Volver a Madrid siempre es gratificante y si es por motivos artísticos todavía más.

En pleno proceso de venta de entradas para la presentación del disco, cartelería, promoción... no podía dejar de lado la parte visual, que por suerte o por desgracia es la más inmediata para el gran público: el videoclip. Terminar de grabar recursos para el vídeo era nuestro cometido capitalino.

El presupuesto está muy ajustado pero con un director como Manu Rocha, con esa juventud empujando ante las dificultades y su visión de francotirador, no creo que haga falta más que su talento y mi poca vergüenza. Después de unos días de rodaje en el parking de una iglesia, solo digo que verme a mí, engalanado de Zurdo con mi traje negro y una Gibson 335, subido en una escalera de tres peldaños en el patio de una iglesia con sus feligreses pasando y dando los buenos días podría formar parte de cualquier escena de John Waters.

Teníamos sólo una tarde noche y la mañana del día siguiente. Como era de esperar, los amigos del foro querían verme después de una larga ausencia por sus calles, decidimos aprovechar esos encuentros de gloria para incluirlos en el rodaje, por su naturalidad y alegría espontánea. Yo sabía el principio y el fin pero la parte del nudo, como siempre en esta ciudad, es una divina incógnita.

Primera meta volante, las Vistillas, para saludar al gran amigo y cocinero de postín Micue. El abrazo de gol en su gastrohome, la casa más antigua de Madrid, sonó a final de Champions; como escenario, una gran mesa con los restos del naufragio de la noche anterior y como siempre Micue con sus planes más inverosímiles y divertidos: no llegamos al cumpleaños de una celebrity televisiva por un pelo. Anya, la fotógrafa oficial de El Cigala y José Tomás, entre otros, también acudió a la llamada zurda. Como siempre, encantadora, nos acompañó al Café Central donde Javier Colinas y Chano Domínguez hacían de las suyas: un lujo. El primo Sotos -guitarrista de Jaime Urrutia- se uniría a nosotros proponiendo un magnifico plan: tenía entradas para ver a los 091 en Joy Eslava. A los diez minutos ya estábamos dentro de la sala cerveza en mano. Para cerrar el círculo de la amistad, Adolfo Caimán (Motel Caimán) y Lery (2000 Locos), hermanos malaguitas estaban en la sala. Gran alegría. Aprovechando que la gente estaba pendiente del concierto, Manu me cogió del hombro: «Zurdo, ésta es la nuestra». Y empezamos a grabar por todo el interior de la sala, que estaba completamente vacía, la poca vergüenza de un servidor estaba en su máximo esplendor.

A la mañana siguiente nos levantamos temprano buscando el café y organizando la visita a Candy Caramelo, que andaba grabando en la otra punta de Madrid, al lado de las Ventas. Cual fue nuestra sorpresa cuando vimos la Gran Vía totalmente desierta y cortada al tráfico. A los dos minutos ya estaba plantado cantando la canción en mitad de la calzada y el policía que estaba allí esperando a los corredores me decía riéndose: «Malagueño, cuánto te ha costado cerrar la gran vía. ¡Menudo pieza!». Como punto y final, visita a los estudios Black Betty, de Jose Nortes. Anonadados. La cara de Manu Rocha era un poema: era la que tenía yo hace diez años cuando descubrí las posibilidades de esta bendita ciudad. Como podría decir el flaco, siempre hay un malagueño que desembarca en Madrid.