­­En la foto de portada de A oscuras se le ve tirando la basura en Oxford y en el primer poema se lee «Cálmate de una vez y cierra el álbum/arroja a la basura ya esas películas/familiares y falsas». ¿De dónde surgen estos poemas? Da la sensación de la necesidad de purgarse, de limpiarse, de cerrar una etapa....

La idea de un libro que reflejase el cierre de una concreta etapa personal viene desde hace algunos años. Luego, la propia vida jugó sus cartas y me puso encima del tablero una dolorosa agonía de mi padre, que viví de un modo muy intenso cuando regresé a la casa paterna en esas circunstancias. He tardado en recuperarme de los muchos golpes que este suceso conlleva, lo que en términos poéticos significa que necesité tiempo para analizar qué sensaciones quería que provocaran los poemas en el lector, y qué imágenes y tono podían ser más efectivos para ello. Para mí la poesía supone un diálogo conmigo, lo que no significa que la producción literaria pueda analizarse a través de la biografía del escritor.

Veo aquí una versión más despojada y esencial de usted mismo. ¿Qué lugar cree que ocupa A oscuras en su producción poética y en su evolución personal? ¿De dónde viene y hacia dónde va?

En efecto, los poemas han recuperado una mayor cualidad comunicativa respecto al anterior libro, Montaje de autor, aunque no regresan a los versos narrativos del primero Los barrios lentos. No me molesta la opacidad de algunas metáforas; ya había aprendido a insertar ciertas pinceladas surrealistas en poemas anteriores. Consideré que para construir A oscuras era necesaria una mayor dosis de comunicación, tanto para provocar en el lector una serie de sensaciones, que es lo que para mí debe conseguir el poema, como para poder establecer ese diálogo conmigo mismo al que antes aludí. Creo que tras este tono de luto que cruza sus versos, los poemas primero y último me indican que el camino siguiente debe fijar su rumbo hacia la reflexión sobre la felicidad. Debo establecer el método para saltar desde los campos de Séneca hacia la serenidad de Epicuro.

Luz, hogar, ventanas, basura, memoria... son algunas de las palabras que más se repiten en A oscuras. ¿A qué lo atribuye?

Muchas gracias por una lectura tan atenta. Es un poemario que busca la casa como símbolo de la constitución de la persona. La muerte de alguien cuadra una suma de muertes. Perchas vacías, notas escritas, cartas del banco, fotos, utensilios, medicamentos, costumbres, horarios. Una parte de nosotros se diluye en la muerte del otro. Una parte del otro vivirá como una pequeña vela en nosotros, en nuestro recuerdo. Por desgracia para mí no tengo ninguna fe a la que agarrarme, ni siquiera a esa física de partículas que nos habla en el fondo de un eterno retorno hacia la materia. Soy incapaz de mirar al universo o al exterior, charlo conmigo en mi alcoba y de ahí extraigo mi imaginario. Acepto la nada.

Lleva ya varios lanzamientos desde su web -www.joseluisgonzalezvera.com

La web y la red han significado para mí una liberación. El libro como objeto está tan sometido a las leyes comerciales como un kilo de tomates o unos zapatos. Las editoriales exigen un número mínimo de páginas e incluso modas temáticas. No tengo nada en contra de eso. Quien busque esa gloria que apueste por ella. La misma revolución tecnológica que provocó una eclosión de grupos en el panorama musical independientes de productores y discográficas, está desarrollándose en literatura. Tal vez con mayor lentitud por ciertos motivos técnicos y de intereses económicos muy diversos. Publico cuando quiero y bajo mis criterios, el libro llega a un número de lectores similar al que llegaría si fuese impreso. Ni tengo ni podría tener una visión comercial de la escritura... Me encantaría ser ese tipo al que un día ves en un bar de Fuengirola, por ejemplo, tocando junto a un grupo y que deja un buen recuerdo en sus espectadores que ni saben quién es ni les importa. Leo mis poemas en los bares cuando me llaman, soy un marginal y disfruto de mi condición.