Un paseo por el interior del Palacio de la Aduana es hacerlo por un museo ya terminado. Las salas tienen la mayoría de cuadros colgados y sus vitrinas están con esculturas o vasijas encontradas en excavaciones arqueológicas. La iluminación resalta las piezas y sólo algunos carteles pegados con cinta adhesiva o una alfombra provisional para proteger el suelo nos indican que todavía no se han abierto las puertas del museo.

El proyecto museográfico realizado por Frade Arquitectos y su montaje, a cargo de Empty, se terminará a lo largo de este mes. El museo quedará en pocas semanas en perfecto estado de revista y sólo a la espera de que se terminen de contratar los servicios auxiliares para dar una fecha de apertura. Es cuestión de meses.

La visita al museo se ha propuesto de arriba hacia abajo. La visita recomendada aconseja subir a la segunda planta, donde se encuentra el Museo de Bellas Artes, que hace un recorrido muy completo por la pintura del siglo XIX y una introducción a los movimientos de vanguardia del siglo XX. El discurso propuesto permite un acercamiento progresivo a la evolución de la pintura. La primera obra en recibir al visitante es la Alegoría de la Historia, Industria y Comercio de Málaga, que preside el techo del Teatro Cervantes y cuyo boceto se expone en la Aduana. Esta obra conjunta de Ferrándiz y Muñoz Degrain, por su simbolismo, se ha elegido como primer impacto al visitante.

A partir de ahí se avanza por una muestra de piezas del Barroco, con esculturas de Pedro de Mena y Fernando Ortiz. El siguiente paso es la pintura del siglo XIX, con cuadros de gran porte de Moreno Carbonero o Simonet, grandes marinas, apuestas por el paisajismo -local o de fuera-, el tipismo, el realismo, escenas con toques románticos o el Art Nouveau.

Sala a sala, el visitante se encuentra con un relato coherente y sólido de la evolución del arte, especialmente el burgués que tanto desarrollo tuvo en la Málaga industrial. El aspecto didáctico, con pantallas táctiles y recreaciones de estancias de la época, es evidente. El final permite un acercamiento a propuestas más vanguardistas, como Barbadillo o José Seguí.

El Arqueológico recoge las grandes piezas de la colección loringiana, pero destacan un mosaico romano, una fuente árabe e infinidad de restos de las culturas que forman el poso histórico malagueño.