La música de su infancia bien pudo ser un casete de su madre del Cascanueces de Tchaikovsky que se terminó rompiendo. Muchos años después ella misma terminaría dirigiendo números sueltos de este inolvidable ballet.

Silvia Olivero (Málaga, 1975) lleva ligada a la música desde los 12 años, cuando comenzó unos estudios musicales que no deja de perfeccionar. Hoy es pianista, compositora, directora de orquesta y profesora de dirección de orquesta en el Conservatorio Superior de Música del Ejido.

Cuando se le pregunta por qué eligió ser directora, sonríe antes de contestar: «Para mí es hacer magia. A veces es increíble cuando levantas la mano, la posas en un punto en el aire y suena exactamente lo que tú quieres».

Gracias a su profesionalidad y tesón se ha abierto paso en el conservador mundo de la dirección de orquesta, todavía hoy invadido por clichés decimonónicos: «Siempre se ha dicho que era un mundo de hombres, la imagen de autoridad siempre se ha asociado al hombre», comenta, algo que considera «absurdísimo» porque «no hay una dirección masculina o femenina, cada persona es un mundo».

En todo caso, también se muestra optimista y subraya que las cosas están cambiado «porque la situación que me encontré cuando estudiaba dirección de orquesta y era la única de mi curso comparada con la que se encuentran mis alumnas es muy diferente».

Prueba de ello es que esta apasionada de la enseñanza musical, la composición y la dirección lleva tres años siendo invitada por varias orquestas de Rumanía y Moldavia, un camino que comenzó cuando su antiguo profesor, el conocido director Octav Calleja, al que considera «un padre musical», le animó a dar ese paso.

Desde entonces ha dirigido la Filarmónica de Moldavia y varias filarmónicas de ciudades rumanas como las de Brasov, Ramnicu Valcea o Pitesti, donde se convirtió en la primera mujer en dirigir la orquesta. A partir del próximo domingo repite en este último país para dirigir a las filarmónicas de Pitesti y Ramnicu Valcea, con obras de Beethoven, Brahms, Schumann y Meldensohn.

«Un líder constructivo». A su juicio, entre las cualidades que debe tener un director de orquesta recalca que «el carácter y la autoridad es fundamental», además de que sea «un líder constructivo que ordena y organiza y hay que tener un buen sentido del oído, del pulso, del tempo y mucho conocimiento de la partitura».

Silvia Olivero subraya las «muchísimas horas de estudio» que conlleva estudiar a fondo la música que se va a dirigir y también cómo esa tarea le da «una perspectiva de la construcción de la música» en su trabajo como compositora, aunque sigue sin acostumbrarse a dirigir sus propias obras: «Es muy absurdo, la veo desde el otro lado y parece otra», ríe.

La directora malagueña se considera «muy feliz» compaginando su trabajo en el Conservatorio Superior de Málaga con la dirección, aunque no descarta algún día pedir una excedencia para convertirse en directora titular de alguna formación.

Y ante la pregunta del millón, si aceptaría el reto de dirigir el archifamoso Concierto de Año Nuevo de Viena, hasta ahora coto vedado para directores, no lo duda ni un segundo: «Si me llaman, sí».

Su batuta crea magia pero además marca los nuevos tiempos de una dirección de orquesta que empieza a dejar atrás clichés -nunca mejor dicho- del año de la polka.