El autor Luis Felipe Blasco Vilches nos hace, aprovechando como punto de partida la conocida Doce hombres sin piedad una versión que reúne, entre los caracteres del espectáculo, un posible muestrario de ideologías y clases sociales que se enfrentarán entre sí. La idea es la de un jurado popular deliberando sobre un acusado que además es un político de altura. El muestrario no deja títere con cabeza, los personajes dan comienzo a la acción con una aparente frivolidad sobre su responsabilidad que luego da paso a esa otra permisividad con que se asumen ciertos conceptos. Parece que los prejuicios estén por encima de la imparcialidad. Lo cierto es que en esta deliberación, que en un primer momento lleva al consenso, salta un disidente que pretende analizar con rigor los planteamientos de culpabilidad hacia el acusado, al menos cuestionarlos. Comienza el conflicto. Hay que seguir los procedimientos, y ahí empiezan a aflorar las personalidades y los intereses. Es tal vez la parte dramática la más atractiva, la de las distintas tipologías mostrando y defendiendo sus convencimientos y exponiendo sus debilidades. Porque lo cierto es que en la trama la trampa se desvela demasiado pronto, fácilmente se descubre la doblez del personaje que da pie al problema. Y no porque Pepón Nieto no lo defienda magníficamente, sino por lo evidente del apasionamiento contrapuesto con la desidia de los demás. Nos queda ir viendo cómo uno a uno van sufriendo su proceso metamórfico. Resultado de un elenco de altura. El proceso nos va dejando escenas de enfrentamiento y discusiones sobresalientes, aunque también es cierto que en estas diatribas algunos personajes parezcan más sólidos que otros. Lo que importa es el conjunto. Y en eso la dirección ha sabido emplearse a fondo sacando el máximo partido de las situaciones y manejando los climas y tiempos con destreza para alcanzar el drama social que busca denunciar la pasividad o el conformismo. Nos deja un sabor agridulce -todos somos culpables y fácilmente sobornables: parece un exceso de falta de confianza en los demás...- pero es un buen espectáculo que merece la pena discutir y disfrutar.