­El actor y humorista Dani Rovira fue el protagonista absoluto del ciclo de La Térmica Palabras Mayores. «Este sitio [anteriormente conocido como el Centro Cívico] me es muy familiar. Aquí venía a estudiar, aunque no lo creáis, y me preparaba los exámenes porque en casa tenía muchas distracciones», recordó Rovira al poco de sentarse. Y es que el malagueño estudió al lado, en el instituto Litoral, de ahí que se le vinieran tantas cosas a la memoria.

La charla fue un curso acelerado en Danirovirismo, un repaso por la carrera de un hombre que pasó de humilde monologuista a estrella del cine español. Rovira recordó como siendo monitor de animación infantil en sus ratos libres, fue su compañera de actividad quien le enseñó un cartel de cuentacuentos: «De repente, conté un cuento que no tenía preparado, y ahí vi la magia del escenario». Y empezó su propio cuento.

Granada, donde cursó sus estudios de Educación Física, fue la ciudad en la que triunfó con los cuentacuentos, llegando a pasar desde las 19.00 horas de la tarde hasta las 3.00 horas de la madrugada enlazando historia tras historia con sus compañeros, en una plaza. De ahí pasó a cafés-teatro, colegios... Y siempre con una misma filosofía: «Me he ido dejando llevar hasta ser lo que soy hoy en día». Nada calculado. Improvisando. O improviciando, como le gusta decir.

Y llegó el boom de Ochos apellidos vascos: casi 10 millones de espectadores y el salto a la fama. «Fue inesperado para todo el mundo, para mí el primero. A partir de la tercera semana de salir a la luz el trailer del filme, comenzó la montaña rusa». Los altos y los bajos, las luces y las sombras. Las luces las conocemos todos, y ¿las sombras? « Llegan en el momento en el que te conviertes en el ojo del huracán», manifestó, refiriéndose a la tremenda atención de los medios que, a veces, han traspasado lo profesional para escrutar la vida personal del intérprete. Él, sin embargo, siempre lo ha tenido claro: «Hay que «mantener la esencia de lo que eres». «La intimidad no la pierdes, pero sí el anonimato», reflejaba con la mirada puesta en esos que ahora lo miran con lupa. «Mi vida se ha convertido en un campo de minas: siempre hay alguien que te dice que ahí no debes pisar. Ahora tengo que agudizar mucho más el ingenio», subrayó.

Presentador de los Premios Goya. Y llegó la gala de los Goya, que ha conducido en dos ocasiones. El año anterior a su debut como presentador tuvo que ir casi obligado, porque la productora y Telecinco Cinema -responsables de Ocho apellidos vascos- querían que fuesen los actores. «Al año siguiente presenté la gala, y fue una experiencia maravillosa», expresó.

Todo se iría al traste por el, a veces, tenebroso mundo de las redes sociales: «Asomarme a esa ventana fue el error que cometí. En este se convierte todo en una crítica ideológica», argumentó Rovira, que, tajante, aseguró no arrepentirse de haber presentado los Goya.

También habló de sus futuras películas El futuro no es lo que era -que estrenará en el Festival de Málaga- y Cien metros, donde interpreta a Ramón Arroyo, un enfermo de esclerosis múltiple que hizo un ironman. Y, por supuesto, tuvo palabras de aliento y cariño hacia su querida Protectora de Animales de Málaga, con la que tanto y tan intensamente colabora.