Mucho ruido y pocas nueces

Compañía: Pata Teatro.

Director: Josemi Rodríguez.

Intervienen: Virginia Muñoz, Antonio Chamizo, Rocío Rubio, Carlos Cuadros, Miguel Guardiola, Macarena Pérez Bravo, Víctor Castilla, Josemi Rodríguez

La compañía Pata Teatro pone en escena para el Ciclo Clásicos en Verano Mucho ruido y pocas nueces en adaptación hecha por Macarena Pérez Bravo y Josemi Rodríguez. Como en las últimas ediciones es el patio del Instituto Vicente Espinel (Gaona) el espacio donde se sitúa la acción, que en esta ocasión abandona los autores españoles para acariciar el texto de Shakespeare. El gobernador de Messina recibe al Príncipe de Aragón (porque por esas fechas este cacho italiano le pertenecía), tras ganar unas guerras de la época. En el séquito vienen Claudio y Benedicto, dos nobles que ponen sus ojos en la hija y sobrina del señor de la ciudad. Pero con ellos viene también Don Juan, el malvado que pretende desbaratarlo todo simplemente por los celos que siente por estos dos y el afecto que su hermano les profesa. Los enredos, los tejemanejes, las habladurías para conseguir los propósitos de cada uno están servidas. Los límites y el cómo tendrán que ir a verlo, no cuento más. En esta puesta en escena prima esa parte en la que los líos, las apariencias, las medias verdades se superponen a algunas reflexiones más serias acerca del honor y los celos. Es el punto de vista elegido. La versión sintetiza el texto y conserva la mayoría de sus argumentos en una mirada chispeante que hace de esta un mecanismo refrescante para entretener al espectador con las situaciones más solazadas. No hay descanso para las miradas del espectador que va entrando poco a poco en la historia desde el tono amable de comienzo hasta la lógica precipitación de los acontecimientos. El ritmo crece y no sólo por la parte que corresponde al texto sino por la intervención de un elenco de actores que se aprovecha del ingenio de El Bardo de Avon para lucir sus capacidades interpretativas y la vis cómica que permite la capacidad transformativa de un texto relevante. En este disparate cómico, en el que decorado y entorno arquitectónico se mezclan y donde los elementos escénicos se simplifican, es el actor el que corre con todos los riesgos. Y es el actor con su presencia el que finalmente convierte esta operación en una representación ágil y comunicativa. Difícil señalar a uno sobre otro. Siempre hay ocasión para que cada intérprete aproveche al centenar de espectadores para pugnar por su atención. Y a buen seguro que en estos treinta días de representaciones, tras el aplauso, vendrá el chascarrillo sobre los favoritos, que a fin de cuentas es de lo que va la obra, de chascarrillos y tejemanejes, del amor.