Un tribunal popular se reúne para deliberar sobre un político al que se le juzga por un caso de corrupción. Las votaciones se suceden, y no siempre en el mismo sentido. Cuca Escribano, Josean Bengoetxea, Víctor Clavijo, Isabel Ordaz, Luz Valdenebro, Usun Yoon y los malagueños Pepón Nieto, Canco Rodríguez y Eduardo Velasco protagonizan El Jurado, obra dirigida por Andrés Lima que llega al Teatro Cervantes -viernes y sábado (20.00 horas)- para lanzar ciertas preguntas al espectador: ¿Es justa la justicia? ¿Estamos preparados para se jueces?

Velasco encarna al portavoz de este jurado -«El árbitro. El personaje más recto y el que más cree en la justicia y la legalidad», sostiene- inspirado en los Doce hombres sin piedad, de Reginald Rose, que magistralmente llevó al cine Sidney Lumet. El montaje de Avanti Teatro, que cuenta con la música del malagueño Jesús Durán, también ofrece buenas dosis de suspense e intriga.

Día a día, y sin pensarlo mucho, juzgamos y prejuzgamos hechos y personas. Algo que no tiene nada que ver con ser parte de un tribunal popular.

Es una de las preguntas que plantea el espectáculo. El dedo acusatorio a nivel social lo lanzamos muy rápido. Y lo vemos cada vez que se presenta un caso de corrupción en cualquier medio de comunicación. Pero qué pasaría si nos paramos un momento y reflexionamos sobre lo que está en juego. Porque lo que está en juego son las vidas de otras personas. Y una vez que se ha lanzado el dedo acusatorio, el daño ya está hecho. Cuando debemos decidir si una persona es culpable o no es cuando tenemos que coger el toro por los cuernos de nuestra responsabilidad como ciudadanos.

¿Estamos todos preparados para ser jueces?

Nos encontramos con un artículo publicado en Levante-EMV [periódico de Editorial Prensa Ibérica, grupo al que pertenece La Opinión] en el que una de las personas que formó parte del jurado del juicio de los trajes de Camps confesaba que, habiendo vivido esa experiencia, no le gustaría ser enjuiciado por un jurado popular. No sé si yo estaría preparado. Los que acuden a la función se hacen estas preguntas: ¿Sería yo justo? ¿Estaría yo preparado para ser jurado?

En su monólogo a los cómicos, Hamlet les insta a que tengan especial cuidado en no traspasar «los límites de la naturaleza», ya que el fin del arte dramático es «ser un espejo de la Humanidad». ¿Quiere Avanti Teatro ser fiel a estos preceptos con sus montajes?

Más o menos. Lo que escribió Shakespeare y puso en boca de Hamlet es como el primer decálogo de interpretación de un actor. Él ya pretendía ser un cronista de su época y ofrecer retratos de la sociedad y de la política de aquellos tiempos. Sin intención alguna de compararnos con Shakespeare, lo que sí pretendemos es ofrecer ese retrato. Y hacerlo sin traspasar la delgada línea que hace que el dibujo se convierta en caricatura. Tratamos de recoger la esencia de las cosas y las situaciones.

Siempre se habla de las dos Españas, pero en El Jurado se reflejan al menos nueve, una por cada persona de ese tribunal popular.

En este caso sí. Y eso responde a la pluralidad que hay en este país y la multiculturalidad que vivimos con estas cuestiones de la globalización. Lo que hace que el retrato deba ser extenso. Y nos quedamos cortos. Había que abrir las varillas del abanico para que cada uno de esos nueve personajes tocara los distintos sectores sociales a nivel económico, cultural, educativo... Y creo que más o menos lo hemos conseguido. Cualquier persona del público se puede sentir identificada con uno o con varios de los personajes de esta obra.

¿Nos cuesta cambiar de opinión? ¿Somo tercos a la hora de reconocer que no llevamos razón?

Reconocer que te has equivocado en cualquier cosa, o reconocer que hay otro que tiene más razón que tú, siempre nos cuesta mucho. Nos encanta estar subidos en nuestro burro y no bajarnos de él aunque se abra la tierra. Rectificar nos cuesta mucho.

Jesucristo, Santiago Carrillo y ahora presidente de un jurado popular. ¿Cómo cree que están moldeando su carrera estos personajes?

Estoy encantado. En Madrid se recuerda muchísimo El Encuentro como un texto y una puesta en escena muy necesaria. También me pasa con El Profeta Loco. Me lo piden sin parar. Creo que mientras tenga vida, seguiré haciéndolo. Hay mucha gente que años después de haberlo visto, y ya han pasado tres desde su estreno, me siguen mandando mensajes cuando pasan delante de una iglesia. Y sobre todo en Semana Santa.

Curiosamente, la Iglesia no fue especialmente dura con El Profeta Loco...

Se ha provocado el efecto contrario. Todos aquellos que pertenecen al cristianismo más pegado a la realidad social lo tienen como bandera. La iglesia de San Carlos Borromeo de Madrid lleva dos años llamándome para que represente allí la obra en Domingo de Ramos. Son espectáculos que se quedan en la memoria de la gente.

En menos de un mes toca votar otra vez...

Nos tienen cansados. Por favor, tengamos unas nuevas elecciones sin mucho ruido. Déjenos vivir tranquilos. No han sido capaces de ponerse de acuerdo ni siquiera para los recortes de esta segunda campaña electoral. Lo que está pasando en este país me da miedo. El cambio es necesario, eso lo sabemos todos. Y la responsabilidad está en nosotros. Vota lo que quieras. Vota lo que tú creas, pero vota. Porque es muy necesario. La abstención es lo que más daño está haciendo en este país.