estos tiempos. Parece que la codicia no pasa de moda y más ahora en este país, donde estamos siendo testigos de los comportamiento que genera el dinero. Creemos que es una función que tiene mucho que ver con nuestra manera de entender el mundo y que podía ser muy buen segundo montaje.

Esta obra, al igual que Feelgood, cumple con la función de entretener al público y a la vez hacerle reflexionar. ¿Es así como entienden el teatro?

Pensamos que ése es el teatro que hay que fomentar. Nos gusta ese teatro que te releja el diafragma a través de la risa y que luego hace preguntarte de qué te estás riendo. Según nos cuenta el público, es una función que no te deja indiferente por los temas que trata y por cómo los trata. Una obra que te deja un poso y sobre la sigues pensando al día siguiente.

¿Cree que todos vivimos tentados por el dinero?

Sí. Todos caemos. Todos hemos tenido comportamientos codiciosos. El que diga que no, miente. Y creo que todos, alguna vez, nos hemos comportado de manera estúpida.

Este argumento viene a suponer un retrato de la actualidad, en la que vemos pasar por los juzgados a los que han hecho del dinero su gran motivo de vida...

Así es, desgraciadamente. Para mí, la primera estupidez en mayúsculas es el mundo que hemos creado. Cuando El Bosco pintó hace 500 años la Mesa de los Pecados Capitales puso en el centro a Dios. Si lo pintase ahora pondría un billete de dólar o de euro. El primer síntoma de la estupidez humana es el mundo desequilibrado que hemos creado, que haya gente con tanto y otra gente con tan poco. Y lo más curioso es que no hay solución posible para este desequilibrio. Hemos creado un mundo así de terrible. Y esto conduce, de manera imparable, al caos que estamos viviendo.

La codicia también afecta al medio en el que vivimos, a la naturaleza. ¿Se detiene La estupidez en esta carrera humana hacia la destrucción del planeta?

Sí, la función habla de cómo el mundo se aproxima a un apocalipsis que no hay manera de parar. También plantea otros escenarios, como el mundo del arte, de las relaciones familiares, las relaciones de amistad... Y la gente se ve reflejada en muchos de los personajes.

Que son más de veinte...

Somos cinco actores e interpretamos 24 personajes. Yo interpreto a cinco: el hijo de un matemático que ha encontrado la fórmula del apocalipsis; un petrolero que quiere comprar un cuadro robado carísimo; un actor en paro que va con su hermana recorriendo la Ruta 66; uno de los apostadores que juega de casino en casino ganando cada noche 151 dólares en la ruleta, y a un policía que se mete en un asunto un tanto turbio.

¿No cree que entre tanta codicia y desigualdad, la cultura ha salido más que perjudicada en los últimos años?

Hay varias patas en este asunto. Para mí la cultura tiene una parte educativa, esa parte que no es tangible y cuyo beneficio va hacia nuestras almas y hacia nuestro crecimiento personal, ya que te aporta las herramientas para tener tus propios pensamientos y tus propias ideas y valores. Esa parte se ha descuidado. Hace tiempo que el monstruo del capital se ha impuesto y ahora es más importante ir de compras que acudir a una función de teatro. Por otro lado, está el sustento de la industria, cómo crear un tejido sostenible para los que se dedican a la cultura. En este sentido hay que hacer un trabajo enrome, a nivel fiscal y laboral. Hay que hacer una revisión del sistema porque el actual no refleja la realidad.

¿Considera una estupidez el intento de investidura de Pedro Sánchez?

No lo sé... A estas alturas no sé qué decirle, la verdad. No tengo una opinión formada sobre lo que está ocurriendo. No sé qué está pasando. A mí me gusta que haya diversidad, eso no se lo niego.

¿No parece que los políticos nos estén diciendo a los ciudadanos que hemos votado mal?

Ésa es la parte que más me desconcierta. Nosotros hemos votado por la diversidad y resulta que la diversidad no es factible. Eso es más o menos lo que está quedando de manifiesto estos días. Es una pena, porque al final es como volver a lo mismo. Se ha luchado contra el bipartidismo y al final parece que vamos a volver al mismo lugar. En el comportamiento de nuestros políticos hay algo egoísta. Y nosotros necesitamos gente generosa. Espero que se pongan soluciones posibles y viables sobre la mesa. Y si hay que volver a votar, que la gente lo haga en conciencia.