La flaqueza del bolchevique, de K Producciones, presentada en el Teatro Echegaray, es la adaptación de la novela de Lorenzo Silva escrita por David Álvarez que, junto a Adolfo Fernández, también firma la dirección del espectáculo. Susana Abaitua y Adolfo Fernández interpretan a la pareja protagonista de una historia de lolitas. El maduro gestor de banca que, tras tener un encuentro con la pija conductora de un vehículo con el que colisiona, decide hacerle la vida imposible, por pura venganza, a ella y a su familia. Sin embargo no cuenta el cincuentón con encontrar en la hermana pequeña (jovencita en edad de asistir al instituto) un deslumbrante amor platónico. Platónico por su parte.

Arriesgado no sólo por la diferencia de edad sino- y sobre todo- por las consecuencias sociales. Esta relación se irá desarrollando con tormentosos quebraderos de cabeza del protagonista, hasta un desenlace fortuito y desgraciado que pone fin a la historia. ¿No podía ser de otra manera? ¿Podía haber prosperado? No lo sabremos. Lo cierto es que son circunstancias totalmente ajenas y externas las que ponen fin al dilema. Pero está bien así para la trama, a fin de cuentas lo que nos interesa ver es al personaje en sus dudas. Tras una larga exposición monologada en que el protagonista nos va situando en el tema, viene una segunda parte con un desarrollo dialogado entre este y la chica. Una división que se antoja extensa en la primera.

Está bien, nos cuenta las circunstancias y busca acercar el personaje al espectador para crear una complicidad que a pesar de sus exabruptos nos ponga luego en la tesitura de decidir si las acciones, si los acontecimientos son honrados o no. Crear la duda. Pero es tal vez demasiado explicativa y ralentiza el tiempo provocando un bajón que luego cuesta retomar en esa segunda parte más visual y descriptiva en acciones. No cabe duda que Adolfo Fernández, nuestro personaje, imprime de unas características reseñables el espíritu del tipo medio-chulesco, fatuo y hasta machista. Que no deja de caer simpático a pesar de sus opiniones y hechos. Y también es cierto que Susana Abaitua construye con sinceridad Susana Abaitua una adolescente lánguida que vive entre algodones en un mundo protegido de clase alta.

Y a pesar de la atractiva sintonía lograda entre ambos actores y lo sugerente de la dramaturgia, la puesta en escena queda fría en emociones. Hermosamente correcta en sus premisas, pero a un punto de lograr inquietar. Momento que sí se logra en el cierre final.