S. Prokofiev, A. Borodin y C. Debussy

Director: Kaspar Zehnder. Programa: Sinfonía concertante en mi menor, para violonchelo y orquesta, Op.125, S. Prokofiev. Pedro Peláez violonchelo. (Primer Premio del I Concurso de Jóvenes Talentos Musicales Andaluces)

Danzas polovtsianas (de la ópera El príncipe Igor), A. Borodin

La Mer, CD.111, L.109, C. Debussy

Como ganador del Primer Premio del Concurso de Jóvenes Talentos Musicales Andaluces, Peláez Romero nos presentó el Concierto nº 1 en mi bemol mayor, op. 107, de D. Shostakóvich. Para este penúltimo abono Peláez optó por una página cercana en el tiempo y personal en la forma de Prokofiev. Curiosamente ambas partituras fueron estrenadas en su día por Mstislav Rostropovich, todo un referente en su género. El cello malagueño encontró dos pilares sólidos tanto en la sensible atención de la OFM, toda la cuerda sumó brillantez a la interpretación; como la claridad formal de la batuta de Kaspar Zehnder.

En algo más de cuarenta minutos se desarrolló la Sinfonía concertante, op.125 redefinida por el compositor ruso sobre aquel primitivo concierto del treinta y tres y separados en el tiempo en dos décadas de madurez. Desde el andante la voz del cello asume todo el protagonismo si bien distintos atriles aportan elementos temáticos, los subrayan y evocan contribuyendo al discurso del solista. Las sombras del comienzo, enfatizadas por la ausencia hasta bien entrado el primer tiempo de tutti orquestales, destacan las continuas tensiones entre cello y conjunto para continuar en el corazón de la sinfonía a un tono cantábile, dulce y especiado con cierto toque de ironía. El andante conclusivo sencillamente fue un ejercicio de virtuosismo, de puro lucimiento del cello de Peláez un músico con la suficiente profundidad y técnica propias de un solista seguro. Quienes cuestionaban la idoneidad del concurso de la OFM descubrieron la respuesta que entonces negaron reconocer.

Una escena sinfónico coral cierra el segundo acto de la ópera El príncipe Igor, inspirado en un poema épico medieval ruso. Borodin en sus cinco Danzas Polovtsianas sintetiza el espíritu del Grupo de los Cinco: tradición y exotismo en contraste con el lirismo que encontramos en Tchaikovski. Zehnder consciente de estos elementos centró la interpretación en una dinámica fluida y ágil destacando el color en el que se oculta la mano de Korsakov. Sin apenas interrupción, Zehnder encadenaría las danzas dando continuidad a la obra pero también enfatizando su estructura contrastante y ascendente que encuentra en la Danza final el punto de fuga de toda la fuerza concentrada en las anteriores.

La gran ola de Kanagawa serviría de portada a la edición de La Mer de C. Debussy.

Dos años después del estreno de Pelleas y Melisanda, el músico francés vuelve con una obra de estructura sinfónica de elementos marinos como motor. K. Zehnder se suma a las batutas que conciben la partitura como una sinfonía libre en su esquema interno donde el color más que complemento es ingrediente, y donde el conjunto induce más que describe hasta el abrupto final.

Concierto sin duda reseñable, cargado de oficio, la solvencia de la batuta, solista y profesores contrastaba con el preocupante cruce de informaciones que han afectado a la OFM en estos últimos días. Tan sólo nos resta ya el esperado Busoni que clausurará la temporada presente de la Filarmónica de Málaga.